La paz sea contigo, aunque sea treinta años depués de dejarnos más solos

Bob Marley puso a Jamaica en el mapa del mundo. De hecho, Jamaica en el imaginario de mucha gente que no ha tenido la oportunidad de visitarla es sencillamente Bob Marley. Pero sobre todo la música –reggae– que Bob Marley contribuyó a que trascendiera fronteras y se convirtiera en una extraña bandera pacifista mezclada con el humo siempre enriquecedor y lúcido de la marihuana.

Jamaica/Marley es así violeta por el humo de la fantasía y verde por su abundante vegetación caribeña. De fondo suena cualquier canción del rey del rasta. Yo tarareo entre otras I Shot the Sheriff y No Woman, No Cry.
Y me relajo. Y me disuelvo y me pierdo de mi yo mientras me enriquezco soñando.

Nunca fui rasta, y el reggae nunca fue una música que me acompañara sentimentalmente. Tampoco tuve suficiente pelo para llevar trenzas ni el color de mi piel es demasiado tostado para predicar la buena nueva de la paz rasta. Lo que sí tengo claro es que la música de Marley toca mi corazón, y que de tanto en tanto recito las canciones que interpretó a modo de escape.

En una época divertida por turbulenta de mi vida (casi como en la que gravito ahora) me encontré rodeado de varios rastas españoles que se habían tomado muy en serio las enseñanzas del profeta Marley.

Entre risas artificiales y deliciosas, dos de ellos se empeñaron en descrifrarme las claves del movimiento al que presuntamente se habían sumado.

Recuerdo que me contaron un relato hermoso por humanista. Esa gente era gente de paz aunque no se creyeran demasiado que el emperador de Etiopía Haile Selassie I fuera una encarnación de Dios. Tampoco se trataban de fieles los que se dice fieles, por lo que más que rastafaris eran seguidores de Bob Marley y del cigarrillo milagroso.

Por esa razón y por otras muchas, Bob Marley es un tipo que me sigue cayendo bien pese a que Babilonia (Occidente) lo haya convertido en un fetiche de buen rollismo. Esta misma tarde, de hecho, he visto un reportaje en televisión sobre Marley donde destacaban que no probaba alcohol pero omitían que sí que fumaba el cigarrillo milagroso.

En fin.

Una lástima que muriera tan joven aunque tuvo una vida  lo que se dice agitada. Tuvo que marcharse de su pequeño país porque en varias ocasiones intentaron atentar contra su vida. Resultaba demasiado revoltoso. Y por revoltoso, peligroso.

Eso de invitar a darnos la paz como que les daba mal rollo a los que están empeñados en prohibir la pipa de la paz.

En Canarias hay varios grupos de reggae, algunos de ellos resultonamente Marley aunque no me invitan a que nos demos la paz.

No sé si la mayoría de ellos siguen en activo pero entre otros recuerdo a los araferos Eclipse Reggae, Africuya, Sinsemilla Reggae y Chubasco en el Ghetto.

No quedaría mal que se unieran y le hicieran un homenaje al maestro. También a la pipa de la paz.

Me pregunto ahora, mientras escribo estas líneas, qué pensaría Marley de este siglo XXI dominado por las guerras (in )justas y el miedo.

Saludos, la paz sea contigo, desde este lado del ordenador.

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