¡¡¡¡¡¡Ratatatatatatatata!!!!!

Últimamente solo consumo películas de gángster. Creo que es signo de los tiempos.

Veo por televisión como la policía se lleva al presidente de las SGAE , Teddy Bautista, y asocio mi renovada afición al género por el abuso de informaciones parciales que diariamente nos bombardean desde los medios de comunicación.

Medios, reflexiono, más despistado que quien les escribe y como en Fueteovejuna todos a una prestos a lanzarse como caníbales ante cualquier pedazo de carne que, no sé muy bien quién, les suelta.

Mi sobrino me preguntó el otro día si conocía a un gángster y yo le respondí señalando la televisión.

- Si está apagada.- me dijo decepcionado.

- Pues enciéndela.- le respondí.

- ¿Así veré un gángster?

Me encogí de hombros.

- Pues no lo sé, pero con suerte sale un tipo esposado.

- ¿Un gángster es un tipo esposado?

Miré a mi sobrino pensando qué responderle.

- En todo caso es un presunto gángster con mala suerte.

No respondí, obviamente, a su pregunta.

Y creo que le mosqueó sobre todo lo de presunto.

Pero ya ven, esta conversación entre tío y sobrino me hizo reflexionar y entender los por qué estoy tan encaprichado en la actualidad por ver cine de gángster.

Veo Capone, de Roger Corman.

Ben Gazzara hace de Cara Cortada y un jovencísimo Sylvester Stallone hace de secundario. También aparece John Cassavetes y Harry Guardino, un actor por el que siento debilidad y no me pregunten la razón.

Vuelvo a ver Lucky Luciano de Francesco Rosi.

Con Gian Maria Volonté, Rod Steiger y Edmond O’Brien.

Y abro los ojos.

Los abro mucho.

La ley seca…

Veo Dillinger, la versión de John Milius, obviamente.

Y Mamá sangienta, otra de Corman, y La banda de los Grissom, del gran Robert Aldrich.

Luego repesco Los violentos años veinte y Al rojo vivo, ambas de Raoul Walsh. Y me quedo más con Los violento años veinte que con Al rojo vivo aunque las dos películas me sigan pareciendo extraordinarias porque el binomio Raoul Walsh y el actor James Cagney fue química pura. Lección de cine con mayúsculas.

Y continuo viendo películas de gángster.

Películas de gángster cuando se rodaban películas de gángster con aliento venenosamente rudo y épico.

Ya saben, esas cintas en las que las fuerzas del orden van detrás del Enemigo público número uno.

Y pienso que tal y como me los ha mostrado el cine todos esos canallas sí que eran desperados de verdad en un mundo donde todavía no se conocía la palabra terrorismo.

Y descubro que el gángster heroico de casi todas estas cintas es como una especie de justiciero equivocado, rabioso con un sistema que lo obligó a prosperar trabajando al margen de la ley.

Y que esa es la gran diferencia que los distancia del gang que impera en nuestros días.

El gángster ya no es familia sino políticos y otras gentes de bien que siguen robándonos a lo grande instalados en una legalidad que, criaturas mías, pide a gritos una higiénica intervención quirúrgica.

Vamos, que Teddy Bautista y Strauss-Kahn son víctimas involuntarias de un sistema al que tanto contribuyeron a alimentar.

Así que los gángster, los gángster de verdad, querido sobrino, no son los que aparecen hoy esposados en los mongoloides medios de comunicación.

Saludos, empuñando mi Thompson, desde este lado del ordenador.

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