¡Señoritaaaaa!

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El mejor cine español está contenido en los años cincuenta y principios de los sesenta. Este es mi juicio como espectador. Y gran parte de esa grandeza se debe a títulos que han terminado por convertirse en obra maestras del humor negro como El pisito, El cochecito, Los jueves, milagro y Plácido. También a retratos perversos y cómicos de la mediocridad celtibérica de la postguerra (Atraco a las tres) e incluso a entrañables y casposas historias familiares como La gran familia (y secuelas) que estuvieron protagonizadas todas ellas por un señor bajito, bigote facha y preocupante alopecia llamado José Luis López Vázquez. Probablemente el mejor actor que supo encarnar al españolito de a pie en pantalla grande.

Si me preguntan cómo imagino a los españoles de aquellos años, de aquella España que comenzaba a recuperarse de la pesadilla de la Guerra Civil, siempre tiene el rostro de López Vázquez. Un tipo que casi siempre hacía de señor cabreado, de chulo al que nadie le hacía caso y dotado de una voz prodigiosa cuyo timbre nunca jamás podrá ser imitado. Su “señoritaaaa…” pasará a la historia de nuestro cine con letras mayúsculas. Seña de identidad de un caballero profundo y algo rancio que se me antoja como una caricatura fina e inteligente de un tiempo que mi memoria cinéfila evoca en blanco y negro.

Recordando sus películas, y explorando en mis sentimientos como espectador los efectos que me generaba y seguirá generando, creo que López Vázquez, como casi todos los grandes actores y actrices de su tiempo, era consciente de su papel, personaje que fue modelando a su manera hasta transformalo, les contaba, en seña de identidad de quienes se abrían paso en aquel mundo complejo y difícil. Absurdamente reprimido y deprimente.

Fue además de un gran actor de comedias un profesional capaz de meterse en el drama, dando matices a sus personajes. A mí me encanta en esa película a redescubrir que es El bosque del lobo, del interesantísimo Pedro Olea; o en Mi querida señorita de Jaime de Armiñán, donde interpreta a una ¡mujer! y a un caballero. Aunque cuenta con más películas, muchas de ellas sonrojantes vistas en nuestros días donde nos venden pesadillas pseudos intelectuales llamadas, pongamos por ejemplo, Ágora, pero divertidas por sencillas y aparatosamente ingenuas como Sor Citröen, con la sin par Gracita Morales (actriz que estuvo casada con un familiar del actual alcalde de Santa Cruz de Tenerife).

Luis García Berlanga lo recuperó más tarde y en plena Transición para su serie de La escopeta nacional, donde repetía con más histrionismo si cabe su papel de siempre: español corajudo, pequeño pero matón. Facha de chiste. Pero si está presente en la memoria de la mayoría de los aficionados al cine de mi generación es por su papel de ciudadano perdido en la todavía estremecedora La cabina, de Antonio Mercero y con guión de un tal José Luis Garci antes de que se diera cuenta de qué grande es el cine.

A mi la imagen del pobre hombre encerrado en la cabina de teléfonos todavía me produce escalofríos, y me dio por reinterpretar, cuando habían cabinas de teléfono cerradas, aquella fascinante historia que, pasado el tiempo, comprendí que era metáfora de nuestra soledad como seres humanos moviéndonos en la jungla que es la ciudad. Grande o pequeña, que siempre es jungla.

Se ha muerto el genio. El maestro, el actorazo. Su señoritaaa me acompaña como un mantra mientras escribo estas líneas nerviosas. No sé si le rindo buen homenaje, de todas formas el mejor homenaje me lo ofreció él en pantalla. Grande y pequeña.

Y les dejo, Plácido me está llamando desde el televisor.

Saludos al maestro a este lado del ordenador.

4 Responses to “¡Señoritaaaaa!”

  1. Bruno Says:

    Buen homenaje, Eduardo, a un actor que algunos críticos nunca quisieron apreciar. Esta vez estoy de acuerdo contigo y con Álex de la Iglesia: “Plácido” es un obra maestra. Quizá sólo Robert Altman ha sido capaz de hacer otra sátira colectiva a la altura de la cinta de Berlanga. Un abrazo.

  2. Sergio Says:

    Se nos va otro grande de la escena. Espero que. por lo menos, haya dejado escuela y secuela en estas nuevas generaciones que lo quieren todo de inmediato. Y más allá de radiografías, ¡qué profesionalidad!

  3. Javier Says:

    Muy bien escrito, Eduardo. Desde luego coincido contigo en que López Vazquez fué uno de los dos o tres mejores actores de la historia del cine en España. Hay que darse cuenta que intervino en , quizás, las dos mejores películas españolas de todos los tiempos : El Verdugo y Plácido y eso no puede ser casualidad.
    Como homenaje, permíteme que te recomiende una película en la que hace un paper secundario (como en otras tantas ocasiones) pero donde demuestra sus capacidades , a peser de su juventud, al lado de otro “grande” del cine Español, Luis Prendes.
    Se trata de “de espaldas a la puerta” (1.959) de José Mª Forqué, con una jovencísisima y guapísima Enma Penella. Es una película que podría haber estado firmada por cualquier gran director de cine negro de Hollywood.
    Descanse en Paz.

  4. buaxam Says:

    Magnífica reseña biosentimental del gran L.V. En efecto, a muchos y muchas de los que peinamos algunas canas, la imágen del inicio de la locura, sufrida por el protagonista de La Cabina ante una situación tan humorística como trágica, nos acompañará (¿nos perseguirá?) toda nuestra vida. Fue, al menos para mí, su gran papel.
    Coincido con el editor en su soslayado comentario sobre Ágora: debo confesar que fui a verla el pasado sábado… ¡y me dormí! (lo siento, lo siento, lo siento…). No la pude entender (o aguantar…).
    Felicidades de nuevo por el sentido homenaje al eterno caballero español que fue José Luis López Vázquez.

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