La maldición del hombre lobo: muere Jacinto Molina. Vive Paul Naschy

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No tenía un físico resultón. Ni siquiera una cara inquietante. Su cuerpo, forjado en la disciplina de la halterofilia, no era lo que se dice muy felino, más bien robusto, pero aquel que comenzó siendo Jacinto Molina y para todos nosotros Paul Naschy consiguió a base de tenacidad y un amor al fantástico desarmante lo que parecía imposible, que se codeara en vida, y desde hoy en el reino de los no muertos, con los más grandes actores y actrices del género de terror.

¿Escuchan el lamento de los lobos? Lloran mirando a la luna llena y plateada porque se les ha ido de juerga eterna uno de los hombres que más contribuyó a consolidar el mito del licántropo en el cine. Naschy fue Waldemar Daninsky, aquel personaje trágico que se transformaba en un hombre peludo y rabioso pese a que su otra mitad humana, encadenada y doliente, se esforzara por pasar el mono mientras era sacudido por la metamorfosis que nos aqueja a todos aquellos que hemos sido marcados por El Lobo.

Paul Naschy forma parte ya de la Historia del cine fantástico y no sólo del todavía subdesarrollado cine español. Si Naschy era su nombre artístico, Daninsky fue el personaje por el que muchos aficionados lo recordaremos cuando nos llame también la hora de la tumba.

Con graves problemas de alopecia en los últimos tiempos, pero siempre pinta de tipo simpático, Naschy se hizo querer entre los aficionados que crecimos con su cine. No daba miedo, o al menos a mí nunca me dio miedo, pero cada una de las películas que protagonizó e incluso dirigió, vistas hoy siguen siendo igual de audaces y delirantes que por aquel entonces, lo que pide a gritos urgentemente su recuperación.

Recuerdo la de sonrisas cuajadas de horror que me provocaron filmes como El jorobado de la morgue, una cinta con ecos lovecraftianos de una dureza loca irrepetible. También su estremecedora composición de Gilles de Lancre (una suerte de zombificado y retorcido Gilles de Ray) en la descacharrante y demoledora El mariscal del infierno. O en El espanto surge de la tumba y también en Exorcismo. Largometrajes todos ellos que no harán pestañear a los aficionados al cine serio –o ese que no sé yo si sus seguidores se toman tan en serio–, pero que conmueve porque forma parte de la memoria cinéfila de quienes nos curtimos sin sonrojo en las sesiones de cine de barrio.

Escucho el aullido triste de los lobos y comprendo que yo también soy de aquellos que tiene la marca del licántropo metida en el alma. Por eso, enterarme hoy por un frío mensaje telefónico que nos ha dejado el hombre pero no el mito, me llena de una tristeza extraña. Tristeza porque en este país que apoya la producción de películas que sólo ven familiares y amigos del director y sus actores, disfrazadas casi siempre de incomprensible comedia, Naschy se empeñó en hacer cine fantástico pese a que la ridícula Industria nacional lo mirara con desprecio y la crítica cegata se cebara en su contra acusándolo (en el mejor de los casos) de aficionado. Afortunadamente, Daninsky no les prestó mucha atención, aunque humillado y ofendido continuó haciendo su trabajo lo mejor que pudo: con loable entusiasmo e independencia. Y ese entusiasmo e independencia supo contagiárselo a espectadores de todo el mundo, donde para algunos es una leyenda venerada como en el insólito Japón.

Hace unas semanas leí un estupendo artículo de Juan Manuel de Prada en el suplemento cultural del ABCABCD de las artes y las letras, donde elogiaba El huerto del francés, la segunda película como director de Jacinto Molina. Impecablemente escrito, el autor de Las máscaras del héroe defendía un título de nuestro habitualmente aburrido y ombliguista cine español, dando a entender a quienes lapidaron a Naschy cuán equivocados estaban al no saber valorar el talento de nuestro peculiar fabricante de pesadillas nocturnas.

Claro que estas cosas pasan.

Así que será fruto de la casualidad, hermanas y hermanos licántropos, pero mañana miércoles tenemos luna llena.

Saludos, encadenado y aullando, desde este lado del ordenador.

One Response to “La maldición del hombre lobo: muere Jacinto Molina. Vive Paul Naschy”

  1. Waldemar Daninsky Says:

    Buen homenaje, editor. Pero Jacinto Molina vive también en Paul Naschy. Nos vemos en noches de luna llena. Auuuuuuuu!!!!!

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