Un paseo nostálgico por la Feria del Libro un día después

El Parque García Sanabria de la capital tinerfeña vuelve a la normalidad tras la celebración de la Feria del Libro. Me doy una vuelta ayer por el parque, y veo como se desmontan las carpas instaladas al efecto. Y leo la prensa local, donde el presidente de la Asociación de Libreros celebra que este año de crisis maldita haya aumentado el número de ventas (descuento de un 10 por ciento) de los ejemplares expuestos. Es una buena noticia, supongo. Aunque en ninguna de las informaciones que leo se me informa de cuál ha sido ese incremento.

El libro más vendido ha sido Los hombres que no amaban las mujeres, que es uno de esos libros que no he leido porque desconfío (prejuicioso que soy) de todos aquellos libros que todo el mundo lee y no se cansa de recomendarlo como si fuera el primer libro que ha leído. O el segundo, después del Código Da Vinci.

Paseo, digo, por el Parque, escuchando cómo se desmontan las garitas, soportando con estoicismo el calor de este verano que todavía no ha empezado, y qué quieren que les diga, no se me va de la cabeza la sensación de que esta feria, nuestra feria de esos objetos tan preciados y si quieren fetichistas que son los libros, mengua. Con o sin recortes presupuestarios.

La sensación de que en tiempos de crisis lo primero a lo que se le corta la cabeza es la Cultura. Mientras tantos, algaradas, risas, celebraciones fantasmas. En definitiva, que cuánta razón tenía el amigo Lovecraft cuando escribió lo de vivimos en una isla de plácida ignorancia. Parece que se refería a este Tenerifito feliz porque su equipo pueda subir a primera división.

País.

Saludos ligeramente irónicos a este lado del ordenador.

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