Releyendo a Hubert Selby Jr.

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Leí la novela después de ver la película. Esas cosas pasan, y si bien el amargo sabor del largometraje me había dejado ligeramente noqueado, adentrarme en el libro me dejó literalmente k.o. cuando cerré su última página. Esto pasó hace mucho tiempo, pero de tanto en tanto recuerdo algún pasaje del texto o bien lo leo tras rebuscar el ejemplar en la biblioteca de mi casa para quedarme enganchado a la desoladora crónica de dolor que este escritor, injustamente olvidado en su país, y poco traducido en España (que sepa sólo hay un título en nuestra lengua), supo legar a esa legión de lobos esteparios que corretean por el mundo ajenos a manadas.

Hubert Selby Jr. es un caso aparte. Los especialistas intentan encajonarlo en la beat generation, generación que gobierna el talento impetuoso pero también confuso de Jack Kerouac. Selby no era de ese mundo, ni siquiera pertenece al turbulento universo de William Burroughs, que fue el más honesto de aquella especie, aunque en su literatura abundan los rastros que unen sus itinerarios literarios. Sexo y droga, bajos fondos, personajes salvajes y al borde del límite. El infierno en la tierra.

La única novela que conozco en español de Selby es la fabulosa Última salida a Brooklyn, llevada al cine con acierto demoledor por el cineasta alemán Uli Edel que, pese a su dureza, apenas bordea el descenso a las pesadillas de un escritor a quien le anunciaron cuando apenas tenía 30 años que no le quedaba más tiempo de vida. Los médicos, afortunadamente, se equivocaron y aquel hombrecillo maltratado comenzó a escribir porque sabía el alfabeto. Naturalmente sabía algo más que sus letras. En Última salida a Brooklyn no hay salida. La compasión es una palabra vacía, el amor una mentira, las relaciones un contrato que expresa la nueva explotación de nuestros tiempos. La mirada de Selby es cruda. Demoledora, sin concesiones. No deja espacio al decoro y la sensatez. Su libro es una carga de profundidad no apta para estómagos débiles. Provoca úlcera, creedme.

Cuando vi la película salí costernado, aunque deja espacio a que te creas el cuento de que puede haber bondad en el infierno. En la novela no hay nada de eso, sino tiranía, sadismo, sexo animal, alcohol, peleas. Una visión terrible de lo que puede hacer el hombre ¿civilizado? Un animal enjaulado, que olvida sus frustraciones dando golpes.

Esta mañana me levanté y leí algunas páginas del libro, editado, qué curiosidad, por Anagrama. Sé que la película está disponible en dvd. Pero ya no será la misma. Uli Edel me mintió. El libro es un navajazo en la barriga.

Otra película basada en una de sus historias es Réquiem por un sueño, de un Darren Aronofsky antes de que se nos pusiera místico. Es su mejor película. Háganme caso y véanla si aún no lo han hecho. Pero por favor, ni se les ocurra hacerlo a solas. Nadie podrá entonces quitarte su profundo mal rollo.

¿Qué por qué me acuerdo de Selby tal día como hoy? Porque miro a mi alrededor y pienso que aquí, en estas siete islitas también tenemos nuestras últimas salidas a Brooklyn.  

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