Desgarrador

Stephen King es un escritor al que recurro en los momentos bajos, esos que te envuelven como si se tratara de plástico y de los que parece imposible salir. Con el paso de los años, y llevo siguiéndole la huella a este escritor desde la noche de los tiempos, me he dado cuenta que hundiéndome en sus historias la losa de la depresión unida a un cansancio existencial de manual, suelen sanarme periódicamente. Quizá porque tengo la cabeza y el alma dispuesta para sumergirme en sus ocasionales tenebrosas pesadillas.

Algunos podrán llevarse las manos a la cabeza intentando explicar cómo para salir del pozo recurro a la obra de un escritor que ha sabido modernizar como nadie las claves del género, pero así son las cosas. Justifico este seguimiento además porque es un hombre que cuando está inspirado escribe muy bien y para todos los públicos, y conociendo como conoce las reglas de cómo atrapar el interés del lector en novelones que ocasionalmente sobrepasan las 700 páginas, tiene lo que se dice su mérito.

Entiendo aunque no comprenda el rechazo que rodea a King entre algunos aficionados no ya al género que tan bien cultiva sino entre los que van por la vida vendiendo seriedad en sus momentos de entretenimiento. Y leer es un entretenimiento que, desgraciadamente, muchos están empeñados en monopolizar cuando el escritor que se menciona pertenece al ejército de los que venden libros. Y King vende libros. Muchos libros. De hecho, la gente como yo no suele comprar sus libros por el título sino porque están escritos por él. Stephen King se ha transformado así en una marca que hace dinero independientemente de lo que escriba.

Como muchos aficionados me inicié en su universo leyendo Carrie y más tarde La hora del vampiro, ambas editadas en Chile por Pomaire. Devoré a continuación Insólito resplandor, también en Pomaire y la recopilación de relatos agrupados en el volumen El umbral de la noche.

A medida que iba produciendo, cada vez con más endemoniado entusiasmo, reconozco que empecé a perder interés por sus nuevas novelas (La zona muerta, Christine, Ojos de fuego, Cujo…) porque me daba la sensación de que eran nuevas vueltas de tuerca de sus primeras historias (adolescentes con poderes, entidades maléficas con reminiscencias lovecraftianas) hasta dejarlo aparcado –pensaba entonces que definitivamente aparcado– tras devorar obras magnas como La danza de la muerte e It. No obstante, y cuando la pesadilla de la realidad volvía a amenazarme desde su escondite, me procuraba algunos de sus nuevos libros en ediciones de bolsillo con la esperanza de superar esa fase en la que parece que una mano quiere tirarte definitivamente al abismo.

Me encontraba al borde de caer en la trampa por esa broma que son los golpes de la vida cuando descubro Duma Key, y la leo mientras dejo que la noche y los días pasen porque logra algo que parecía imposible en esta extraña relación de amor y odio que mantengo con el escritor. En especial desde que inició el para mi incomprensible ciclo de La torre oscura.

Con Duma Key he sentido algo que no sentía con sus novelas desde su ya clásica La hora del vampiro (Salem’s Lot): me atrapó y, lo que es mejor, sentí miedo y preocupación por lo que podría sucederles a sus protagonistas. También me envolvió esa extraña sensación que me pasa a veces de ir demorando la lectura –casi como si viajara a 20 kilómetros por hora por una autopista– con el objetivo de no llegar con prisas a su the end.

Será porque mientras la leía tenía los cinco sentidos puesta en ella y estaba sumido en la inquietud. Gracias a ello logré escuchar amplificado el ronroneo de la nevera y las gotas del grifo de la cocina caer contra el fregadero.

Así que percibir esa sensación de miedo es un aliciente para quien está iniciado en entretenerse con estas cosas. Sensación que se multiplica cuando se trata de la novela de un escritor que ha escrito tanto (y entre tanto, tantas cosas tan malas) que me sorprende y entusiasma.

Y entusiasma porque una vez más King usando sus mecanismos habituales (tener talento implica un precio, el mal es una entidad muy vaga, personajes de clase media alta relativamente liberales y la necesidad de contar con amigos cuando la familia se deshace) escribe un relato francamente bueno con ecos de William Hope Hogdson (el terror procede del mar) y desarrollar su acción en un escenario aparentetemente paradisíaco como es uno de los tantos cayos que bañan la costa de Florida. Sus personajes principales, además, rondan los 50 años de edad.

Terminé de leer esta novela hace unas horas con la pretensión de que sedimentara dentro de mi cabeza. No sé cuanto tiempo aguantará en ese rincón del cerebro donde escondo mis tesoros aunque intuyo que poco. Pero estas cosas me pasan con casi todas las grandes novelas de King, las disfruto muy mucho cuando las leo y las olvido con asombrosa facilidad cuando las dejo. El mismo escritor ha dicho a propósito que escribe para que sus libros sean leídos lo que dura un trayecto largo de avión. Puro entretenimiento. Delicioso entretenimiento, añadiría.

Tanto, que siento que todavía me encuentro en las fantásticas y solitarias playas de Duma Key esperando encontrarme a…

En fin.

Saludos, kingneanos, desde este lado del ordenador.

5 Responses to “Desgarrador”

  1. crowley Says:

    Lo mejor de este fragmento crítico es que hacía mucho tiempo que no leía una crítica literaria donde el alma del crítico es mucho más interesante que la obra y el escritor que son analizados. La pasión, con todo lo infantil que lleva dentro, con que se lee a un autor, digase lo que se diga, de bestsellers y de obras para vender en supermercados, es tanta, que eleva a arte lo que es suficiencia y talento, nada que ver siquiera con el modelo sobre el que Stephen King, un escritor superficial, por lo menos cuando no escribe novelas de terror, como es Hodgson, un maestro de los horrores ocultos en el abismo marino, es digno de elogio, pero no logra convencernos a no ser que descendamos al sentimentalismo epidérmico con el que siempre nos sorprenderá King. Pero en este caso nos interesa más quien lee no quien es leído. Romanticismo frente a estructuralismo

  2. admin Says:

    La verdad es que no he entendido muy bien su reflexión. Pero conste que se agradece.

  3. siempreviernes Says:

    Este alegato escrito con corazón y cabeza demuestra con claridad que usted un gran escritor y una gran persona, cualidades que raramente van unidas. Sus bienes y virtudes intelectuales y morales lo agrandan cada vez más. Saludos fraternales y artísticos.

  4. Desgarrador Says:

    [...] Desgarrador http://www.elescobillon.com/2010/05/desgarrador/  por lucky hace 4 segundos [...]

  5. admin Says:

    Una aclaración, Duma Key no es la última novela de King. Ya se puede encontrar en librerías en tapa dura (esperaré a que la saquen en bolsillo) la más que prometedora La Cúpula.

Escribe una respuesta