Va de librerías…

* Nos cuentan que la librería Canarias, ubicada actualmente en la calle del general Sanjurjo, nº18, cambiará próximamente de ubicación. La librería (que se ha especializado entre otros temas en comics, libros bélicos y de ciencia ficción) trasladará en breve sus dependencias a la calle del Pilar, zona que se ha transformado con el paso del tiempo en la de las librerías de referencia de la capital tinerfeña.

* Una queja habitual entre los aficionados a esas cosas tan raras que son los libros es la sensación de que vivimos en islas. No quiero ni imaginar cómo se sentirá el que reside en las que no son capitalinas. Intentaré explicarme. En Canarias, por si no se han enterado, existe realmente la condición insular, lo que implica ese sentimiento aislado que nos caracteriza a todos los habitantes (nacidos o no) que consumimos vida en esta parte del mundo. Las novedades bibliográficas (salvo excepciones) que aparecen en los suplementos culturales de los diarios de tirada nacional llegan tarde y mal. Y si no te queda más remedio que pedirlo a tu librero de turno, es normal que el libro preciado llegue a tus manos con una o dos semanas de retraso. Y eso con suerte. Hace unos meses que pedí un libro en una de estas librerías y aún no ha llegado. Me da, de hecho, algo de vergüenza pasar por esa misma librería para preguntarle al responsable que ha pasado con ese título…

* Loquepasaentenerife publica un interesante artículo sobre el cierre de una librería centenaria en La Orotava. Pienso en la canción aquella: algo se pierde en el alma cuando un amigo se va… 

* Ya no hay librerías de ocasión en Santa Cruz de Tenerife aunque todavía se mantiene una en La Laguna, loado sean los dioses. En mi época de adolescencia rebelde recuerdo los gratos momentos que pasaba en la legendaria Sonora rebuscando entre tongas y tongas de volúmenes viejos y usados. Gran parte de los libros que hoy forman mi improvisada e iconoclasta biblioteca se lo debo a la Sonora. Recuerdo que en la calle Ramón y Cajal había otra tiendita, aunque no se dedicaba a la venta de libros usados sino de tebeos usados. También se vendía en ella sellos y monedas y otras chucherías por el estilo. Esa tienda, Música y labores, la regentaba un señor que sé parecía bastante al Elmer de los dibujos animados de la Warner, y siempre iba ataviado con una bata de color azul obrero. Llevaba, además, un lápiz colgado en una de sus orejas, lápiz que mojaba en saliva cuando anotaba en sus cuentas las ventas del día. Siempre he pesando que este señor era pasto de una novela. En cierta ocasión hablamos y hablamos de Cuba, un país que siempre me ha fascinado y en el que había residido ese señor. Aún recuerdo su conversación y sus ojos. Estaba como en otro mundo, preso de la nostalgia diabólica. Cuando finalmente viajé a Cuba, entendí en parte aquella situación tan cinematográfica. Sin embargo, la Cuba que yo ví no fue la Cuba que él vivió. Es decir, que yo conocí la ruinosa Habana castrista y él la loca y salvaje que tan bien describió Guillermo Cabrera Infante en sus novelas. 

Ya no hay librerías cómo éstas. O viejo que se hace uno.

Saludos a este lado del ordenador.

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