Confesiones de un idiota

El idiota que les escribe está contento porque sabe que es un idiota y no un imbécil. El idiota ha estado rodeado casi toda su vida de imbéciles pero de muy pocos idiotas, y en esta Semana Negra cree haber encontrado a otros animales de su misma especie. Por eso, el idiota, creánme, está feliz. Y ese estado tan raro que es la felicidad es muy raro para un idiota porque casi siempre se siente infeliz. La felicidad, piensa el idiota mientras digiere uno de estos sagrados chuletones del norte, es para el imbécil. El imbécil es quien te hace la vida imposible, y quien se empeña en convencerte que tú eres igual de imbécil, el problema es que perteneces a otra especie. Es decir, que un imbécil es de sangre fría (un reptil de esos) y el idiota uno de sangre caliente (un mamífero, probablemente los seres más idiotas de la creación, incapaces de adaptarse a un entorno hostil si no lo cambian al gusto).

Creánme, sé de lo que hablo. Aquí, mientras escribo esto desde la distancia, pienso que mi Canarias bandera tricolor es una región de imbéciles y no de idiotas. Y que por eso así nos va. Estiradillos, ombliguistas, muertos vivientes como… iba a poner un ejemplo pero la idiotez me dicta que no sea imbécil. Ya ven.

Dos escritores idiotas para que sepan de lo que hablo: Maupassant y Chejov. Eran tan idiotas que han pasado a la historia por sus cuentos. Qué idiotas. Gracias.

Pienso en esta y otras cosas mientras hago la digestión. Pesada, los jugos gástricos haciendo música en el estómago, y me entra el temblor de los idiotas. El temblor de los idiotas es saber que, tarde o temprano, tengo que regresar a esas islas de imbéciles. No deseo que nadie se dé por aludido, recuerden que soy un idiota y suelto lo primero que se me viene a la cabeza, pero tenga esa extraña sensación de que regreso si no al infierno sí que al purgatorio. Mi Canarias ya no es mi Canarias, han triunfado los imbéciles.

Mientras hablaba con otros idiotas en Gijón, solté como un idiota que en mi tierra colonia se habían intentado apuestas (más humildes, por los dioses) como ésta. Recuerdo no más (qué viva México) aquel primer encuentro de poesía celebrado en La Laguna. ¿No lo recuerdan? Los poetas pesados leían sus obras en pubs en la vieja ciudad universitaria. Se salía de un bar a otro para escuchar a otro poeta. Viví la primera experiencia como un sueño. Ahora me doy cuenta que fue un sueño. Volvió a celebrarse, pero como estaba en manos de los imbéciles dejaron de lado a los idiotas. Y los idiotas, les duela a esa panda de alacranes, son los poetas.

En fin.

Disculpen este post tan extraño. No sé si quiera porque lo vuelco. Quizá sea con el ánimo de despertar el espíritu de los idiotas que llevamos dentro. Cuidado con el imbécil (suele ser tu jefe, o el concejal o consejero de esa cábala que son las administraciones canarias) pero sigamos siendo idiotas. Es la mejor manera de parecer que no eres inteligente ante todos ellos. Ya les cuento. Si sabré de esto.

Saludos cabalísticos desde este lado del ordenador. 

8 Responses to “Confesiones de un idiota”

  1. CH Says:

    el idiota se contenta con saber y conocer y acaso crear algo, renunciando a la posibilidad de tener una vida más cómoda y glamurosa, impotente ante la necesidad de un buen sustento y propiedades;

    el imbécil tiene lo segundo, y se aplica en ello, convencido de que sabe lo que hay que saber, salir adelante y acceder a una vida cómoda y poder consumir un poco más que algunos vecinos y aspirar a poseer lo que el vecino envidiado ya posee.

    el imbécil está convencido de su superioridad, y por eso es un imbécil en su absurda competición por lo que no importa;

    el idiota se concentra en lo que importa y, sin embargo, a duras penas supera la inseguridad que le inflige no ser capaz de obtener todo lo otro sabiendo y conociendo y creando y emocionándose.

    el imbécil es un ser convencido.
    el idiota un ser que duda.

    tamaña estupidez la del que se convence de saber.
    sólo el que duda (aún siendo un idiota, el inútil total que solemos ser todos los idiotas), puede alcanzar cierta sabiduría.

    los idiotas no son ninguna tontería. ver una de lars von trier.

  2. Clipper Says:

    No sé si prefiero que te quedes en Guijón a pasar frío… todo por leer estos fantásticos posts

  3. elintenso Says:

    Cómo me convertí en un imbécil, de Martin Page.

  4. Nando Parrado Says:

    Aunque siempre lamento el pesimismo con el que tiñe sus textos, hoy le doy mi más idiota enhorabuena. ¡¡Es usted un maestro!! Felicidades por esta reflexión tan acertada.

  5. CRISTÓBAL GARCÍA Says:

    Me alegra tener la ‘idiotez’ de leer tu blog.

  6. Eve Harrington Says:

    ¡Cuántas veces habré tenido este tipo de reflexiones! Pero no había tenido la suerte de leer a nadie con el que me sintiera tan identificada. Hoy me siento un poco menos sola en este mundo de imbéciles…Gracias otra vez, Eduardo!!

  7. editorescobillon Says:

    De idiota a idiota: ¡¡¡¡ánimo!!!!

  8. Un relato de Chejov Says:

    Eduardo, así están las cosas. Tristes, tristes cosas.

    Relee El hombre enfundado de Chejov. “Ver y oírles mentir y ser llamado idiota por aguantar sus mentiras”. Tristes, tristes cosas

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