Esto no es fruto del azar (ni tampoco del pleito insular)

Tengo un amigo que siente verdadera devoción por Pío Baroja. Cuando nos vemos o nos llamamos nuestra conversación inevitablemente siempre toca –por una razón y otra– la obra del autor de El árbol de las ciencias. Obra por la que insisto este amigo siente una adoración que contagia.

A mi me pasa algo parecido con la primera serie de Los episodios nacionales de Benito Pérez Galdós, escritor nacido en Las Palmas de Gran Canaria y de quien se cuenta –cuenta la leyenda– que cuando pisó suelo peninsular lo primero que hizo fue sacudirse los zapatos para limpiarse el polvo de las islas.

Así que quiero imaginarme a Galdós con los pies desnudos en el suelo mientras agita sus zapatones desprendiéndose de la tierra canaria mientras pierde la mirada en ese universo sin fronteras marinas acariciando ya la idea de convertirse en el gran escritor que fue. Si la leyenda es falsa como son, al fin y al cabo todas las leyendas, me parece a mi que nadie podrá borrarme esa idea de un jovencito Galdós encanallado con las islas que dejaba atrás. Sus aplastante razones tendría. Es un suponer. Y por suponer al gran escritor que escribió esa maravillosa y extensa novela de aventuras que son Los episodios nacionales le perdono todo. Incluso que sea protagonista de esa leyenda que seguro urdió un tinerfeño.

Contaba todo esto porque leyendo a Baroja, que es un escritor que ocasionalmente cae en mis apetencias lectoras quizá por esas conversaciones que mantengo con el amigo barojiano, descubro en su fascinante Aviraneta o La vida de un conspirador (colección Austral, quinta edición, 1972) referencias al archipiélago en el que vivo y que paso a continuación a exponer.

La primera de ella se encuentra en la página 105 del volumen, donde Baroja escribe “A los seis días de salir de Burdeos pasaron a la vista del pico Teide, en la Gran Canaria”. Me pregunto, si se entera del involuntario despiste barojiano cierto periódico que se edita a este lado del Atlántico ¿qué haría con la obra de Baroja? ¿Tirarla al mar? ¿Encender con ella una hoguera? Yo lo que creo, en todo caso, es que asesoró mal al escritor un grancanario. Ya no sé si con poca o mucha envidia.  

El caso es que en esta biografía escrita con nervio en su página 154 se narra también como su protagonista, Eugenio de Aviraneta (en la imagen), es deportado a Canarias “por un golpe de arbitrariedad del general Mina”.

Dos meses pasó este pariente del gran escritor vasco en Santa Cruz de Tenerife “viviendo miserablemente; no tenían dinero ni medio alguno de existencia; no llevaban más traje que el puesto ni ropa interior”.

No obstante, añade el escritor que “la gente de la isla les recibió muy bien. El comandante general y los militares les trataron con atención. Llegaron a convencerse de que ellos no eran unos asesinos que habían degollado a los prisioneros de la Ciudadela de Barcelona”. Al no estar vigilados –relata con pericia narrativa Baroja– se evaden tras arreglar la fuga con el capitán de un barco contrabandista que los conduce a Árgel.

Baroja dedica en este libro un amplio capítulo también a la aventura por reconquistar México que lideró el militar de origen canario Isidro Barradas la primera mitad del XIX. El escritor no indica en ningún momento el origen de Barradas, origen que descubrí no hace muchas semanas tras entrevistar al historiador vasco Josu Ruiz de Gordejuela, y que ha dado fruto a una investigación sobre la vida de Barradas y en concreto a esta frustrada expedición de reconquista mexicana que publicará Ediciones Idea el próximo año.

Lo más curioso de todo esto, lo que me deja turulato y cierta sensación de que los libros viven no ya a través de lo que nos cuentan sino de sus autores aunque sean fantasmas, es que tras estar buscando esta biografía de Aviraneta hace lo que se dice muchos años, me topé con un ejemplar en perfecto estado en el Rastro de la capital tinerfeña tras conocer la historia de Barradas por boca del historiador y colgar el teléfono con ese amigo barojiano mientras rebuscaba curiosidades en uno de los tantos puestos que riegan ese mercado de las oportunidades.

Fue decirle algo así como: “más tarde te llamo” cuando mis ojos vieron el ejemplar naranja de la colección Austral: Aviraneta o la vida de un conspirador por Pío Baroja tirado en uno de esos mismos puestos.

Así que quiero pensar que encontrarme con este libro no fue fruto del azar sino de algo que no es azar.

¿Quién sabe? 

Saludos, cruzando el puente, desde este lado del ordenador.

6 Responses to “Esto no es fruto del azar (ni tampoco del pleito insular)”

  1. José Betancort Says:

    Desconocía este dato. Felicidades por este post.

  2. admin Says:

    Gracias, amigo.

  3. José Jiménez Says:

    Estimado amigo:
    La historia de Galdós no la urdió ningún tinerfeño. Fue uno de los montajes del burdo franquismo para enemistar a los canarios con uno de sus más ilustres escritores y pensadores y, a la vez, uno de los fundadores del socialismo español. Galdós viajó con frecuencia a Canarias; escribió sobre las islas y sus libros están plagados de canarismos y referencias al Archipiélago que tanto amaba. también a Tenerife, a la que dedicó grandes elogios. Fue un canario como los hay pocos; por supuesto, mucho más que ese simulacro de periodista que tanto gusta de insultar a mi isla.
    Desde Gran Canaria, un saludo cordial.

  4. admin Says:

    Estimado amigo, gracias por su aclaración
    Desde Tenerife, recibe usted no un saludo sino un abrazo muy cordial.

  5. Leticia Says:

    Hola! Estoy buscando información sobre el encuentro que tuvo este personaje (Aviraneta) con D. Jose Quintanta y Llarena el llamado por algunos “el cañoncito violento” en su visita a Las Palmas.
    Ésto tuvo lugar, al parecer, en Santa Ana el dia de la jura del Estatuto…
    Gracias de antemano y saludos

  6. cañoncito violento Says:

    Leticia, yo uso desde hace años este nick-name, pero siempre oí decir que a D. José de Quintana le llamaban cañoncito violento, no “el” cañoncito violento. Néstor Alamo lo describió como: <>, reafirmando que el personaje tenía un genio muy vivo.
    He leído alguna obra suya, pero no recuerdo haber visto referencias de ese encuentro con Aviraneta en la Plaza de Santa Ana.
    Saludos,

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