Un nuevo y bizarro capítulo del serial ‘Nuestro recordado cine Víctor. ¿Muerto y enterrado?’

melies2.jpg

Si el polémico cierre (o abandono) por parte del Cabildo de Tenerife del cine Víctor suscitó polémica precisamente por una mala campaña de comunicación al advertirse pocos meses antes de su defunción a los espectadores –tras un patético secretismo a voces– aquello de se acabó lo que se daba, debo confesar que me sorprende y abruma la tenacidad que tienen los miembros que se agrupan en torno a la UPAC (Unión Profesional Audiovisual de Canarias) por revivir al muerto cada cierto tiempo. Hoy mismo, anuncian negociaciones que ilumina el cada día menos iluminado corazón de quienes pensamos que los santacruceros, y los habitantes de las islas en general, guardan una deuda histórica con el palacio cinematográfico por excelencia del archipiélago.

Leo así esta mañana una noticia en la que se anuncia que la UPAC iniciará el próximo año nuevas rondas de conversaciones con el objetivo de “cerrar” acuerdos con los organismos públicos para la reapertura de la sala. Sala cuyo proyector dejó de derramar ilusiones en celuloide un trágico e infame 31 de diciembre de 2008.

La información destaca que, al parecer, hay voluntad por escuchar propuestas por parte de la santísima trinidad a la que se quiere implicar en el asunto: el Ayuntamiento de Santa Cruz, el Cabildo de Tenerife y el Gobierno de Canarias, pero personalmente y a estas alturas de la prórroga, este delicado presunto interés me suena más que nunca al cuento de ¡qué viene el lobo! O el de la niña que de tanto tomarle el pelo a sus vecinos pidiendo auxilio por un lobo que no existía acabó siendo devorada por un lobo real porque ya nadie hacía caso de sus gritos de socorro.

Si algo bueno tiene el empeño de la UPAC, pese a todo, es que cada dos por tres insiste en que continúa con su idea de reabrir el Cine –aunque no tengamos muy claro con que objetivos, pero atendiendo a las siglas imaginamos que culturales–, lo que ha originado que el nombre del Víctor aparezca y desaparezca cada cierto tiempo en los medios recordando a la ciudadanía que ese palacio diseñado por el arquitecto José Enrique Marrero Regalado (el mismo señor que diseñó, paradójicamente en esta historia de paradojas, el Cabildo tinerfeño) sigue estando presente. Como si se resistiera a desaparecer de nuestra memoria.

Ya lo hemos denunciado en este mismo blog, pasar delante del Víctor es una de las experiencias más amargas para cualquier tinerfeño que se precie. Atisbar por el enrejado el estado en el que se encuentra su antaño lujosa entrada produce, sencillamente, grima. Ya podrían los dueños, al menos, adecentar su aspecto. Cada vez que lo veo, pienso en esos esplendorosos edificios habaneros envejecidos prematuramente por desidia. No sé si isleña.

Pese a sus irregularidades, creo como santacrucero que mi ciudad no es fea, tampoco una urbe para tirar voladores pero algo me reconcome la cabeza cuando asisto escandalizado a cómo estamos dejando que se afee cada día un poquito más. Y un poquito más también. Como si a nadie le importara un pimiento.

Claro está que nos queda La Laguna.

Y sus noches en blanco.

Que los dioses nos cojan pues confesados.

Saludos, hermanas y hermanos, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “Un nuevo y bizarro capítulo del serial ‘Nuestro recordado cine Víctor. ¿Muerto y enterrado?’”

  1. periodista Says:

    No me creo nada. Nada de nada.

  2. editorescobillon Says:

    ¿Por qué? Dios cuando cierra una puerta abre una ventana.

Escribe una respuesta