¿De que vas, James Ellroy?

Tuve la suerte de descubrir a James Ellroy por La dalia negra. Novela que compré en una de librería de aeropuerto para leerla en un largo viaje transoceánico que emprendía con el único objeto de matar el tiempo ante la que me esperaba estando en las alturas.

Fue una buena compra.

Es más, fue una compra excelente.

Prácticamente devoré el volumen antes de que el avión tomara tierra, pasadas casi once horas largas de monótono vuelo.

Desde ese entonces, James Ellroy se ha convertido en uno de mis escritores de cabecera. Esas cosas pasan cuando te encuentras con un autor del que no tenías noticia hasta ese momento.

Lo primero que hice –ya de vuelta del paraíso al infierno– fue leer su cuarteto de Los Ángeles, quizá lo mejor que ha producido literariamente hablando el escritor.

Más tarde digerí la trilogía dedicada al investigador Lloyd Hopkins y después su inquietante autobiografía, Mis rincones oscuros, y novelas y relatos menores como Clandestino y Noches de Hollywood. También sus artículos de prensa compilados en el volumen Ola de crímenes y sus extraordinarias y primerizas novelas Réquiem por Brown y El asesino de la carretera.

Con esto solo quiero decir que mi seguimiento hacia la producción literaria de Ellroy ha sido el de un rendido aficionado que incluso ha sido capaz de perdonarle los caprichos de su últimamente telegráfico estilo. Estilo que explota en sus monumentales América, Seis de los grandes y Sangre vagabunda, volumen con el que cierra su peculiar visión de los  Estados Unidos en los años sesenta.

Huelga a decir, pero lo digo, que siempre espero un nuevo título de Ellroy como si fuera agua fresca en ese copioso desierto de naderías varias en la que se está enterrando la novela policíaca en los últimos tiempos, quizá porque hoy desprecia reinterpretar a sus clásicos. Me refiero a poetas de la soledad y el desarraigo como David Goodis, Horace McCoy o William R. Burnett, entre otros.

Leo por eso con entusiasmo baboso el último Ellroy publicado en nuestro país, A la caza de la mujer, y me siento estafado por el ya veterano maestro del horror americano.

No se trata de una novela, ni quiera de unas memorias. Es un libro prescindible sobre sus relaciones con las mujeres. Las distintas mujeres que han ido protagonizando su vida para librarse –sugiere Ellroy– del fantasma de su madre asesinada.

Este testimonio de una moral enojosamente adolescente, aburre. Y aburre porque Ellroy como amante y amado debe ser un señor bastante aburrido.

Es un libro además que quiere ser un rendido homenaje a su actual pareja sin hacer daño a las que dejó atrás mientras escalaba la montaña del éxito que lo ha convertido hoy en un novelista multimillonario. Ya saben, de los que venden solo por poner su nombre en portada.

Ellroy, como otros narradores, se ha transformado así en marca.

Vende porque se trata de una de Ellroy.

Y yo, triste de mi, compré su A la caza de la mujer porque era Ellroy.

Y efectivamente es una de Ellroy, pero sin gas. Una nadería. Un montón de páginas donde solo retrata boberías.

No he visto sentimiento, ni destello, ni originalidad en esta presunta cacería de mjeres que emprende el hoy domesticado Ellroy. De hecho, sus aventuras con el otro sexo son de una obviedad aplastante. Tan aplastante que quizá sabiendo la falta de química que caracteriza a sus relaciones sentimentales, el escritor se empeña por trufarlas de reflexiones enojosamente pueriles.

Lo que descoloca a un aficionado que, como quien les escribe, esperaba otra cosa del antaño perverso fabulador.

A la caza de la mujer se me atraganta porque es un testimonio disperso que hiede a falso. Una mentira colosal con la que Ellroy aprovecha su marca para explotar el bolsillo de sus aún leales lectores.

Se trata de una mierda, como admitiría un Ellroy sin la máscara de autor con la que ahora pretende ir por la vida.

Y una mierda dice un lector al que no le hace falta ponerse el antifaz para tirar a la hoguera esta pobre reflexión que solo confunde al que espera encontrar en sus libros nuevas y atrevidas reflexiones sobre esos rincones oscuros –siempre crudos y desnudos– del alma humana.

Saludos, escapa del redil, James Ellroy, desde este lado del ordenador.

4 Responses to “¿De que vas, James Ellroy?”

  1. Daniel León Lacave Says:

    amigo Eduardo, al hilo de Serbian Film, y entroncando la conversación con el tema de la novela negra ¿qué opinas de la polémica sobre la adaptación de Winterbottom de la novela “Killer inisde me”?

  2. admin Says:

    A mi me encanta la novela de Thompson (prácticamente me gusta todo lo que escribíó Thompson y he tenido la suerte de leer) pero no puedo decirte nada de la nueva versión cinematográfica porque aún no se ha estrenado en Tenerife y sigo insistiendo que soy una nulidad para bajarme cosas de la red. ¿La viste? Dame tu opinión que me fio bastante de tu mirada como director y espectador.

  3. Daniel León Lacave Says:

    Aún no la he visto. Un amigo se ha ofrecido a “pasármela” pirateada, pero quisiera esperar para verla en condiciones aceptables. Mi amigo, del que también me fío, me ha dicho que es una obra maestra. Si, con escenas duras y desagradables, extremas, pero justificadas dramáticamente.
    Según él, en esto se diferencia Killer Inside me de A Serbian Film,en el que las escenas de violencia extrema están justificadas dentro de la narrativa.
    La veré y te daré mi opinión. Si tu la ves antes espero la tuya.

  4. crowley Says:

    Admirable, estimado, amigo, admirable. No esperaba menos del maestro. Comparto su crítica a este engendro (18 euros tirados al WC). Lo que me apena es que no podamos leerlo en cualquier suplemento literario a nivel nacional, sin quitarle mérito al que usted hace todos los sábados en Diario de Avisos, obligándonos a todos los que usan la red para leer prensa, a ir al kiosko y gastarnos el dinero, que no tenemos, dada las circunstancias. Siga así, querido amigo.

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