¿Una especie en extinción?

Uno es que tiene mala suerte (aunque quizá no tanta).

Me encuentro por la calle a uno de esos imbéciles que se han hecho ricos aprovechándose de las miserias canallas (que son las canarias) para que piense que tiene el derecho de soltarme su discursito moral. La idea es que viene a decirme que mi problema (¡mis problemas, imbécil!) es que tengo demasiados pajaritos en la cabeza  por mi “afición” (así lo dice, mi venerada Afrodita) a esas mis lecturas. “Pajaritos canarios, esos que cantan tan bien enjaulados”, le corrijo cerrando los puños. El empresario se hace el loco. O el que no quiere entender. Y me dice que ya va siendo hora (“con mi edad”, puntualiza el alacrán) a que organice mi futuro (¿realmente existe?). Y también mis gustos. Y mi forma de ver la vida.

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Verdad es que me siento como una especie en extinción, lo que por un lado me divierte (no sé, eso de verme como un Tiranosaurios Rex tiene su encanto), pero por otro lado me molesta porque que sepa, salvo el meteorito ese que dicen que acabó con los dinosaurios, mi especie es bastante tranquila y sensata pese a sus apetencias carnívoras, lo que me obliga a pensar no tomarme en serio lo que me digan esos depredadores de nuevo cuño.

Y mucho menos cuando se arrogan el derecho de recomendarme otro tipo de lecturas porque poco bien buscan hacer en mi persona. Me niego ( y así me va, me va, me va…) a entrar en el circuito de las moscas, ese que sólo enciende la luz verde cuando a un panal de rica miel dos mil como ellas/os acudieron…. Quién les escribe se relaja repentinamente porque se da cuenta de lo mal que vamos todos como especie.

Aunque las moscas crean que este es su momento, con eso de la crisis y que depende de su voluntad si contrato al monstruo o al bicho (se suele escoger a este espécimen) o al insecto que todavía no ha salido de la crisálida. La bestia que escribe, y que se siente vieja y cansanda y borracha de calor, mira y sonríe. No sabe (y tampoco le importa la verdad) que se sepa que aún le quedan colmillos. Y que esos colmillos, precisamente, se los debe gracias a devorar toneladas de papel en forma de novelas donde le contaron las mismas historias y cuya conclusión es casi siempre la misma: la vida es un sueño. Y los sueños, sueños son.

Saludos ¿a lo Parque Jurásico? desde este lado del ordenador.

9 Responses to “¿Una especie en extinción?”

  1. David D. Says:

    Me congratulo con usted Eduardo, y morcillas envenenadas con prosa disidente para el personaje de su encuentro.
    Un atento saludo, y gracias por sus escritos, me animan en estos personales tiempos de desesperación-desconcierto-desánimo y mentiras ajenas.

  2. Clipper Says:

    A ese alacrán lo que le molesta es que tú seas tan distinto a él. Los prefiere todos pájaros, triando al mismo son y esperando el alpiste que buenamente le sirven al agradecido. Intenta convencerte para que no distraigas su audiencia, envalentonada con la TVC y el merengazo.

  3. Ike Janacek Says:

    Don Eduardo, ¿se puede saber qué otras lecturas le recomendó el Homo Eructos ese?… Sólo de imaginar algunas me entra la risa.

    Es curioso que se vea a si mismo como un saurio, pues siempre me ha recordado usted a un gran celacanto; un superviviente de aguas profundas.

  4. editorescobillon Says:

    Ha dado usted en la diana: un celacanto. Cómo me gusta esa palabra.

  5. J Ramallo Says:

    Creo que a esos empresarios -sean alacranes imbéciles, o imbéciles ladrones- que se permiten señalar así, lo que hay que hacer es ponerles nombre, apellidos y quizá, soga… dices que te sientes como una especie en extinción; ¿y qué especie no lo está? Primero los puños; después la escritura más sosegada.

  6. Eve Harrington Says:

    Ah, ¿es que hay una edad en la que hay que pensar en el futuro? A lo mejor voy a tener que ir pensando en “sentar la cabeza” a mi edad, porque se me va a pasar el arroz… De verdad, ¡qué cosa más pueblerina y retrógrada! Está claro que el imbécil se lo pierde…

  7. Xavier Leal Says:

    Lo que es realmente triste es que en este mundo isleño haya gente que se dé el tupé de decirle a los demás cómo tienen que vivir, qué tienen que pensar y cuál es el estilo de vida que les conviene. Así nos va, siempre mirando lo ajeno y poco lo nuestro. En fin estimado Eduardo, a mi me gustan los dinosaurios, todos llegaremos a serlo algún día…jajajaj Un saludo desde el otro lado de la trinchera informativa.

  8. Cautivo y desarmado Says:

    A las araucarias altas que crecen en Canarias es imposible transplantarlas. O se cortan o se dejan en su sitio, admirando su elegancia. Dicen que sus raíces son tan fuertes que levantan los suelos y hasta derrumban los cimientos de las casas si se plantan muy cerca. Yo, Don Eduardo, no lo veo dinosaurio, sino “araucario”, demasiado crecido, sobresaliendo por encima del mediocre paisaje. Y eso sí, demasiado pegado a la casa. Eso puede dar problemas. Ahora bien, ¿que es preferible salvar, la “araucaria elegans” o la casa?

  9. editorescobillon Says:

    De mi santa casa no me saca ni Dios. ¡¡¡Esto es el Álamo, o Numancia!!!

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