Una síntesis sobre ese cine que llaman canario

Los libros que con mejor o peor fortuna estudian lo que llaman como cine canario ocupan ya una buena parte de mi atestada y poco ordenada biblioteca. Síntoma de que lo que se escribe sobre esta realidad interesa y preocupa a un puñado de lectores que, como quien les escribe, suele procurarse cualquier volumen que estudie eso que, insisto, llaman como cine canario.

El último trabajo que nutre este apartado se trata del décimo y último tomo de la colección Historia cultural del arte en Canariasy que bajo el epígrafe de La multiplicidad de la imagen, ofrece una síntesis de la multimedia, la fotografía y la cinematografía en el archipiélago.

Sin desmerecer la calidad de los dos primeros estudios del volumen, lujosamente editado por el Gobierno regional y que llevan por título Cuarenta años de Zaj: el arte vivo y Canarias (1964-2004) e Isla, viaje, fotografía, firmados por Frank González y Carmelo Vega, respectivamente, centraré mi atención en el tercer trabajo, El cine en Canarias (1896-2010) que firma Fernando Gabriel Martín.

El cine en Canarias (1896-2010) se estructura en torno a los capítulos Los pioneros del cine en Canarias: 1896-1900; Desarrollo del espectáculo cinematográfico: 1902-1918; Los años dorados: 1920-1936; El cine bajo el franquismo: 1936-1976 y El cine de la democracia (1977-2010). Cuenta además con artículos independientes que firman Enrique Ramírez Guedes, Gonzalo M. Pavés y Domingo Sola Antequera con los denominadores de El cine de los guantes blancos (1926), Trilogía de la emigración y Del paradigma Fresnadillo al cine guerrilla. La explosión del cortometraje que poco aportan a esta sin embargo ajustada reflexión de eso que llaman como cine canario.

Fernando Gabriel Martín propone una atractiva e informativa síntesis con espíritu constructivo, así que apenas hay arañazos críticos. Se le puede disculpar por eso algunas de sus querencias, como los párrafos que le dedica a Yaiza Borges, un colectivo entrañable –y del que formó parte– que se apagó cuando la sombra del fracaso cubrió sus esperanzas de fusionar exhibición e industria allá en los ochenta, pero noto en falta análisis y rigor a la hora de abordar el fenómeno Esposados porque inevitablemente se trata de un título que contribuyó a que ese cine que llaman canario comenzara a sonar en el mundo tras ser nominado a los Oscars en 1997 y que fue resultado de la unión de no una sino tres productoras canarias capaces en ese entonces de dejar tontunas rivalidades. 

El cine en Canarias (1896-2010)se vuelve crítico cuando el profesor universitario escribe sobre el affaire Océano y lo que ya ha pasado a la memoria del cine que llaman canario como Zeroloto.

Zeroloto.

Escribe Martín en torno al pelotazo que supuso:Un organismo anómalo, la Consejería de Turismo del Gobierno de Canarias, convoca ayudas para el desarrollo de la producción audiovisual con el dinero presupuestado para crear un canal de televisión autonómico, que no se aprueba hasta unos años después. Se invierten cerca de 1.700 millones de pesetas, que se reparten salomónicamente entre las 71 productoras presentadas, muchas formadas con sentido oportunista a raíz de la convocatoria. Llama la atención de que algunos de los proyectos ya se habían realizado, otros estaban en fase de producción y el resto tuvo un destino incierto debido a problemas administrativos o de infraestructura. Entre las producciones acogidas a la subvención, el 83% es en soporte magnético, y un reducido porcentaje es para películas. De ellas, solo cinco son largometrajes, lo que no supone el gran impulso que la producción cinematográfica históricamente demandaba, y las subvenciones beneficiaron mucho más a varias cadenas de televisión.”

Tras analizar este lamentable capítulo de la historia reciente de la cinematografía insular, Gabriel Martín dedica también unas líneas indignadas a Óscar, una pasión surrealista.

Un desconocido en el mundo del cine, Lucas Fernández, fue el elegido para dirigir para dirigir Óscar, una pasión surrealista (2007), película sobre el pintor canario Óscar Domínguez, rodada en Praga, Madrid, París y Tenerife, que se estructura en dos tiempos (presente y pasado) donde el nexo de unión es un cuadro de Domínguez que posee una mujer con los meses contados. Pese a la intervención de grandes actores (Victoria Abril, Joaquim de Almeida, Jorge Perugorría o Enma Suárez), resulta un filme lastrado por un guión forzado y una banda sonora ampulosa.”

Y por último reflexiona: “Más allá del debate amateur/profesional que regía en los setenta, actualmente la disyuntiva parece ser cortometraje/largometraje. Pero el panorama ha cambiado radicalmente con las nuevas tecnologías y especialmente con esa poderosa plataforma revolucionaria que es Internet, medio que facilita desde la ejecución de un casting hasta la difusión de los filmes a nivel internacional.”

Aunque lamenta que en la actualidad algunos jóvenes en sus cortos estén “demasiados influidos por el peor cine estadounidense y sus estereotipos temáticos y estéticos” en los que Canarias “está prácticamente ausente.”

Esta llamada  al orden me hace preguntar, sin embargo, si el apreciado profesor conoce algo del nuevo corto que hoy por hoy se rueda en estas islas apartadas de la mano de los dioses.

(*) La imagen que ilustra este post corresponde a un fotograma de la película Vampyr del cineasta danés Carl Theodor Dreyer. Les animo a que la vean.

Saludos, ¿the end?, desde este lado del ordenador

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