El cine ya no es cine es otro cine

Escribo esto en caliente. Gracias a la Filmoteca Canaria he podido disfrutar hoy de una experiencia cinematográfica que me ha hecho retroceder a mi más descarriada adolescencia y de paso a rendirle homenaje a uno de esos artesanos hasta hoy desconocidos que contribuyeron a que me creyera todas aquellas mentiras que se hicieron verdad en pantalla grande. El filme se titula El último truco, y si bien es un pelín largo, se deja ver con mucho agrado. Sobre todo para esa fauna de cineastas que empieza. No vi a muchos, sin embargo, esta noche. Aunque sí a los de siempre. Algo es algo.

El último truco estuvo nominado a los Goya este año pero no se llevó la estatuilla del bronco pintor aragonés. No le hace falta. Es una de esas películas españolas de visión obligada para todos aquellos que quieran hacer cine. También para los que nos quemamos los ojos con todas esas cintas de pipas. Las de romanos, las de guerra con acento italiano. Incluso esa  descacharrante recreación de un héroe volador como Supersonic Man, aquella de Juan Píquer sobre un tipo enmascarado y con mallas que resolvía los problemas del mundo que provocaba un malo malísimo con el rostro del mítico Cameron Mitchell.

En fin, que de repente me vi transportado por la magia de las transparencias de ese maestro del ilusionismo llamado Emilio Ruiz del Río. Un artesano de los de antes. Un hombre de oficio. Un profesional que hizo cine. Un arte que consiguió con sus mentiras (transparencias y maquetas) hacerlas verdad en la película. Algo así dice su protagonista en este interesante documental dirigido por Sigfrid Monleón.

¿Conclusión?, que el cine ya no es cine. Es otro cine.

Saludos tremendamente nostálgicos a este lado del ordenador.

No Responses to “El cine ya no es cine es otro cine”

  1. A.J.P. Says:

    Perdóname porque me encuentro entre los que no pude ir, Eduardo… Pero estoy echando de menos a Cé.

  2. josep vilageliu Says:

    Creo que todos nos emocionamos un poquito. La verdad es que este hombre era un poco mago, nos enseñó algunos trucos (a regañadientes) pero se quedó un as en la mano. Aún así, me parecen increíbles los resultados, que un cristal pintado a dos metros de la cámara se integre con tanta precisión es cosa de brujería. YO TAMBIÉN QUIERO UNA MAQUETA DE EMILIO RUÍZ. Espero que no tengamos que recurrir a él (o a alguien como él) si en el futuro a alguien se le ocurre rodar una peli sobre estos tiempos nuestros y tenga que hacer un plano en la Plaza de La Paz… Tú ya me entiendes.

  3. editorescobillon Says:

    Vaya si te entiendo, amigo.

  4. A.J.P. Says:

    ¿Y a mí no, Eduardo?

  5. editorescobillon Says:

    Si te digo la verdad te miento.

  6. A.J.P. Says:

    Jajajajajajaaaaaa
    Cada día estoy más convencido que en ti el cine mundial está perdiendo un excelente guionista.
    Muy bueno!

  7. David Delgado Says:

    Realmente un genio que se hacía querer por todos, campechano, humano, observador, paciente, inteligente. La gente reía esta noche en el cine (y había un buen número de asistentes), reían de alegría, por ver y oír a semejante y apasionado hombre. Yo, al igual que Josep, me emocioné encogido en la butaca. Al terminar la proyección, preferí salir de la sala sin hablar con nadie, con el espíritu encogido, y agradecido.
    Salud para tod@s.

  8. Mischa Muller Says:

    Tuve la suerte de trabajar con Emilio Ruiz. Fué durante el rodaje de Fortunata y Jacinta, serie de TVE dirigida por Mario Camus. Recuerdo a Emilio subido en un “practicable”, más conocido por andamio, durante días y días. Pintaba sobre un cristal lo que era la parte superior de los decorados, que se construyeron en Prado del Rey, diseñados por Rafael Palmero y sus ayudantes Félix Murcia y Carlos Dorremoechea y que reproducían diversas calles de Madrid. Trabajaba solo, no recuerdo haberle visto con un aprendiz o ayudante a su lado. Se decía que a Emilio no le gustaba enseñar su oficio. Creo que no era así. Hay que tener mucha afición y curiosidad, armarse de muchísima paciencia para poder estar ahí subido horas y horas, días y días junto a el Artista para impregnarte de sus conocimientos. Todo aprendizaje de un oficio así, requiere una tremenda vocación. En mis idas y venidas a los camerinos para recoger a actores que debían de estar listos para las secuencias que se iban a rodar ese día, El estaba allí, solo como se refleja en el Documental que hemos podido disfrutar. Nadie estaba pendiente de El. A mi me despertaba una enorme curiosidad lo que estaba haciendo. Solía subir al practicable para estar unos ratitos junto a El y ver, a través del visor que utilizaba para ajustar su truco al decorado, la evolución de su trabajo. Nunca me nego ese privilegio. Nos avisaba cuando tenía listo su trabajo y a que hora debíamos de estar listos para rodar. En ese momento, Emilio se convertía en el auténtico protagonista de la función. Todos le consultabamos a El. Por donde podíamos mover la figuración? cuales eran nuestros límites dentro de su encuadre? cual era la luz que podía poner el Operador para reforzar el plano? Etc… Todos pendientes del momento en el que Emilio nos decía… A rodar!!! Era un fenómeno!!! Gracias Emilio por haberme permitido compartir esos pequeños, grandes momentos contigo.
    Tu y tus trabajos permanecerán entre nosotros para siempre. Viva el CINE!

  9. editorescobillon Says:

    Gracias por su contribución, señor Mischa. Todo un lujo para nuestro humilde blog.

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