Simplemente imagina…

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No hay mal que por bien no venga, porque este que les escribe y que pasó por un vendaval el pasado domingo, hoy se ha recuperado al mundo gracias a uno de esos extraños milagros que te hacen tan deliciosamente soportable el peso de la existencia.

Casi empaña ligeramente esta sintonía tan positiva la de enterarme que hoy, precisamente, tal día como hoy pero casi treinta años atrás, mataron a tiros a John Lennon a las puertas de su casa. Así que inevitablemente rebobino el disco duro de mi memoria y busco en los desordenados archivos que lo vertebran dónde estaba ese día.

Y sí, recuerdo exactamente que estaba haciendo ese día después de enterarme que el fabuloso compositor de Imagine ya no estaba entre nosotros. Y como sucede casi siempre con esos grandes acontecimientos históricos, permanecen todavía frescos en ese lugar donde sueles guardar tus recuerdos. Malos o buenos.

Será porque las fechas que hacen historia y que te afectan a pesar de que seas una pobre hormiga en este universo de pobres hormigas, parecen que están ahí para recordarte que formas parte de una época. Y que todas las épocas marcan tu registro personal.

En la plaza de la Paz de la capital tinerfeña nos reunimos al caer la tarde un grupo de personas con velas encendidas. Hubo silencio, algún que otro llanto y una emoción extraña por ese ausente al que no conocíamos personalmente pero del que sabíamos casi todo gracias a sus canciones.

Para muchos aficionados a The Betales, Lennon era el genio creador del cuarteto. Nunca me han gustado las comparaciones porque como señala el dicho son realmente odiosas, pero confieso que junto a George Harrison, sí que sentía especial predilección por estos dos. De todas formas, y por influencia familiar, mis oídos se acostumbraron más al potente sonido de The Rolling Stones, pero estas cosas pasan en las mejores familias, supongo.

Lennon, no obstante, y no sé si a raíz de su muerte o de una vida plagada de continuas luchas por cosas tan absolutamente necesarias como la paz, estaba por encima del bien y del mal cuando con otros amigos discutíamos si la música de los piedras rodantes era mejor y más rockera que la de la pandilla de los escarabajos.

Así que el mejor homenaje que puedo tributarle a este tipo que lleva ya casi treinta años sin estar entre nosotros es el de escuchar una vez más sus discos. Con o sin The Beatles, y pensar que como todas las cosas buenas que nos acompañan en este extraño dambular que es la vida, todavía está junto a nosotros.

¡Qué extraño sentimentalismo el mío! Pero es que hoy ha sido uno de esos días en los que parece que el mundo conspira para hacerte feliz.

Saludos, con la firme voluntad de darle una oportunidad a la paz, desde este lado del ordenador.

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