¡¡¡Godoooo!!!

Tras soñar que me iba de juerga con el gran Charlie Sheen y cuatro agradables señoritas me encontré al abrir los ojos con este extraño documento que habían dejado debajo de la puerta de mi casa.


¡EN FILA!

Seríamos como un centenar de personas las que esperábamos resignadamente en la cola. Dos enfermeras con caras de amargadas pasaban a nuestro lado y nos pedían los datos personales. Tras anotarlos preguntaban si habíamos acatado las recomendaciones que nos habían hecho llegar a nuestros respectivos correos electrónicos. La mayoría asentía. Otros, los menos, confesaban que no tenían correos electrónicos y los separaban de la fila.

- Yo vine acompañando a un amigo.- dijo uno de esos mientras salía por la puerta del centro de salud.

Me dolía el pecho y estaba cansado de leer la novela que llevaba entre las manos. El tiempo pasaba lentamente mientras los que estaban delante de mi cruzaban por una puerta de color blanco sucio. Olía a sudor mezclado con desinfectante.

Por fin me tocó el turno.

LA PRUEBA

Estaba en una habitación bastante larga y ancha. Repleta de personas a los que unos señores con bata blanca le extraían sangre. Uno de esos tipo me hizo señas con la mano para que me acercara al mismo tiempo que indicaba que me levantara la manga derecha de la camisa. Tras buscar la vena sacó una inyección dispuesta a taladrármela.

Como no me gustan las inyecciones le pregunté qué coño hacía.

- ¿Es una vacuna o algo de eso?- ladré.

El tipo de la bata blanca se quedó mirándome como si fuera una oveja descarriada.

- No, una prueba. Haga el favor de estarse tranquilo.

- No me gustan las inyecciones.- dije.

- Y a mi no me gusta perder el tiempo. No le dolerá.

- Pero es que… ¡ayyy!

El hijo de puta me había clavado la inyección y extraía sangre. Me sorprendió observar que en vez de rojo fuera de un vistoso color vino.

- ¿No le parece bonita?.- le dije al tipo de la bata blanca.

- Sí que es bonita.

- Siempre imaginé que la sangre era roja.

- Eso del color vino es que usted tiene una sangre de excelente calidad.

Le di las gracias mientras me vaciaba la vena. Cuando finalizó la operación me entregó un trozo de algodón empapado en alcohol y me indicó que estuviera un rato apretándolo contra el pequeño orificio que me había hecho.

- ¿Para que quiere mi sangre?.- le pregunté.

El tipo de la bata blanca me miró un rato largo.

- ¿Es que usted no lee el periódico, no escucha la radio, no ve la televisión?

Tuve que confesarle que no.

- Estamos haciendo esto para constatar la pureza racial guanche de la población canaria.

- Pero si mi madre es gaditana.

- Eso da igual. La sangre guanche está por encima de mezclas. No se contamina. Ahora déjeme trabajar. Si sale por ese pasillo le darán un bocadillo de queso amarillo y un refresco. Dentro de tres o cuatro días le indicarán el grado de pureza de su sangre.

¿ALGUIEN PODRÍA DECIRME QUE ESTÁ PASANDO?

Salí y efectivamente en un mostrador atendido por dos gordos me dieron un bocadillo de queso amarillo y un Clipper de fresa. Me indicaron con el dedo otra puerta que daba a la calle. Allí me senté en un banco junto a un anciano que iba acompañado de quien debía ser su nieto. Me puse a comer el bocadillo.

- ¿Usted entiende algo?.- le pregunté al anciano.

- Ay mi niño yo ya no entiendo ni quiero saber nada…

- ¿Un café, abuelo?.- le dijo quien debía ser su sobrino.

El viejo se levantó y se despidió amablemente. Me quedé a solas contemplando la cola de los que entraban en el centro de salud. 

VIENTO ENFERMO

Esa noche mientras dormía en casa me despertaron ruidos que venían del piso de abajo, donde residía una pareja con dos niños pequeños de Santander.

- ¡Hostias!, canallas, hijos de puta.- oí que gritaba el de Santander.

- ¡Cállese!- exclamó una voz con acento canario.

Los niños comenzaron a llorar y la mujer dio un grito de ¡Auxilio! que me llegó al alma.

Abrí la puerta y bajé con mis ridículos calzoncillos lovecraftianos los escalones.

El rellano estaba invadido por varios agentes de la policía canaria, uno de ellos llevaba un perro de piel atigrada que rugió al verme bajar en gayumbos.

- Suba a su casa ¡esto no tiene nada que ver con usted!.- gritó el policía que aguantaba al perro.

- Pero yo… yo….- atiné a decir.

- ¡Suba a su casa!.- gritó otro policía. Imaginé que debía ser el jefe porque llevaba siete estrellas verdes impresas en su gorra azul marino.

YO SOY RACIALMENTE PURO

Me encerré en casa como un cobarde mientras oía los gritos de la mujer, los llantos de los niños y como golpeaban a su marido.

INDEFERENCIA

Al día siguiente pregunté a la vecina que vivía delante de mi casa si sabía algo de los de abajo.

- Ah, los godos….- dijo la vecina que hasta ese día había sido una viejecita muy amable que nunca los había llamado godos.

- Sí… esos mismos.

Se encogió de hombros. Luego se pasó un dedo por la garganta con una extraña sonrisa.

MIENTRAS EL TIEMPO PASA

Pasaron los días. Y comencé a leer y a escuchar y a ver la televisión pero no me enteraba de nada. Tampoco me pregunté entonces ¿por qué de pronto solo había un periódico, una radio y una televisión que informaba de lo mismo? Día sí, día no.

La nota de ficción frívola la ponía en la tele un programa de humor titulado en Clave de Ja. De eso si que me acuerdo porque puñetera gracia que me hacía.

Empecé a pensar que algo raro estaba pasando cuando por Internet solo se me permitía navegar por páginas oficiales. También cuando un día recibí un mensaje de Sanidad en el que se me informaba que, lamentablemente y tras las comprobaciones pertinentes, “su sangre guanche apenas es detectable, godo“.

- Luego la sangre guanche no está por encima de mezclas.- pensé a solas en mi casa.

¿NO SOY RACIALMENTE PURO?

Aquella noche me duché y afeité y vi por última vez mis libros, discos y películas. Recuerdo que me senté vestido en el borde de la cama.

A las cuatro de la mañana llamaron a la puerta.

¡Policía! gritó una voz.

Me levanté y abrí la puerta y no reconocí a ninguno de los ocho agentes que venían a detenerme pero sí al perro que gruñía.

- Hola.- le dije cuando iba a acariciarlo.

Me mordió la mano.

La vecina de enfrente abrió la puerta y se pasó el dedo por el cuello con la misma extraña sonrisa que la vez anterior.

- Vieja, qué mañana puede ser usted.- le dije mientras veía como la risa se congelaba en su boca.

- Mañana me voy al Teide que está nevado ¡godo!.- respondió la señora mientras cerraba la puerta. 

Godo.

Godo.

¡¡¡Godoooo!!!

Saludos, ¿a qué estamos jugando?, desde este lado del ordenador.

One Response to “¡¡¡Godoooo!!!”

  1. perenquen Says:

    ¿Acaso es usted un visionario? eso nunca pasaría aquí…

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