Una novela de y sobre periodistas visionaria

Horace McCoy pasará a la historia de la literatura por sus grandes aportaciones al género policiaco. O negro. Entre sus grandes novelas se encuentra Los sudarios no tienen bolsillos, fúnebre título que en estos días sin gloria se me hace tan inquietamente actual con la situación que nos envuelve. O esa manía que tienen unos de taparnos la boca (“si piensa: a la puta calle”; “si escribe sobre lo que piensa: a la puta calle”) y que McCoy ya refleja en la novela a la que hago referencia a través de un  periodista de los de antes, sin miedo y con fe ciega en su medio. Hablamos de los turbulentos tiempos de la Depresión de los 30 que es, más o menos, la misma situación que soportamos en la actualidad aunque todavía sin el sangrante caos social que se generó en aquellos años.

He aquí de que va: Mike Dolan es un reportero que, harto de las componendas de una prensa sumisa y de ver cómo sus artículos terminan en la papelera, decide hacer la guerra por su cuenta. Pese a que sólo cuenta con su fiel amigo Eddie Bishop, la temperamental Myra Barnowski y cierto talento para conseguir dinero de las mujeres, muy pronto ve la luz Cosmopolite, un semanario por cuyas páginas desfilarán un equipo de béisbol corrupto, un médico de la alta sociedad que practica abortos ilegales, una extraña secta cuyos miembros visten túnicas y capuchones blancos y organizan reuniones a la luz de la luna… Mike Dolan, que ha pasado de tener que esquivar a sus acreedores y a los maridos celosos, a dirigir una cruzada en aras de la verdad, no tardará en comprobar que hay demasiadas personas interesadas en mantener las cosas como están y en ponerle precio a su silencio. Pero Dolan no es de los que se echan atrás… .

La novela ha sido reeditada, y merece la pena que la busquen y se me la lean para que se hagan una idea del sufrido trabajo que es ser un periodista independiente. Un tipo que, según lo describe McCoy, ha adoptado esta profesión como una forma de rabia, “un instrumento en la búsqueda de la justicia”.

En los últimos tiempos, muchos periodistas se han refugiado en ese espacio que es Internet pese a los de siempre, que miran de reojo un medio “sin control”. Quizá sea eso, precisamente, lo de una herramienta sin ataduras lo que la hace más atractiva, al tiempo que va en contra de las habituales verdades oficiosas y oficiales a las que nos tienen acostumbrado los periódicos de papel.

La independencia, mucho me temo, ya no cabe en esa prensa convencional tan feliz de mirarse el ombligo, salvo honrosas excepciones. De hecho, creo que se ha transformado no en mariposa sino en una larva hambrienta de oportunidades al acatar silencios pactados y la misión de marear la perdiz y de vocear en beneficio de quien paga, independientemente de cual sea el color del dinero. Que no tiene ideología, como todo el mundo sabe. O debe saber.

Esto fue y sigue siendo así.  Y todo eso ya lo describe McCoy en su –se me antoja ahora– visionaria Los sudarios no tienen bolsillos. Me he acordado de esta novela porque siempre he sentido, junto a David Goodis, debilidad por este escritor. No sé, la mayoría de la hermandad negra les citará a Hammett y Chandler como venerables maestros del género; y con suerte al gran Burnett o Cain o Ballinger pero para mí si hay dos escritores que me señalaron el camino fueron el solitario Goodis y el progresista McCoy, a quien le debemos además novelas con títulos tan hermosos como Di adiós al mañana, Luces de Hollywood o ¿Acaso no matan a los caballos?

En fin, háganse un favor y lean ahora Los sudarios no tienen bolsillos.

Se lo agradecerán.

A Horace McCoy, obviamente. También porque nos ayuda a mejorar, en estos tiempos de crisis y miedos desatados, nuestra cada día más inestable salud mental.

“Cuando avisaron a Dolan que el director del periódico lo quería ver en su despacho, supo enseguida que algo iba a terminar mal, y mientras subía las escaleras no dejó de pensar que era una vergüenza que no quedaran periódicos que dieran la cara. Le hubiera gustado vivir en los tiempos de Dana y Greeley, cuando un periódico era un periódico,  y a los hijos de puta se les llamaba hijos de puta y no se andaban con rodeos. Debía ser estupendo trabajar como reportero en uno de aquellos viejos periódicos. No como ahora, que el país estaba lleno de pequeños Hearst y pequeños MacFaddens que no dejaban de hacer resonar los tambores y de izar banderas en todas las páginas del periódico. (…) Lo que hacían era vender patriotismo a precios de saldo.” (Horace McCoy, Los sudarios no tienen bolsillo

Saludos, una vez más negrocriminalesypoliciales, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “Una novela de y sobre periodistas visionaria”

  1. Lobo Says:

    Repasando la prenda local. ¿de verdad crees que hubo alguna vez prensa independiente en estas islas”

  2. editorescobillon Says:

    Sinceramente: SÍ.

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