Soy ceniza

Lo primero que hicieron los guardias fue estamparme en el pecho una estrella de David de color amarillo en la que se podía leer Fumador. Luego, un doctor con cara de loco y gafas de culo de botella me examinó en la enfermería del hospital para anunciarme lo que temía: “tiene usted cáncer de pulmón. No merece vivir con el resto de personas libres”.

- ¿Libres? – Atiné a preguntar mientras me llevaban a rastras por un largo y estrecho pasillo.

- ¡Dúchese, que no huela a tabaco!- me ordenó un tipo gordo con el pelo recortado estilo nazi.

Limpio y aseado me llevaron otra vez a rastras por otro largo y estrecho pasillo que olía a fritanga hasta meterme a empujones en una celda donde cuatro presos más me recibieron con los brazos abiertos y la ya eterna pregunta de: “¿no habrá conseguido entrar de contrabando un cigarrito?”

Negué con la cabeza mientras buscaba un rincón en aquel calabozo que olía a meados y vómitos con sabor a nicotina.

- ¿Sabe alguien cuándo nos soltarán?- logré preguntar escupiendo toses de fumador no rehabilitado.

- Se supone que cuando se nos pase el mono.- respondió un tipo viejo, con cara de caballo. Creí reconocerlo pero no supe identificarlo en ese momento.

Permanecimos en la celda como una semana. Nos alimentaban con verduras y frutas frescas pero nada de carne ni pescado, tampoco café, que estaba prohibido.

Cuando salí de la prisión uno de los agentes antes de obligarme a firmar un documento en el que admitía que el trato había sido bueno me dijo que no quería volver a verme por ahí.

- Si te veo.- advirtió.- la próxima vez será peor…

- Vale.- contesté.

- No puede quitarse la estrella que le hemos cocido al abrigo. Deberá siempre de ceder el paso a los no fumadores en la calle y no podrá trabajar hasta que sepamos que, efectivamente, ha dejado de fumar.

- Vale.- respondí.

Tengo recuerdos muy vagos de cómo pasé los tres meses siguientes en ¿libertad? Mi memoria me hace verme dando vueltas como un loco, intentando olvidar el demonio del humo que día sí, día no, daba vueltas por mi cabeza. En mis sueños me imaginaba fumando cigarrillos y llenando ceniceros de colillas. Cuando despertaba, sentía el sabor del añorado tabaco en la boca y también la decepción de descubrir que volvía a recuperar los sentidos anestesiados por el cigarrillo.

Un amigo, para animarme, me dijo que ahora sabría lo que era saborear un buen chuletón. Pero los pocos chuletones que llegué a probar aquellos tristes días me seguían sabiendo igual que cuando fumaba. Eso sí, notaba en falta el cigarrillo que, con el café solo (también prohibido),  fumaba al finalizar un almuerzo o una cena que valiera la pena.

Iba por la calle con mi abrigo cuando intenté ayudar a un pobre hombre a quien estaban golpeando en la calle. Una chusma entusiasmada no dejaba de darle patadas en la cabeza, también en el estómago.

- ¿Qué ocurre? Le pregunté a un curioso que veía el linchamiento.

- Lo han visto fumando.- me dijo el tipo con una diabólica sonrisa. La sonrisa se le congeló en la boca cuando vio la estrella amarilla de David cocida a mi abrigo.

- Circule, drogadicto. Circule… ¡cómo se atreve a hablar con gente decente y sana!

Vi el rostro del tipo al que estaban golpeando y me encontré con cara de caballo.

Al final uno se acostumbra a fumar donde no lo vean. También a llevar esta estrella pegada en el pecho del abrigo y a que te traten como apestado. A lo que no termina uno por acostumbrarse es a preguntar por amigos que como tú llevaban la misma estrella cocida en sus abrigos y que ya no encuentras en la calle.

Un día paseando me detuve delante de una fábrica porque de una chimenea gigantesca salía un humo negro de olor nauseabundo. Como yo, habían otros curiosos mirando aquel extraño fenómeno preguntándose qué diablos estarían quemando. Veo, en mi memoria dispersa, como un policía que pasó a mi lado y reparó en la estrella cocida en el pecho de mi abrigo dijo como quien no quiere la cosa: “al final todo esos son ceniza”.

Ceniza.

Escribo esto antes de formar parte de esa ceniza.

Nunca renuncié a que me quitaran la estrella del pecho.

Soy ceniza.

Saludos, reivindicando mi condición de compulsivo fumador, desde este lado del ordenador.

8 Responses to “Soy ceniza”

  1. Otra victima Says:

    A punto de ser incinerado, completamente de acuerdo con usted.

  2. Cautivo y Desarmado Says:

    Primero vinieron a por los conductores bebidos,
    Y yo no hablé porque no era conductor.
    Después vinieron a por los supuestos maltratadores,
    Y yo no hablé porque no estaba casado.
    Después vinieron a por los fumadores,
    Y yo no hablé porque no era fumador.
    Después vinieron a por mí,
    Y para entonces, ya no quedaba nadie que hablara por mí.

  3. Davi D. Says:

    Lo siento amigo, pero a mí me viene bien, he dejado de ir a ciertos lugares por el daño real que la jumasera o humareda provoca en mi delicado organismo. Sé que un garito con música de blues o jazz, sin humo, no es lo mismo. Ciertos lugares perderán encanto, y yo ganaré en salud, lo juro por todos mis poros. Malos tiempos para la lírica. La verdad, todo esto suena un poco a “ley seca” y a “caza de brujas”. Tengo sensaciones encontradas.

  4. Daniel León Lacave Says:

    Sólo (con anti tilde tipo Rae), sólo digo, apoyo toda la parte que tiene que ver con los niños. Parques infantiles, hospitales, y sí, también restaurantes y cafeterías.
    Lo de los pubs y discotecas me parece injusto. Allí no acuden niños, sino personas adultas, que saben a dónde van. El No Fumador puede no ir, y ya está, y en esta sociedad capitalista, el dueño del local elegirá perder o no clientes dependiendo de sus hábitos.
    Las libertades individuales no pueden seguir siendo maltratadas así. La droga debería ser legal. allá cada uno con su cuerpo. el intento de suicidio no es delito, que yo sepa.

  5. admin Says:

    Estimado Daniel tal y como estaba antes la situación y como fumador entendía la situación como correcta y ajustada. Es decir que en restaurantes se habilitaran (smoking room) y que las cafeterías decidieran libremente que fueran o no para fumadores. Lo de ahora me parece un exceso prohibicionista que ya lamentan hosteleros y clientes. Me parece justa la decisión de que se prohiba fumar en parques infantiles pero ya no tanto en los exteriores de los centros sanitarios pero en fin…
    Completamente de acuerdo con tu acertada y acerada reflexión final.

  6. David D. Says:

    Siento haberles dicho que para mí era mejor. He estado en un garito de esos de los de siempre, y jolín, allí parecía que se había instalado la muerte venenosa. Casi prefiero no poder respirar pero sentir algo de libertad a mi alrededor en este indecoroso mundo.
    Salud, escuchando a Coltrane, e imaginando largas bocanadas de humo al fondo, en la oscuridad, quizá con una lady esperando, y con un inspector de “normas saludables” contoneándose frenéticamente encima de la barra.

  7. Cautivo y Desarmado Says:

    Lo que se quiere plantear como un debate entre el derecho de unos a fumar y de otro a no aspirar su humo, es falso. La instalación de cabinas de fumadores en bares y discotecas, o de smoking rooms en las empresas, no afecta en nada a la salud de los no fumadores, sino que constituiría una medida intermedia que concilia perfectamente ambos derechos, y que los fumadores -y los propietarios de locales- apoyaríamos sin fisuras. Obligar a los fumadores a salir fuera en lugares donde la temperatura baja de los 0 grados, es una salvajada sin nombre. Lástima que se nos oculten el número de muertos por neumonía gracias a esta sana medida, como mismo se nos oculta el número de hombres asesinados cada año por sus parejas -no mucho menor que el de mujeres-a la hora de esgrimir la ideología de género que está convirtiendo la relación heterosexual en un deporte de alto riesgo, y la igualdad ante la ley -al margen de tu sexo- en una exigencia obsoleta. Pero claro, la muerte del fumador es merecida. Se lo han buscado. Igual que los maridos a quienes envenenan sus esposas. Algo habrán hecho.
    La radicalidad de esta ley, ya retirada en muchos de los pocos países donde se ha aplicado por sus perniciosos efectos para el negocio hostelero -pese a la propaganda oficial-, constituye un atentado a la libertad individual y a los derechos del individuo frente al Estado. Forma parte de una política planificada de ingeniería social, convirtiéndonos en niños pequeños que han de ser controlados por el Papá Estado. Hoy es esto, mañana dirán qué hay que prohibir la prostitución, la pornografía, el cine o los videojuegos violentos. o todo aquello que no sea compartido por una clase política hipócrita en busca de nichos de votos entre los radicales de cualquier opción. Me gustaría ver la foto de los parlamentarios saliendo a fumar a la calle en pleno invierno madrileño. ¿O es que sus señorías se reservan el derecho a un salón para fumadores en el interior del Parlamento? Habrá que verlo. A sólo un día de su aplicación es notorio ver en Santa Cruz las terrazas a rebozar y los locales cerrados vacios, sobre todo en la noche. Y es que un tipo que está a las dos de la mañana en un garito tomando alcohol e inhalando quien sabe qué, no es el prototipo de alguien preocupado por la salud. Me alegro que las madres y sus lactantes puedan acudir a estos locales sin miedo al pernicioso humo, pero dudo que vea muchas madres con bebés en una discoteca. Esta es la puntilla que faltaba para acabar con la noche y con miles de pequeños comercios, en una época de crisis. Qué bueno que uno ya vivió su juventud en tiempos en que España era un país anárquico, libertario y poético, y no esta Suecia hipócrita donde el Estado sólo toma recortes de lo malo de esos países, (la hyper regulación), y continúa con su corrupción de república bananera. Ni siquiera Hitler -fanático antitabaco-soñó con esto. Cómo han cambiado los tiempos. Habrá que exiliarse por motivos de Salud Pública.

  8. Luis Miguel Grandoso Says:

    Estimado Eduardo, veo que el pernicioso e insalubre tabaco, nicotina y alquitrán, no te ha quitado tu impronta literaria. A mis años mozos, lo único o poco que me queda que esté fuera del guión (con acento porque me da la gana) de la corrección es el pitillo, que con el tiempo no dudo de que también se irá, como nos iremos todos. Suscribo por completo tu ‘Soy ceniza’ y espero fervientemente que el Gobierno no se ponga a legislar sobre otras sustancias nocivas para la salud como bien pudieran ser la carne de cerdo, las hamburguesas o cualquiera otra cosa, aunque lo han intentado. Tras pensarlo mucho, creo que hay dos cosas contra las que no se puede luchar y además las dos empiezan por ’s’: sanidad y seguridad. Por la sanidad se han hecho cosas increíbles y por la seguridad te dejan en pelotas en un aeropuerto si es necesario. Asimismo, concluyo, me hago una pregunta quizás imposible: ¿si el tabaco no desprendiera humo, cómo lo prohibirían? Saludos y que el 2011 sea para todos mejor que el 2010, que lo tiene muy fácil.

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