El poder, ya lo saben, corrompe

Imagina que un día cubre una cúpula transparente tu ciudad. Que esa cúpula impide (según la situación en la que te encuentres) que salgas o entres en ella. Imagina también lo que podría pasar con el grupo de aislados, a partir de ese momento al margen de cualquier autoridad externa porque como he dicho nadie puede entrar ni salir de esa cápsula misteriosa que, demonios quién sabe por qué, se ha instalado en –reitero– tu ciudad.

Partiendo de tan interesante e inquietante premisa Stephen King vuelve a sorprender a propios y extraños con su última (y abultadísima en páginas) novela. Una ficción poblada de personajes, más de medio centenar, que le sirve de excusa para radiografiar las inestabilidades que podrían afectan a los responsables municipales y por extensión a los vecinos de una pequeña ciudad de la costa este de los Estados Unidos, casi todos ellos ciudadanos que creían en las bondades del sistema democrático norteamericano.

Sin temor a equivocarme, La cúpula, que así se llama este novelón de más de 1.200 páginas, es la historia más política del escritor de Maine. Su obra más descarnadamente ideológica. Una novela en donde el autor de éxitos como Carrie, El resplandor o Duma Key abraza sin prejuicio alguno la obamanitis que últimamente parece aquejar al país de las barras y estrellas. Y al abrazar este bando, permitirse el lujo de arremeter como buenamente puede contra la ultraderecha radical estadounidense. Esa derecha que asocia a garrulos cerveceros y predicadores de pacotilla.

Advierto por ello a los seguidores de este gran escritor (pese a quien le pese) que no es un título estrictamente fantástico del talentoso autor de Cementerio de animales, pero sí una de esas obras que no cuesta leer pese al número tolstoniano de páginas. Detecto además en la última producción literatura de King nuevos y audaces hallazgos, aunque su fórmula se mantenga inalterable.

Es su estilo. Y su estilo le ha dado mucho dinero.

En este sentido, resulta hasta divertido para cualquier avispado consumidor de literatura y cine de género detectar las “influencias” que alimentan este libro gigantesco (en páginas). La primera y más obvia es Los cuclillos de Midwich, de John Wyndham, novela que dio origen a esa obra maestra del cine fantástico que es El pueblo de los malditos (Wolf Rilla, 1960, y el remake que firmó de este mismo título en 1995 con mucha menos imaginación John Carpenter) así como la sabrosa canibalización que hace de sus propias historias con la intención de describir el universo cerrado y opresivo que ofrece de la pequeña ciudad oculta bajo la cúpula transparante: Chester’s Mill.

Leyendo, ¡qué digo!, devorando esta obra he llegado a la conclusión sin embargo que lo menos importante de La cúpula son sus elementos fantásticos (que los tiene) sino ese medio centenar de personajes que participan en esta peculiar odisea por detener el poder absoluto al que aspira uno de esos malvados kigneanos que, en esta ocasión, no necesita recurrir a las bajas instancias del averno para –viene a sugerirnos King  en sus 1.200 páginas– afirmar que el MAL –así con mayúsculas– no tiene necesariamente que venir del más allá o de otra dimensión.

Entre los fallos de esta obra, irregular porque resulta demasiado larga, el lector iniciado le echará en cara a su autor  que haya decidido poner el piloto automático en determinados capítulos del libro, lo que resulta francamente irritante porque siempre te asalta la sensación de dejarlo abandonado en la mesilla de noche si el asunto no se pone interesante. De todas formas, y confiando en que quien lo escribe es un auténtico experto en marear la perdiz, basta superar esos momentos tontos porque sabes que al final te picará con el aguijón de la adicción. Es decir, que sigues  leyendo al tiempo que te planteas preguntas. No ya por el origen de la dichosa cúpula sino de lo morbosamente atractivo que resultaría que una cosa de esas cubriera de repente tu ciudad. Claro que ¿acaso no ha cubierto ya la tontuna nuestra ciudad?

Me he llevado una de esas bobas alegrías con La cúpula al descubrir que King también es seguidor de las novelas de Jack Reacher, el investigador privado al margen de la ley creado por el escritor Lee Child. Si leen este novelón sabrán porque lo digo.

La cúpula cuenta con un excelente trailler promocional que les invito a que disfruten y es más que probable que termine convirtiéndose en miniserie de televisión producida por Steven Spìelberg. Cineasta que es algo así como  Stephen King en literatura: todo lo que toca lo convierte en oro.

Aunque, ¿pensándolo bien?, quizá sea la maldición de estos dos grandes maestros de la cultura popular de nuestro tiempo.

Saludos, aún fuera de la cúpula, desde este lado del ordenador.

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