Erckmann-Chatrian, las dos mitades de una misma naranja

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En la historia de la literatura se producen a veces fenómenos curiosos y uno de los fenómenos que más me llaman la atención son el de las novelas escritas a cuatro manos. Es decir, firmadas por dos autores. Hay variados ejemplos si uno rastrea en su biblioteca o se machaca un poco su gastado cerebro. A mi me vienen ahora los nombres de Erckmann-Chatrian y Wade Miller o Whit Masterson, pseudónimos ambos que emplearon la pareja de escritores Robert Allison “Bob” Wade y H. Bill Miller para firmar sus potentes novelas policíacas, entre ellas Sed de mal, que Orson Welles convirtió en obra maestra cuando la tradujo a la pantalla grande. También están los bestselleristas Dominique Lapierre y Larry Collins y, ocasionalmente, Charles Dickens y Wilikie Collins o Joseph Conrad y Ford Madox Ford sin olvidar a los hermanos Grimm, naturalmente, entre otros muchos. Más de lo que uno piensa cuando explora esta curiosa manera de creación literaria. Y apunto lo de curiosa porque el trabajo de un escritor es generalmente el trabajo a solas de un hombre o una mujer frente a la dichosa página en blanco, mientras que en los casos expuestos está tarea se repartió con éxito entre dos.

Esta reflexión sobre los escritores que trabajan a dúo viene a colación de Erckmann-Chatrian (en la fotografía), que fueron una pareja de escritores franceses de finales del siglo XIX que hicieron un poquito más feliz mi adolescencia con dos grandes (y hoy olvidadas) novelas que se publicaron en este país llamado España en la editorial Austral. Uno de estos títulos cuenta, de hecho, con traducción de quien fuera presidente de la II República Española de 1936 a 1939, don Manuel Azaña, lo que descubrirlo cuando estaba sumergido en sus páginas me llenó de una tonta satisfacción que todavía me eriza la piel. Sentimental que se pone uno, sobre todo porque aprecio a ese señor barrigudo y con gafas de culo de botella y verruga. La razón fundamental de este cariño se la debo a mi padre, persona que nunca hablaba mal de nadie pero tampoco bien de casi nadie salvo de don Manuel y de don Juan Negrín, pero esa es otra historia.

La novela a la que hago referencia no se trata de una sola novela sino de dos. Me refiero a su Historia de un quinto de 1813 y a su continuación, Waterloo. Estos dos títulos narran las peripecias de un jovencito aldeano francés que acaba sirviendo en el ejército napoleónico. Sus autores narran con sentimiento los profundos desgarros de la guerra y la paradoja de cómo el en un principio “ejército de liberación” francés de los pueblos de Europa se transformó en “ejércido de ocupación”, provocando el odio de esa misma Europa que había recibido con los brarzos abiertos la ideas revolucionarias de libertad, igualdad y fraternidad que en un principio defendió Napoleón Bonaparte hasta el momento de proclamarse emperador.

No tiene desperdicio su lectura, y si bien para algunos se tratan de dos novelitas para jóvenes, les aseguro que releerlas con ojos más cansados y viejunos también tiene su gracia. Son dos libros extraordinarios, y lo que es mejor, dos valientes alegatos contra el odio entre hermanos, independientemente del país, credo y color de la piel que tengamos. Pienso así que se tratan de dos obras de obligada lectura para estos tiempos que vivimos.

Erckmann Chatrian  escribieron otras novelas, aunque no me llegaron tanto al corazón como su Historia de un quinto de 1813 y Waterloo. Me refiero a La invasión o El loco Yegof, que también se desarrolla en los turbulentos tiempos de las guerras napoleónicas.

Advierto, en todo caso para los curiosos,  que el estilo de estos dos escritores como el de otros muchos de su época quizá resulte hoy algo rancio, sobre todo porque sus personajes son gente sencilla que a lo más que aspiran en la vida es a la de ser buenos burgueses, pero tienen un encanto especial, un déjame entrar que una vez iniciado te sumerge en otro mundo y otra época. Esta es una de las razones por la que no me cansaré nunca de seguir buscando refugio en novelas que fueron escritas en tiempos pretéritos, de alguna manera es cómo si viajaras en el tiempo y vestido con el disfraz de su protagonista fueras testigo directo y en presente de un pasado que ya no volverá.

Como suele pasar en casi todas las parejas, la relación entre Erckmann y Chatrian se rompió en 1886, por lo que dejaron  de escribir novelas juntos. Su popularidad, que había sido enorme hasta ese momento, ya no fue la misma. O lo que es lo mismo, que sus lectores demandaban historias firmadas por ellos y no por cada uno de ellos. Es decir, exigían la naranja entera y no las dos mitades por separado. Lo dicho, una pareja. O yo veo numerosas similitudes con las que se han preocupado de acompañarme un trecho en este sendero que es la vida.

Es decir, que fuimos uno cuando estuvimos junto pero cuando lo dejamos ya no fuimos nada.

Así es la vida.

No Responses to “Erckmann-Chatrian, las dos mitades de una misma naranja”

  1. Esteban Says:

    Interesante artículo. A la nómina de pareja de escritores añadiría la de los franceses Boileau y Narcejac. Saludos.

  2. editorescobillon Says:

    Gracias por tu comentario. Y sí, conozco algo la obra de Boileauy Narcejac. Ya hablaremos de ellos un día de estos. Pero, ¿sabías que son los autores de la novela que inspiró a Hitchcock para Vértigo?
    Un fuerte abrazo.

  3. Un aficionado Says:

    Otra pareja de escritores fue la que formaron Frederick Dannay y Manferd Beninngton Lee con el pseudónimo de Ellery Queen. Estaban especializados en novelas policíacas.

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