Pasando lista en el Callejón de los (intelectuales) Borrachos Famosos

El viejo Hank (Charles Bukowski) haciendo de las suyas en el prestigioso programa Apostrophe de la televisión francesa Antenne 2, presentado y dirigido por el mítico Bernard Pivot.

ANTES QUE NADA…

Cádiz es una de las ciudades más bonitas de España. A mi juicio, claro está.

Debe ser que la conozco desde que soy muy pequeño porque la mitad de la sangre que aún corre por mis venas procede de tan señorial como liberal capital de provincias.

A mi me encanta perderme por las calles de Cádiz, la mayoría de ellas estrechos callejones en los que siento el latido de la Historia. Pero no un latido pesado sino muy vivo que se mezcla con el acento de sus habitantes y su peculiar y despierto sentido del humor.

Todas las veces que he visitado Cádiz me he sentido muy feliz. Feliz por ver de nuevo a mi familia, feliz por subir a las murallas e imaginarme como la isla fue el único territorio que resistió la invasión napoleónica mientras acogía la primera Constitución de este país de cabestros.

Es una ciudad, de verdad, digna de conocer.

Y de olvidarte de quien eres en su maravillosa pequeñez.

Siempre me hizo gracia que mi abuelo cuando cruzaba una de sus callejuelas me avisara con su característica media sonrisa que entrábamos en el Callejón de los Borrachos Famosos.

Mi madre me lo recordó esta misma tarde mientras veía una película cuya acción se desarrolla en la Tacita de plata.

He buscado por la red sí esa calle existe realmente con resultados frustrantes. Por lo que imagino que el nombre de ese singular callejón probablemente se trate de una leyenda familiar. Pero que mi santa madre lo mencionara hoy me hizo revivir los buenos momentos que he pasado en esa ciudad. Una ciudad donde, todo es posible, quiero creer que existe un callejón que se llama el de los Borrachos Famosos.

MARDITO, BENDITO ALCOHOL

“El alcohol es como el amor. El primer beso es magia; el segundo, intimidad; el tercero, rutina. Después de eso lo único que hacemos es desvestir a la chica”. (Raymond Chandler. El largo adiós).

Hoy el único borracho (más bien politoxicómano) famoso del que tengo noticia es Charlie Sheen. Sheen se ha convertido en carne fiesta para los ángeles custodios de nuestra moralidad globalizada por sus continuas salidas de tono y mandar al carajo al jefe del estudio que le pagaba el mejor salario a un actor de televisión por la serie Dos hombres y medio.

La prensa reptil dice que lo ha hecho por estar perdido en noches empapadas de alcohol, drogas y starlet del cine pornográfico.

Sheen pide ahora ayuda.

Lo pueden ver en un vídeo gangrenoso donde el actor ido como una maraca reflexiona tantos disparates juntos que al final no sabes si ponerte a reír o a llorar.

Quiero pensar cuando dejo de ver tan carnívora grabación, que el chico malo olvidará sus penas una vez más refugiándose en el regazo de mujeres que solo existen en esa industria cinematográfica y probando sustancias que ya no pueden alterar lo que imagino debe ser un cerebro muy frito.

En estos tiempos idiotizados Charlie Sheen se ha convertido sin embargo en mi cada día más loooca cabeza en una especie de referente. De referente de la autodestrucción que me saca encendidos colores. Solo pido que alguien le ayude para que cuando se restablezca y se dé cuenta de las tonterías que hizo estando artificialmente feliz, reconstruya lo que le queda de vida.

De todas maneras, hermano Sheen, puede usted irse tranquilo a la tumba, nadie le va a  quitar lo bailado. Usted entrará con honores en ese Callejón de Borrachos Famosos donde también ubico a Keith Richards (¡asegura que se esnifó las cenizas de su propio padre!) cuando nos diga adiós (que sea tarde, viejo) y otras tantas estrellas del rock como del jazz, con el coloso Charlie Parker y el dulce Chet Baker a la cabeza.

Y del cine.

Cuentan, entre otros, que William Holden falleció tras cogerse una trompa soberana en casa. Tropezó con una mesa y se partió la cabeza. Estaba solo.

Imagino que cuando descubrieron el cadáver flotaría en el ambiente el olor a bourbon. También al fantasma de Holden (como hacía en El crepúsculo de los dioses) narrando con ironía algo así como “qué forma más tonta he tenido de irme de este mundo…”

MARDITOS BEBEDORES

Entre los escritores quemados por el alcohol hay una larga lista de irresponsables pero también gigantescos narradores. A mi se me ocurren Francis Scott Fitzgerald, William Faulkner, Ernest Hemingway, Raymond Chandler (“El verdadero gimlet está hecho mitad de gin y mitad de jugo de lima de Rose y nada más. Deja chiquito al martini.”); Edgar Allan Poe, Jack London (tiene una excelente novela sobre el asunto John Barleycorn. Las memorias alcohólicas), así como lo mejor de la literatura francesa de finales del XIX, con el insensato de Baudelaire a la cabeza.  

Otro ilustre alcohólico que hizo de sus borracheras material literario es Charles Bukowski, ese encantador viejo al que le encantaba rascarse los sobacos; y más que borrachos drogadictos con carnet de identidad la muchachada que formó parte de la Beat generation. Ya saben, el inquietante William Burroughs (su mejor novela, Yonqui, es una vuelta de tuerca a las Confesiones de un comedor de opio de Thomas de Quincey),  Allen Ginsberg y Jack Kerouac, adictos a la benzedrina o la anfetamina.

Otro gigante que malgastó su talento bebiendo lo impensable fue Dylan Thomas. En algún lado leí una vez que cuando llegó a su dieciocho whiskie seguido dijo algo así como “he batido un record”. Luego cayó en coma.

Más borrachos que merecen que su nombre se estampe en el Callejón de los Borrachos Famosos son los de O’Henry, Brendan Behan, Tennessee Williams, Vladimir NabokovRaymond Carver, Graham Greene y un largo etcétera que me obliga a plantearme una cuestión:

¿Toda esta gentuza nos habría legado algo mejor de los que nos dejaron si no hubieran probado una gota de alcohol?

Y otra cuestión:

¿Por qué no he citado a ningún escritor español o sudamericano enganchado a la botella?

Y UNA LISTA DE ILUSTRES Y MARDITOS BEBEDORES

He aquí una interesante lista que he pillado de la revista Life en la que presenta un mefistofólico reportaje fotográfico de famosos escritores alcohólicos y adictos a otras sustancias:

Charles Baudelaire (1821 – 1867): Absinthe, Booze, Opium
Dorothy Parker (1893 – 1967): Alcohol
Philip K. Dick (1928 – 1982): Amphetamines
Elizabeth Barrett Browning (1806 – 1861): Opium
Ernest Hemingway (1899 – 1961): Booze
William S. Burroughs (1914 – 1997): Heroin
Brendan Behan (1923 – 1964): Alcohol
James Baldwin (1924 – 1987): Alcohol
Edna St. Vincent Millay (1892 – 1950): Alcohol
William Faulkner (1897 – 1962): Alcohol
Tennessee Williams (1911 – 1983): Alcohol, Amphetamine, Barbiturates
Françoise Sagan (1935 – 2004): Alcohol, Lots of Drugs
Scott Fitzgerald (1896 – 1940): Alcohol
Jack Kerouac (1922 – 1969): Alcohol
Ambrose Bierce (1842 – 1914), Alcohol
Sir Kingsley Amis (1922 – 1995): Alcohol
Jack London (1876 – 1916): Alcohol
Sinclair Lewis (1885-1951): Alcohol
Hunter S. Thompson (1937 – 2005): Everything
Anne Sexton (1928 – 1974): Alcohol, Drugs
Norman Mailer (1923 – 2007): Alcohol
Edgar Allan Poe (1809 – 1849): Alcohol
Dylan Thomas (1914 – 1953): Alcohol
Louisa May Alcott (1832 – 1888): Opium
Paul Verlaine (1844 – 1896): Alcohol, Absinthe, Drugs
Dashiell Hammett (1894 – 1961): Alcohol
Ayn Rand (1905 – 1982): Speed/Dexedrine
John Cheever (1912 – 1982): Alcohol, Various Drugs
P. Donleavy (1926 – ): Alcohol
Elinor Wylie (1885 – 1928): Alcohol
Jean Cocteau (1889 – 1963): Opium
Arthur Koestler (1905 – 1983): Alcohol
John Steinbeck (1902 – 1968): Alcohol
James Agee (1909 – 1955): Alcohol
William Styron (1925 – 2006): Alcohol
Charles Bukowski (1920 – 1994): Alcohol
Eugene O’Neill (1888 – 1953): Alcohol
Stephen King (1947 – present): Booze, Cocaine, Prescription Meds
O. Henry (1862 – 1910): Alcohol
Malcolm Lowry (1909 – 1957)
Gregory Corso (1930 – 2001): Alcohol, Heroin
Truman Capote (1924 – 1984): Booze, Various Drugs
Flann O’Brien (b. Brian O’Nolan, 1911 – 1966): Alcohol
Richard Brautigan (1935 – 1984): Alcohol
Raymond Chandler (1888 – 1959): Booze

Saludos,  ¡estamos en Carnaval!, desde este lado del ordenador.

8 Responses to “Pasando lista en el Callejón de los (intelectuales) Borrachos Famosos”

  1. Sitedicenqueleí Says:

    Lo de William Holden fue una pena, una pena de hombre y ¿dónde estaba St. Power? yo no lo hubiera dejado solo, pero claro a saber las circunstancias… Respecto a Louise May Alcott, desconocía que fuera adicta a los opiáceos…ahora entiendo lo de “Mujercitas”….Es broma, yo con 7 años leía sus libros q

  2. Sitedicenqueleí Says:

    Leía sus empalagosos libros…
    A veces no se puede ayudar, aunque se quiera, es lastimoso ver a gente maravillosa en las redes del alcohol, pero aunque merme facultades y enferme cuerpos y almas, la libertada de cada uno es la libertad.
    Un saludo afectuoso
    Sitedicen…

    (My last comment)

  3. bartolo Says:

    Echo de menos en sus valiosos comentarios “Bajo el volcán” (novela y película), la primera en ser escrita con el tema principal del borracho y la borrachera. Creo que también, entre las ausencias notables, falta Dostoyevski, y de Canary, que yo sepa, el movimiento fetasiano, por lo menos en un 50%. En fin, tambien nos anima, tanta celebridad, a los que estamos en el callejón de los borrachos anónimos.

  4. admin Says:

    Como siempre me quedan grandes ausencias. Leí hace mucho tiempo Bajo el volcán y más tarde Ultramarina y Oscuro como la tumba donde yace tu amigo de Lowry y fue tanto el impacto que me produjo que me negué a ver la película que John Huston hizo de Bajo el volcán por no crucificar al director de El hombre que pudo reinar… En cuanto a los fetasianos y otros, mea culpa…

  5. Daniel Says:

    ¿Alguien se moja a proponer a un autor o autora canario para esta lista que bien daría para una antología cojonuda?

  6. Mercedes Says:

    Pues Daniel, hay uno… Leocadio Ortega.
    http://www.digital104.com/insecto/leo.htm
    al que se le hacen cortos bebedores…

  7. nano segovia Says:

    ¿ Por qué no está Winston Churchill ?

  8. admin Says:

    Porque don Winston más que escribir ficciones, recreó la realidad en sus libros.

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