Gesta o indigesta: ¡Dios salve al Rey!

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Asistí como un espectador más al acto de desembarco de las tropas británicas recreado en la plaza del Castillo Negro. Y si bien fui uno de tantos espectadores que no pudo ver el espectáculo con toda la plenitud que se merecía, debido a la geografía donde se desarrolló el simulacro de lo que aconteció en 1797, sí que pude ver desfilar de las tropas ataviadas con los trajes de época. De hecho, un buen, querido y entrañable amigo, Eduardo el barbas, escopeta al hombro, pasó ante mis ojos vistiendo orgulloso el traje de soldado español de finales del siglo XVIII.

¿Estuvo bien  el montaje? Creo que sí, aunque le faltó emoción, le sobró banda sonora repetitiva y algo más de ruido. No viajé en el tiempo, vamos, pero sí que me dejé arrastrar en esta calurosa mañana por una representación “militar” que pretende rendir homenaje para lo que dicen fue una gesta y para muchos santacruceros de hoy día una indigesta. Pero así son las cosas.

Como espectador me puse a pensar qué hubiera sido de esta tierra si Nelson logra lo que se proponía. Y lo que se proponía no era tomar la plaza aunque suene bonito. Ojalá, me dice un amigo, hubiera sido esta su pretensión. Yo qué sé… Si se me permite la ucronía (que es suponer cómo podían haber sido las cosas si los ingeleses hubieran ganado la batalla) y dando por hecho que el por entonces contralmirante ansiaba conquistar mi terruño, es probable que ninguno de los que conozco existieran. Yo mismo no existiría (es probable que más de uno lo celebrara) sino que habría algo parecido sólo que hablando un inglés con acento canario. Así las cosas, Santa Cruz de Tenerife no sería Santa Cruz de Tenerife sino Nelson city, y la por entonces plaza de La Pila, hoy de La Candelaria, una reproducción a pequeña escala de la Trafalgar square londinense… Imagino también que el resto de Canarias seguiría permaneciendo fiel a España menos Tenerife, que como la aldea de los galos de Astérix continuaría resistiendo contra las pretensiones de un país que al final, por cansado, dejaría las cosas  en su sitio. Es decir, que la Corona española dejaría que en Tenerife y Gibraltar ondease la enseña de la Unión Jack.

Todo esto lo pensé viendo la recreación que lleva la firma de Teodoro Ríos, en la que casi saludo militarmente cuando desfiló la tropa británica. Me mordí la lengua, es cierto, pero como un fuego violento casi grito lo de ¡Dios salve al Rey! Me contuve, no era momento ni lugar, sobre todo porque vivo en una ciudad que se permite un acto de exaltación tan español mientras su alcalde escribe que ahora se siente soberanista… No entiendo nada.

La recración de la batalla continúa mañana, sábado, y supongo yo que será más entretenida que el simulacro que nos ofrecieron hoy. A las 20.30 horas se recrea la batalla en la plaza de la Iglesia de la Concepción, La calle de La Noria y la plaza de la Isla de la Madera… Por la mañana, a las 11.30, desfile militar de época que sale de la plaza Weyler, recorre la calle del Castillo y finaliza en la plaza de España. Espero también estar. Lo que no sé es si me atreveré a gritar ¡Dios salve al Rey!

Una última cosa: Interesante e instructivo el dvd sobre el ataque de Nelson a Santa Cruz que repartió el domingo pasado el periódico El Día y que dirige Roberto Ríos. Me sorprendió su concisión, también la recreación de algunos momentos de la batalla. Me pregunto cómo a nadie se le ha ocurrido todavía escribir una novela o un guión sobre lo que pasó aquellos días.

Claro que, ¿quién sabe?

Lo dicho: ¡Dios salve al Rey!

¿Qué rey? Jorge III, por supuesto.

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