Loa al maestro, un descubrimiento y una triste despedida

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1) El gran saxofonista cubano Paquito D’Rivera actúa mañana en Auditorio de Tenerife. D’Rivera ha sido invitado por el Festival de Música de Canarias, festival que está apostando con mucha inteligencia por atraer a otro tipo de públicos poco o nada proclives a la música culta. Recuerdo y lo busco en casa hasta encontrarlo, la magnífica autobiografía que escribió el maestro sobre su iniciación en el fascinante universo de la música, Mi vida saxual. En las páginas de este libro narra también la difícil relación que sostuvo con el régimen castrista que, que quieren que les diga, a mi me parece bastante estalinista, lo que lo obligó a emigrar como a tantos otros grandes y no tan grandes cubanos.

D’Rivera al saxo no es asexual sino sexual. Y conmovedoramente directo. Es un lujoso regalo sonoro para  los oídos de no iniciados e iniciados y una oportunidad (ya estuvo por esta tierra en cierta edición del Festival de Jazz) para dejarse llevar por sus melodías. Es imposible que no guste D’Rivera. Yo creo, de hecho, que gusta incluso a los castristas, el problema es que tienen que oírlo desde Cuba con el volumen muy bajo. Bajo, bajito, bajo.

2) Noche del martes, estreno de los cortometrajes canarios La despedida y El perdedor, de Alexis Hernández y Julio García, respectivamente. Llueve, una lluvia antipática pero que no supone obstáculo para que la sala del Cine Víctor, el mejor y último cine de verdad que nos queda en la isla, se llene a rebosar de público entusiasta y con ganas de ver ambos trabajos.

Los cineastas presentan sus obras. Alexis Hernández con oficio sabe meterse al público en el bolsillo con una intervención salpicada de guiños cómplices con todos nosotros. García, bastante nervioso, lee una nota de agradecimiento que le aguanta con mano temblorosa Patricia González Cámpora, directora del Plan Audiovisual de Canarias.

Y la gran pantalla del Víctor se ilumina. Primero se exhibe La despedida, una historia de corte feminista radical que no es tan radical. El corto está bien resuelto y es un trabajo modesto pero realizado con oficio y mucho amor al arte, lo que se agradece en estos tiempos de estrellas efímeras y adictas a los diez minutos de fama que postulara el gurú Warhol. En segundo lugar, aunque el orden de los factores no altere el producto, se proyecta El perdedor… Y siento un latigazo en el estómago o esa pálida emoción que, recuerdo ahora con cierta nostalgia, sentí cuando ví por primera vez Esposados de Fresnadillo, película a la que rinde homenaje García en su película.

Se trata de un corto currado, donde se te cuenta en imágenes (y eso es cine, damas y caballeros) la historia de un hombre que quiere redimirse. Es verdad que no me sorprende la resolución de la historia, claro que también es verdad que me he pasado casi toda mi vida viendo buen cine (carne hecha cine) y cine malo (casquería hecha cine) pero descubro en El perdedor el embrión de un cineasta. O un tipo al que si le dan la oportunidad de seguir contando historias va a sorprender a propios y extraños.

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3) Maldigo entre dientes, muy encanallado. Apenas mascullo palabras con cierta coherencia. Estoy que me subo por las paredes. Ya no habrá más Roma. Ver la serie de una tacada y a lo largo de una semana es como disfrutar de la lectura de un buen libro a lo largo de los días o de escuchar un disco especial o contemplar una película que se sale de la pantalla. Roma es además de una de las mejores series de televisión de los últimos tiempos una apasionante radiografía del poder y de la familia. Lástima que sus productores decidieran cancelarla por costosa, por cara. Gracias al nuevo visionado he vuelto a releer a Suetonio y su Vida de los 12 césares, y si bien unos dicen que Suetonio cuenta muchas mentiras me empapo de la biografía que traza de Julio César y de Octavio Augusto. También la de Tiberio, qué personaje, y la de Calígula o la de Claudio el tonto aunque para Robert Graves no era tan tonto… claro que esto suele pasar. O lo que es lo mismo que vivimos rodeados de personas que nos creen tontos, aunque ellos sean los tontos y tú, sin saberlo, también resultes al final ser otro tonto.

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