Un americano tranquilo: Frank Yerby

Hubo un tiempo, antes de que irrumpieran las pasiones desatadas a lo rico también lloran de Harold Robbins, que dos de los grandes reyes de la novela comercial en España (con permiso de Vicky Baum) fueron dos escrtiores curiosamente con el mismo nombre pero curiosamente de distintas razas: Frank J. Slaughter y Frank Yerby. Estos dos autores, despreciados por la crítica y por lo tanto con una amplía legión de lectores tras sus espaldas, fueron publicados con sorprendente regularidad por una de las mejores colecciones de todos los tiempos en España, Reno de Plaza y Janés, por lo que hoy  me apetece comentar (a modo de humildísimo homenaje) las historias de Yerby.

Frank Yerby nació en los Estados Unidos y está considerado como el primer escritor afroamericano que llegó a la lista de los más vendidos. Murió en Madrid en 1991, y su desaparición conmovió el corazón de sus numerosos seguidores entre los que se encontraba el que esto les escribe.

Todavía recuerdo la primera novela que leí de Yerby. El capitán rebelde, ambientada en la Guerra de Secesión norteamericana que es un periodo histórico, perdónenme ustedes que lo diga, que me interesa bastante. El libro, editado en la colección de bolsillo de Reno lo conservo todavía y formaba parte de la extraordinaria biblioteca de mi padre, que fue un señor como deben de ser todos los señores: un hombre serio con un extraordinario y muy peculiar sentido del humor.

Lo primero que me llamó la atención de esta novela fue su portada, en vivos colores y en la que se muestra a un destacamento de hombres del ejército de la Unión. Una vez abierto el libro, me dejé sumergir en su aventura, en la que el protagonista además de desafiar el bloqueo de la Guerra vive tres relaciones amorosos de esas que sólo parecen que se vive en los grandes libros… ¿comerciales?

Más tarde, y por recomendación de un excelente amigo que hoy vive en el exilio, devoré La canción de la cabra: La guerra del Peloponeso, cuya acción, obviamente, transcurre en la Antigua Grecia, y que deslumbra por lo exquisitamente documentada que está, aunque resulte bastante moralina para los tiempos que corren. Yerby dejó además otras extraordinarias novelas como Mientras la ciudad duerme y La risa del diablo, que transcurre durante otro de esos periodos históricos que me llegan a los más hondo del alma: la Revolución Francesa, por lo que no es aventurado decir que fue un escritor de novelas históricas, aunque en contra de la novela histórica actual, más preocupado por sus personajes que por la época en la que se desarrolla la acción. Lo que es de agradecer, porque sus novelas cuentan casi siempre muy buenas historia independientemente de la época histórica en la que transcurran. Lo recomiendo, y sin sonrojos de ninguna clase, aunque insisto en lo de siempre, hoy resulta bastante raro, raro, raro encontrar algunas de estos títulos en las librerías porque se trata de uno de esos escritores a los que insólitamente ha enterrado el paso de los tiempos nmás por desidia que por otra cosa.

No es descabellado vaticinar que dentro de algunos años habrá algún editor inteligente (que alguno hay, de verdad) y se atreva a levantar la pesada losa que hoy ha enterrado su nombre al menos en España, con la intención de recuperarlo para otros miles de lectores que lo exigirán como lectura de evasión  para los tiempos que corren. Estoy prácticamente seguro, porque pasa siempre así con los mejores… Además, Yerby es de esos autores inclasificables, ajenos a escuelas y generaciones. Toda su vida profesional cosnitió en ser un hacedor de ficciones, de muy buenas ficciones, que para unos será un descubrimiento y para otros un feliz redescubrimiento. Quizá haya envejecido un tanto, vale, pero pongo a Dios por testigo que el resto, probablemente el 95 por ciento, continúa igual de novedoso que siempre. Y esa es la clave, la materia que hace que un escritor y su obra sea conocido (pasado el tiempo y superado los prejuicios) como todo un clásico.
 

No Responses to “Un americano tranquilo: Frank Yerby”

  1. Nicolás Says:

    Querido Eduardo, sigo estos artículos tuyos, y la verdad, me pregunto si no deberías de ser tú mismo, y desde Canarias, quien comenzara a recuperar, en algún proyecto editorial ya inventado o que esté por inventar, estos títulos de los que nos hablas.
    Un abrazo

  2. editorescobillon Says:

    Nicolás, me encantaría iniciar un proyecto editorial y rescatar a todos esos grandes escritores (y también no tan grandes) que me han hecho feliz la existencia. El problema es que yo y mis circunstancias, digámoslo así, no estamos atravesando por un buen momento. No obstante, me encantaría liderar un proyecto de estas características si encuentro mecenas disponibles y desinteresados pero no creo que haya mucha gente por la labor…
    Un abrazo

  3. Nicolás Says:

    Sí, es verdad, no debe de ser nada fácil. Aunque estoy seguro de que si rastrearas un poco los derechos de las traducciones de muchos de esos libros no resultarían un coste excesivo. Y es el tipo de literatura que tiene posibilidades en tapa blanda y con la tirada de algún periódico. Recuerda hace unos años la colección de “novela negra” que hizo El País, por poner sólo un ejemplo. También es verdad que, en casos así, es cuando se echa en falta en Canarias editores con una buena distribución fuera de las islas. Fíjate lo que está haciendo KRK en Asturias, y eso que la venta de lo que hacen se produce prácticamente editor-lector, muchas veces por internet, o lo que está haciendo Julián Rodríguez con Periférica, desde Extremadura, y publicando clásicos exquisitos y autores completamente desconocidos, latinoamericanos y españoles, de muchísima calidad literaria (ese tipo de libro que no parece tener ninguna posibilidad en el mercado). Y, sin embargo, precisamente porque tantos grupos editoriales han abandonado la calidad literaria debido a sus exigencias económicas, los lectores de literatura nos hemos ido a Periférica, Acantilado, y lo que parecían proyectos editoriales descabellados, finalmente no lo han sido.
    Bueno, tú espera que me saque la lotería, y hablamos.
    Un abrazo

  4. Lectora Says:

    Buenos días a todos.

    Estaba yo pensando que, mientras les toca la lotería y montan la editorial por puro placer, no estaría mal recordarle a la gente que en Tenerife hay bastantes bibliotecas públicas. Algunas muy buenas y que pueden incluso pedir prestados a otras bibliotecas los libros que no tienen en sus fondos.
    Por cierto, que todas las Bibliotecas Municipales y la propia Casa de la Cultura en S/C tienen sus catálogos disponibles en línea (aunque algunas pueden no tenerlos completos)

    Ya sé que el fetichismo melancólico dificulta leer un libro, enamorarte de él y devolverlo, en vez de dejarlo para siempre en nuestra estantería. Pero con los tiempos que corren…
    Yo probaría. Los carnets de lector son gratuitos y no ocupan espacio ni cogen polvo.

    Saludos.

  5. editorescobillon Says:

    A Nicolás: La aparición de Acantilado ha supuesto una corriente de aire fresco en el mercado editorial español a la que se le rendirá justicia un día estos. Acantilado, por ejemplo, ha recuperado a escritores tan señeros como Stefan Zweig (un escritor de “moda” años atrás, y al que leí con pasión sobre todo por sus estupendas biografías. La de Fouché es, de hecho, más que una biografía); Bud Schulberg, guionista y ¿amigo? de Fitzgerald, a quien editó hace décadas mi querida colección Reno (¿Por qué corre Sammy?) u otro gigante, Joseph Roth, del que la inolvidable Bruguera nos facilitó algunos de sus mejores títulos en su colección de bolsillo. Y sí, también creo que gracias al pequeño pero esforzado trabajo de las editoriales periféricas tenemos una oportunidad para conocer lo que no se atreven a publicar las grandes editoriales cuya idea del libro (legítima, por otra parte) es lo comercial (malo en su mayoría) antes que lo ¿raro?
    A lectora: Estoy completamente de acuerdo contigo. Todavía nos queda el refugio de la biblioteca pública, y sí, para los tiempos que corren (y me he planteado esa posibilidad, yo que soy un comprador compulsivo de esas cosas que llamamos libros) de tomarlos en préstamos y descartarlo de mi derroche diario. ¡No sabes el polvo y la cantidad de títulos que tengo en casa muertos de la risa!, pero como bien apuntas es un fetichismo tan extraño, tan difícil de describir el de estar escribiendo ahora estas líneas en casa y sentirme rodeado de todos ellos…
    Un fuerte abrazo a ambos dos. Y gracias por estar ahí.

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