Dos grandes escritores argentinos

Hay dos escritores argentinos por los que siento auténtica devoción. Ninguno de ellos es Jorge Luis Borges (al que también llevo clavado en el corazón, pero menos) ni Julio Cortázar (al quien siempre le estaré agradecido por redescubrirme al gran Charlie Parker, redescubrimiento que potenció Clint Eastwood en su filme Bird, crónica negra de un talento que se fue por el arrollo), pero sí que son dos grandes narradores muy apegados a uno de mi géneros favoritos: el policial. O la novela negra. Me refiero a Osvaldo Soriano y Mempo Giardinelli.

Del primero me encanta casi todo lo que nos escribió. Sus novelas ambientadas en la siniestra Argentina peronista y su novela homenaje a Phillip Marlowe y Stan Laurel en ese gran clásico del género en español que es Triste, solitario y final. De Giardinelli con Luna caliente, una historia de obsesión, sexo y crímenes situada en la Argentina de 1977. Ambos escritores tienen más novelas. Soriano cuenta con la kafkiana El ojo de la patria (qué título), No habrá más penas ni olvido y Cuarteles de invierno. Giardinelli es autor de las más que interesantes El cielo con las manos, La revolución en bicicleta e Imposible equilibrio, entre otras, pero si he destacado Luna caliente y Triste, solitario y final es porque fueron las primeras grandes novelas que leí de ambos autores, y también poque fueron publicadas en su día por la colección Novela Negra de editorial Bruguera cuando editorial Bruguera era todavía editorial Bruguera.

Es Triste, solitario y final una novela sacudida por la nostalgia y un ajuste de cuentas de su autor con el cine, arte que amó con todo su corazón y todo su espíritu. Soriano recupera al detective privado que se creyó un caballero andante justo en el mismo momento en que lo dejó Raymon Chandler en su inconclusa Poodle Spring Story (que finalizó Robert B. Parker) y narra una aventura en la que Marlowe une fuerzas con Stan Laurel para sacarle lo colores a Hollywood. En la novela intervienen también el mismo Soriano, John Wayne, Jane Fonda y Dick van Dyke en uno de esos apasionantes juegos literarios que tanto entusiasman a los iniciados. En este caso de la novela policial, y respira cada una de sus páginas una ternura y un cálido homenaje a los populares el Gordo y el Flaco que te anima a ver todas sus películas y olvidarte del mundo. Un tío grande el Soriano, pena que ya no esté entre nosotros.

Luna caliente es una de esas historias que se te mete hasta los huesos. Giardinelli me reveló por primera vez los años oscuros de su patria, sumergiéndome en una atmósfera febril poblada por personajes reales, unos represores y otros reprimidos. Como toda novela negra que se precie, está bañada en cinismo, y uno termina su lectura atolondrado, pensando que son muchos los que hacen posible que el infierno esté en la tierra aunque también hay otros que están empeñados en que eso no sea así.

Dos libros escritos en mi lengua, en definitiva. Dos obras redondas que me tocaron el alma. Dos libros que recomiendo a los que, como yo, tengan la suerte de hacerse con ellos. En estos casos es cuando grito: ¡viva Argentina!

En otros, como comprenderán, cierro la boca.

Un saludo desde este lado del ordenador.

Y no me olvido: ¡¡¡NO AL CIERRE DEL CINE VÍCTOR!!!  

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