‘La hija de Ryan’ cumple 40 años

He aquí otra película que cumple 40 años. No se trata de una de las súper producciones más celebradas de su director pero sí que se trata de uno de sus títulos más intimistas y cautivadores. La épica que respira La hija de Ryan es la de una mujer condenada pero también liberada por amor. El resto, el pequeño pueblo irlandés en el que se desarrolla la acción y la presión que ejercen los nacionalistas por sacudirse del yugo británico, parte de un escenario donde su protagonista toma conciencia de sus pasiones y deseos.

No sé si algunos considerarán a La hija de Ryan como un filme preocupantemente  feminista porque siéndolo no es preocupante. Es más, tengo la sensación que a su director, David Lean, le interesaba mostrar cómo sale de la jaula su joven heroína (porque lo es) Rosy Ryan, que interpreta una estupenda y atractiva Sarah Miles.

El resto de los personajes giran a su alrededor. Quien será su marido, un pétreo pero impotente Robert Mitchum (qué pedazo de actor para los que sigan opinando que sólo era un cuerpo pétreo) y su amante, al que da vida Christopher Jones, un principiante que no tuvo suerte en el cine. De hecho, la biografía de este principiante que no tuvo suerte en el cine se antoja mucho más interesante que su posterior e irregular carrera en el cine.

La cinta cuenta además con admirables secundarios: Trevor Howard, John Mills, Leo McKern… y un paisaje, Irlanda, que la mirada de Lean muestra con todo el esplendor de su indómita e irreductible belleza.

Confieso que cuando vi por primera vez La hija de Ryan no sacudió mi conciencia como posteriores visionados sí me la despertaron. Es probable que estuviera condicionado por otras de sus grandes producciones, películas que forman parte de mi memoria cinéfila en un lugar destacado.

Me refiero a sus aplastantes obras maestras Lawrence de Arabia y El puente sobre el río Kwai. También, aunque en un lugar discreto, su Doctor Zhivago.

Cometí entonces con La hija de Ryan el error de pensar que iba a ver una gran película histórica de Lean, eso, razono ahora, quizá explique porque se me quedó atravesada en la garganta. Como una molesta espina.

En contra de los dos primeros títulos citados, historias masculinas y épicas, de caballeros probablemente ya inexistentes, La hija de Ryan como Doctor Zhivago se trataban de películas de amor, de esas que podías ir acompañado de tu chica porque, pensabas, eran para chicas.

El tiempo, por fortuna, me hizo ver las cosas de otra manera. Y que La hija de Ryan poco a poco fuera creciendo a medida que la veía. Hoy se trata, de hecho, de uno de esos títulos a los que recurro cuando el pesado calor de agosto sólo te invita a que te quedes en casa. Y ayer mismo, mientras recibía la poca brisa que mi ventilador de fabricación china me proporciona, la volví a ver sin saber que este título cumplía en 2010 cuarenta años.

Se recurre con frecuencia a calificar cualquier cosa de obra maestra por la sencilla razón que nos dejó marcado al rojo vivo. Invito a la tribu a que revisen sus obras maestras pasado el tiempo para comprobar si continúan igual de vivas en sus emociones. A mi pasa con un puñado de títulos, otros se han quedado en el camino. Y en ese puñado se encuentra La hija de Ryan, quizá porque con el paso de los años la he ido apreciando con la justicia que se merece.

Quizá sea porque cuando la contemplo descubro nuevas lecturas, matices que se me pasaron desapercibidos en otros visionados. Y sé que estas nuevas lecturas y matices volverán a brotar en mi cabeza cuando otro agosto –si continuo entre los vivos que están muertos– regreso a esa Irlanda hermosa pero rota, y observo pasear en la orillas de la playa a esa mujer indómita que fue capaz de darlo todo al descubrir que lo mejor que somos lo llevamos bien adentro.

Llámenlo unos pasión.

Llámenlo otros deseo.

Si no la han visto: véanla.

Y si la han visto: vuelvan a verla.

Saludos, cinéfilos, desde este lado del ordenador.

One Response to “‘La hija de Ryan’ cumple 40 años”

  1. Comala Says:

    “La hija de Ryan” es pasión, deseo, buen cine y punto.

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