Si yo a Cuba le cantara…

Pese a que no me va esa música y soy de los que huyo como de la peste de los macroconciertos que venden buenas intenciones, confieso que me pegué la noche del domingo pasado viendo las aproximadamente cinco horas del Concierto por la Paz entre los Pueblos celebrado en La Habana porque mis vinculaciones con esa hermosísima capital que se desmorona y Cuba me viene de muy atrás. De tan atrás que todavía conservo con insólita lucidez en mi memoria el día en que me dio por adentrarme primero en la revolución que encabezó Fidel Castro a partir de 1953 con el asalto al cuartel de La Moncada, y más tarde por la historia en general de un país donde la palabra España aún se saborea aún con delicioso acento caribeño.

De todas formas llegué a Cuba y sus hechos de la manera más estrafalaria. Les comento, todo empezó en el cine Rex, donde proyectaban Che! de Richard Fleischer. Recuerdo, y era un chaval por aquel entonces, que mientras veía a Omar Shariff interpretando al mítico guerrillero y a Jack Palance a un Fidel que ha perdido la cabeza, pensaba: “esto no puede ser verdad. Esto no puede ser verdad”. He vuelto a ver la película del casi siempre solvente Fleischer un montón de veces, y si bien no es, por razones obvias, uno de los mejores trabajos del cineasta, el paso del tiempo la conserva como una simpática e ingenua cinta anticomunista.

Dos o tres días después de ver la cinta, pude hacerme con una biografía de Ernesto Guevara de igual perfil antimarxista, señalando al Che como una especie de condotiero moderno, un aventurero mercenario al servicio de una idea que, en palabras del genial escritor Guillermo Cabrera Infante, es la siguiente: “el comunismo es el fascismo de los pobres”. Mis lecturas guevarianas se fueron así sucediendo. Es decir, que continué leyendo más biografías sin términos medios, escritas por personas que lo odiaban o lo admiraban. También devoré, porque esa es la palabra exacta, su relato Pasajes de una guerra revolucionaria y su dramático Diario de Bolivia, que ha sido calificado por algún estudioso sagaz como una especie de viaje al corazón de las tinieblas.

Como las lecturas sobre el Che llegaron a cansarme, y el periodo más atractivo de su agitada e intensísima vida se desarrolló en Cuba, es natural que mi atención se pusiera entonces del lado de todas esa obra gigantesca que se ha escrito y se escribirá sobre la Cuba revolucionaria. Trabajos algunos de ellos excelentes, aunque el grueso se decante por estar a favor o no de lo que hizo Castro tras triunfar por goleada política a partir de 1959.

Pasó el tiempo, y ya trabajando como periodista tuve la ocasión de visitar la isla en varias ocasiones para peregrinar por todos aquellos lugares que el sistema castrista ha convertido hoy en santuarios de su envejecida y rancia revolución. Les confieso que estas visitas provocaron poco a poco que mis simpatías por el proceso se fueran desmoronando aunque mi fascinación por La Habana y la isla entera me siguen atrayendo con la fuerza de un imán. En el fondo, sospecho que se debe a que Cuba parece detenida en la década de los 50. O lo que es lo mismo, es una especie de cápsula del tiempo.

Mi pasión por Cuba se ha enfriado levemente, pero continúo siguiendo con atención cualquier visión que a través de los medios de comunicación me proporcionan de ese país con forma de lagarto. Viví así a través de la pequeña pantalla la visita del Papa, el tropiezo de Fidel, el indignante juicio al que fue sometido el general Ochoa y el ascenso reciente de Raúl Castro al poder. También, y a través de you tube, he asistido a las honras fúnebres que se le rindieron recientemente al comandante Juan Almeida, a uno de cuyos hermanos conocí en uno de esos viajes a Cuba en los que me acredité como informador. Y el domingo pasado, contaba, el macroconcierto por la Paz encabezado por Juanes.

Reitero que no soy un aficionado de estas músicas, pero atendiendo a la actualidad cubana con meridiana lealtad día a día, pensé que merecía la pena verlo (y también disfrutarlo) en directo. Globalizados que estamos. Además, y con la mosca detrás de la oreja por los ataques que el exilio furibundo de Miami sigue dirigiendo contra ese país caribeño, cualquier acto que se celebre en Cuba con carácter internacional siempre irá acompañado de la polémica más encendida.

En este sentido, se me puso la piel de gallina al observar como una apisonadora aplastaba en las calles de Miami los discos de Juanes y otros artistas considerados ahora traidores por el exilio. La imagen, de hecho, me recordó a la quema de libros por los nazis, sólo que las páginas de papel fueron sustituidas en esta ocasión por compactos resquebrajados.

¿El concierto? El concierto en sí tuvo momentos emocionales, en especial cuando Juanes animó a que la gran familia cubana fuera una (lo mismo podría haber dicho de Colombia o Venezuela). Claro que, pensé, para que Cuba, Colombia o Venezuela sea una es necesario que en el caso concreto de Cuba la gerotoncracia militar que domina los destinos de la patria de Martí se disuelva y dé paso a un modelo democrático para que toda esa isla (la de dentro y la de fuera) cure de una vez sus heridas. Una de esas venas abiertas de Latinoamérica que Eduardo Galeano no nos cuenta en sus libros vindicativos.

Esta misma mañana he repasado lo que se ha dicho sobre este macroconciertos en las televisiones de Miami, y si bien la conclusión continúa siendo la misma para todos ellos: un rencor que imposibilita cualquier diálogo entre las partes en conflicto, me di cuenta que la solución para Cuba es que todos los viejos (los comunistas apoltronados y los cubanos norteamericanos que sudan hiel) se aparten a un lado para dejar paso a esas nuevas y entusiasmadas generaciones hartas ya de las batallitas de sus abuelos.

Si de algo sirvió este concierto fue para eso. Aunque mucho me temo que los dinosaurios de un signo y del otro no se den por enterados. En Cuba continuará la dictadura castrista y en Miami el empecinamiento de un exilio octogenario que sólo se alimenta de odio.

Saludos, en plan asere que volá, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “Si yo a Cuba le cantara…”

  1. Maceo Says:

    ¡¡¡Viva Cuba Libre!!!

  2. editorescobillon Says:

    Añado: de la casposa revolución y del casposo exilio octogenario de Miami.

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