Querido diario, querida mentira…

INTRODUCCIÓN ¿FALSA Y SENTIMENTAL?

El paso de los años hace que te gusten cosas que en tu niñez, adolescencia y juventud detestabas. Ignoro si es un signo de madurez espiritual u otro elemento más al que tienes que sumar al inevitable recordatorio de que tu cuerpo es una maquinaria que se oxida con el paso implacable de los años, pero en todo este tiempo que llevo caminando al borde del filo de la navaja, como diría el maestro Maugham, he encontrado refugio en muchas de aquellas cosas que antaño me resultaban indiferentes. Este fenómeno, que entiendo que no es particular para nada, ha cambiado incluso el registro de mi mirada con las personas que tengo alrededor, algunas de las cuales consideraba como referentes en mi devenir existencial y hoy, precisamente, hoy, he descubierto que me son completamente desconocidas.

Es probable, no obstante, que esté harto de tanto disfraz y máscara.

Y bien es verdad que me encuentro en una situación donde todo este artificio ya no me es necesario pero si echo una mirada hacia atrás tampoco me reconozco cuando funcionaba con ese antifaz puesto sobre los ojos.

“Si vas así de enmascarado –me recomendó en cierta ocasión alguien muy querido– podrás sobrevivir por este territorio…” Paradójicamente quien me lo sugirió nunca fue así por la vida y les aseguro que su existencia, por modesta y humilde que fuera, se convirtió en una especie de referente para quien les escribe, alguien que últimamente está empeñado en ser él mismo. Sin disfraz alguno.

QUERIDO DIARIO…

Comenzaba diciendo que hay cosas que si bien apartaste de tu lado cuando eras más tonto y presuntamente rebelde, con el transcurrir de los años descubres gratamente sorprendido porque ahora sabes que se trataban de tesoros que dejaste en el camino con la sospecha de que algún día volverías a ellos.

Uno de esos baúles que tenía escondido en el fondo del océano de mi fragmentada memoria son los diarios. Género literario que nunca me había hecho ni fu ni fa quizá porque pensaba que se trataban de relatos de experiencias diarias, reflexiones que cualquiera escribió en su momento para sí mismo.

No sé ustedes, pero yo mismo llevo un diario. Un diario al que recurro de tanto en tanto y que no actualizo como otras cosas en mi devenir existencial pero al que recurro cuando la tormenta que agita mis ideas de tanto en tanto me parece  insoportable.

Estos diarios –son ya varios cuadernos escolares garabateados con letras nerviosa a los que denomino con rimbombante estupidez Cuando el dragón despierte– no recogen aquellos sucesos que me han hecho feliz o infeliz la existencia diaria sino reflejan mis estados de ánimo con tal desnudez que, revisándolos ayer mismo, se me pusieron los pelos de punta.

Y de punta porque descubrí con una amarga sonrisa que todos aquellos demonios que intentaba mandar a paseo se reproducen de distinta manera pese a que crea que los había asesinado a través de esas palabras furiosas.

He llegado así a la conclusión de que mis diarios no son tales diarios sino cuadernos que, a su manera, me sirvieron y me sirven de terapia para encontrar cierta serenidad de espíritu.

Pienso así, tras esta temporada que me ha entrado por devorar cualquier diario publicado, que son mecanismos de una desnudez literaria diría que perfecta. O un intento, una vez más, de dejar constancia que fuimos personas en esto que llaman mundo.

TRAIDOR

Confieso, si han llegado hasta estas líneas, que desconfío de todos aquellos diarios que publica un autor en vida ya que entiendo que su propósito es el de aspirar (y no es eso) el de sincerarse falsamente con su entorno revelando sus estupideces particulares. Hacer pública sus neuras, como si pretendiera ser la estrella de portada de un Private mostrando sus vísceras públicamente.

Un buen diario publicado para que lo lean otros –lo que significa una traición a la autora o el autor que lo fue escribiendo pacientemente para desahogo personal mientras estaba entre los vivos.. — es aquel que llega a nosotros cuando su autora o autor ya no está entre nosotros.

Quizá, pienso, porque su autora o autor ya no está entre nosotros y a los muertos se les perdona casi todo.

¿LAS DOS CARAS DE UNA MISMA MONEDA?

En contra de lo que pudiera parecer si hay dos diarios que me han marcado por su siniestra falsedad son El diario de Bolivia, de Ernesto Guevara, y Los diarios del doctor Goebbels. Y no porque su calidad literaria resulte excepcional sino porque en ambos trabajos me sumergí en eso que Joseph Conrad denominó con acierto el corazón de las tinieblas.

El diario del Che en tierras de Bolivia es un libro amargo. La crónica de un fracaso anunciado. Es como si el mítico guerrillero intuyera su dramático final nada más iniciarlo un 7 de noviembre de 1966 con estas reveladoras palabras: “Hoy comienza una nueva etapa”. La última entrada, fechada el 7 de octubre de 1967, la redactó apenas dos días antes que fuera apresado y posteriormente ejecutado por el ejército boliviano. En la misma se puede leer: “Se cumplieron los 11 meses de nuestra inauguración guerrillera sin complicaciones, bucólicamente”.

En cuanto a la edición que dispongo de los diarios del doctor Goebbels comentar que se trata de una traducción al castellano publicada en 1952. Así que faltan muchos fragmentos de la reedición que hace unos años se publicó en España. Entradas que, sinceramente, no creo que aporten mucho material para que el interesado se haga un retrato del repaso casi diario que este genio demoníaco de la propaganda política transcribió en estos papeles privados.

La edición comienza con una anotación fechada el 21 de enero de 1942: “El Japón nos ha comunicado que ha pedido a Tailandia que por el momento no declare la guerra a Inglaterra ni se adhiera al Pacto Tripartito, ya que los nipones desean utilizar su territorio durante todo el tiempo que les sea posible para reunir las fuerzas que van a luchar contra Birmania, sin verse molestados por raids aéreos enemigos”.

Finaliza el 9 de diciembre de 1943: “Se ha pedido un comunicado lleno de frases pomposas acerca de las entrevistas celebradas en El Cairo por Roosvelt y Churchill con Ínönü”.

Reproduzco inicios y finales de ambos diarios porque lo que quiero interpretar con ello es que lo fascinante –y a la vez tremendamente tenebroso– de estos escritos es que, entiendo, pese a que sus protagonistas  (ideológicamente en las antípodas) intuyeran que se cernía el final, ambos se negaron a reflejarlo en sus escritos personales.

Circunstancia que me lleva a una conclusión entre otras muchas.

El hombre que dice ser un idealista es un puñetero mentiroso.

Y en los dos casos que expongo más si cabe  porque su sueño fue, precisamente, ese fuego que alimenta el corazón de las tinieblas.

Saludos, tras estrecharle la mano sin efusión alguna al señor Kurtz, desde este lado del ordenador.

7 Responses to “Querido diario, querida mentira…”

  1. bien Says:

    todo lo que se escribe es mentira, de algún modo. y últimamente está muy de moda la autoficción. no sé si has oído hablar de la autoficción. pues eso.

  2. admin Says:

    Me imagino que la autoficción (¿por qué me sonará tanto a autoaflicción?) es un poco lo que vengo a contar en el post, aunque en este caso me refiero a los diarios personales que algunos, por vanidad existencial, transcribimos sin demasiada periodicidad.

  3. bien Says:

    acabo de encontrar un blog que se dedica a la autoficción exclusivamente.

    http://autoficcion.es/?page_id=14

    ¿Qué es? Básicamente, un tipo de narrativa en la que el autor presta su nombre propio a un doble de ficción, su personaje. De este modo, parecería que el autor nos está ofreciendo un relato autobiográfico pero, al mismo tiempo, nos avisa de que no nos tomemos sus confesiones en serio pues su libro no es más que una novela”.

  4. bien Says:

    me parece interesante… poco que ver con la autoaflicción…

  5. Tweets that mention El escobillon » Blog Archive » Querido diario, querida mentira… -- Topsy.com Says:

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  6. admin Says:

    Gracias por la direccíón. Y que conste en acta: me encanta ese nuevo ¿género literario?

  7. bien Says:

    me alegro.

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