Usted puede ser el asesino (V)

I.- MOTIVO DE ALARMA

- ¡Busquen a ese hijo de la gran puta. Preferiblemente muerto!- exclamó Riano dando un golpe sobre el escritorio.
Los agentes se miraron entre sí mientras contemplaban como Riano se metía un puñado de tranquilizantes en la boca.

- Preferiblemente muerto…- gritó Riano mientras los teléfonos sonaban sobre su mesa. Y sonaban. Y sonaban. Hasta que cogió uno de ellos con  gesto desquiciado.

- Dígame usted, señor presidente…

Apartó el auricular de su oreja al escuchar el grito:

- ¿DÓNDE ESTÁ SAM WALDO?

El chillido pareció salir del despacho, recorrer los pasillos de la comisaría y salir a la calle de la ciudad donde pareció rebotar entre los muros de los edificios: ¿DÓNDE ESTÁ SAM WALDO?

¿DÓNDE ESTÁ SAM WALDO?

¿DÓNDE DEMONIOS ESTÁ SAM WALDO?

II. UN TIPO IMPLACABLE

Riano ocultó el rostro entre las manos y dejó que los teléfonos continuaran sonando cuando colgó la llamada del presidente. Levantó la cabeza al escuchar la voz gutural y cavernosa.

Buenaaas taaardes.

Tras el escritorio se encontraba un hombre gigantesco de aspecto cadavérico y ojos profundamente negros. El poco pelo que tenía sobre la cabeza era liso y blanquecino por las canas. El tipo le dio escalofríos. Cuando Riano iba a preguntarle cómo demonios había podido entrar en su despacho, el que parecía un muerto parlante sacó del bolsillo de la chaqueta una tarjeta que entregó a Riano en un inquietante y orquestado silencio.

- Yo…yo no sabía nada. Acabo de hablar con el presidente y no me anunció que…

Nooo existooo.- respondió el hombre cogiendo la tarjeta que le devolvía Riano.- Llámemeee señooor Z. Esooo bastarááá

Riano aprovechó para meterse en la boca otro puñado de tranquilizantes.

- ¿Señor Z?

El hombre asintió.

Riano quiso formular la pregunta pero ésta parecía no salir de sus labios ya anestesiados. Pero como si le leyera el pensamiento el señor Z dijo: “Nooo seee preocupeee. Encontrarééé a Sam Waldooo.

III.-¿ACASO NO MATAN A LOS CABALLOS?

El señor Z caminaba por uno de los barrios menos recomendables de la ciudad. En una esquina descubrió a tres macarrillas que intentaban convencer a dos prostitutas para que se lo hicieran con ellos. Se acercó con la elegancia de un dinosaurio al quinteto mientras mostraba su mejor sonrisa, esa en la que mostraba su dentadura afilada y amarillenta.

- ¿Podríaaan estaaas amaables señoritas y sus respetableees acompañanteees darmeee unaaa informacióóón?

Uno de los chicos, mientras se sacaba de la chamarra de cuero apolillada una bolsita, miró al señor Z con ojos de depredador borracho. Los otros cuatros tenían la boca dibujada una o de sorpresa.

El chico abrió la bolsita y se llevó un pellizco de polvo a la nariz.

- ¿Gofiooo?.- preguntó el señor Z.

- Gofio.- respondió el chico pasando el contenido de la bolsita a sus compañeros.

Es perjudicial paraaa laaa salud, caballeros.- le advirtió el señor Z con ojos encendidos.

Vétete por ahí.- dijo el chico mostrándole un cuchillo de carnicero mientras los otros macarras se colocaban sin disimulo detrás del señor Z. Las dos señoritas aprovecharon la ocasión para escabullirse en la noche.

El señor Z se arregló el nudo de la corbata y se quedó un rato estudiándose las uñas. Miró al primer macarra y sonrió como si fuera íntimo amigo de Satanás.

- Las tengooo algooo sucias, ¿verdad?

- Lo que tenga que decir me lo dice a mí…- dijo uno de los que estaba detrás.

El señor Z ensanchó más su sonrisa diabólica.

- Quierooo información. Sólooo esooo.

Los tres macarras se miraron entre sí. El primero aprovechó para aspirar un poco más de gofio.

 - Tsk, tsk, tskesooo destruyeee el tabiqueee nasal.- dijo con falsa molestia el señor Z.

- ¡Saca la puta cartera!- Le amenazaron a la vez los tres macarras.

- Antes desearíaaa queee meee dieran información. Heee sidooo amableee y nooo acostumbrooo a serlooo.- dijo el señor Z rebuscándose en la chaqueta.

- Anda  y que te dén.- dijo el macarra que llevaba la bolsita de gofio haciendo amago de apuñalarlo con el cuchillo de carnicero.

El señor Z sacó un palo y le golpeó la mano. Dándose la vuelta al grito de Achamán le pegó un golpe al segundo en el estómago y al tercero en el cráneo. Los tres macarra parecieron derretirse en el suelo. El de la mano inflamada lloraba. El señor Z, con el mismo palo, se puso a machacar a los otros dos hasta que sus cuerpos acabaron por convertirse en algo parecido a una pulpa sanguinolenta.

Se agachó para hablar con el de la mano herida que miraba con los ojos a punto de salírsele de las órbitas como sus colegas habían dejado de ser sus colegas en cuestión de unos pocos minutos.

- ¿DÓNDEEE ESTÁÁÁ SAM WALDOOO?

 -¿WALDO?

- ¡SAM WALDOOO..!

- Y yo qué coño sé…

Crack. Crack. Crack.

¡CRACK!

IV.- RETORNAMOS COMO SOMBRAS

Sam Waldo, que contemplaba desde la ventana del edificio de enfrente la pelea, giró la cabeza.

- ¿Todavía está interesada en que averigüe donde está Septetionito?

- No.- dijo la voz aterciopelada de la mujer cuyo cuerpo ocultaban las sombras del dormitorio.- Ahora quiero que libere a Septetionito.

- ¿Qué?, ¿dónde?

V.- UNA LLAMA MISTERIOSA

El señor Z volvió a ajustarse el nudo de la corbata. Comprobó que no tenía manchas de sangre adheridas a su ropa y dio media vuelta. Comenzó a silbar la cantata del Mencey loco cuando su sexto sentido le avisó de que una luz, justo enfrente de donde se encontraba, se apagaba. Inclinó el cuerpo e hizo una elegante reverencia.

Lamentooo el espectáculooo.-dijo mientras pensaba ¿dóndeee estááá Sam Waldooo?

VI.- ESE DULCE MAL

Y Sam Waldo, que lo observaba oculto en la oscuridad, se preguntó: ¿por qué Septetionito?

¿Por qué tanto sufrimiento?

Los titulitos corresponden a novelas de Eric Ambler, Elmore Leonard, Horace McCoy, Paco Ignacio Taibo II, Philip Kerr y Patricia Highsmith.

Saludos, imitando malamente a Gaston Leroux, desde este lado del ordenador.

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