Arthur C. Clarke ya pisa ‘Las arenas de Marte’

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En aquellos ya lejanos tiempos en los que me inicié en las lecturas bizarras había tres grandes nombres en el universo de la ciencia ficción: Ray Bradbury, Isaac Asimov y Arthur C. Clarke. De estos tres mosqueteros que nos ayudaron a muchos a descubrir universos que no estaban en éste, sólo queda uno, mi admirado Ray Bradbury, un escritor que curiosamente es poco reivindicado por los aficionados al género aunque sí por esa amalgama de lectores que prefieren más la ficción que la ciencia.

Arthur C. Clarke, que dejó de estar entre nosotros a la venerable edad de 90 años, residía desde los años 60 en Sri Lanka, donde mantenía contacto con el resto del planeta gracias a ese invento milagroso que es Internet. Entre las grandes novelas que nos lega se encuentra 2001, odisea del espacio, que como todo el mundo sabe Stanley Kubrick transformó en una película que hoy es referencial para la ciencia ficción, a la que le puso pantalones largos en pantalla grande; así como Cita con Rama, entre otras grandes obras.

No fue sin embargo Clarke un escritor fácil para los que aprendimos a entender lo que nos rodea leyendo sus novelas, pero sí fue adquiriendo grandeza a medida que crecíamos y éramos capaces de asimilarlas, sobre todo porque la ciencia primaba a la ficción.

Confieso que soy de los lectores erráticos del género que prefiere más la ficción que la ciencia pero eso no me ciega la razón a la hora de valorar el trabajo imaginario de Clarke, un narrador de universos posibles y de civilizaciones alienígenas a las que trató en muchas ocasiones como extraños dioses del espacio exterior.

El autor de El centinela, el relato que dio origen a 2001, una odisea del espacio, residía en Sri Lanka según la prensa sensacionalista británica por su  pederastía, que Clarke siempre negó aunque lo convirtió en un escritor incómodo para el mundo occidental pese a que aquí se le seguía consumiendo con devoción, aficionados ansiosos por imbuirse del mensaje progresista que caracteriza cada uno de sus títulos.

En 2007 y con motivo de su 90 cumpleaños, a Clarke se le preguntó por sus tres deseos: “Me gustaría tener más pruebas de vida extraterrestre. Me gustaría dar una patada a nuestra actual adicción al petróleo y que adoptásemos fuentes limpias de energía. No podemos permitir que el carbón y el petróleo cuezan lentamente nuestro planeta. Y me gustaría que en Sri Lanka arraigue una paz duradera tan pronto como sea posible”.

Otras obras del autor son El fin de la infancia, La ciudad y las estrellas, Fuentes del paraíso, Factor detonante, Las arenas de Marte y la excelente colección de relatos Cuentos de la taberna del Ciervo Blanco, por citar algunos de los más conocidos.

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