La espera (un relato de inquietante anticipación)

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Una nube de rayos y truenos brota de la nada.

Cuando el humo se disipa se observa un objeto cilíndrico con el ancho y la altura de una casa terrera. Si el lector quiere acercarse, observará el nombre del artefacto: Princesa Dácil, y debajo la pegatina de una bandera tricolor (blanco, azul moteado con siete estrellitas verdes, y amarillo limón).

Dentro de la cápsula, oh, despierta un hombre barbado de su largo sueño por el tiempo y el espacio. Con el cuerpo tonto y mientras mal observa el exterior por una ventanita empañada, saca de una nevera eléctrica una botellita con zumo de naranja. Da un trago largo y tras eructar hecha un vistazo al mando temporal.

Al observar la fecha, la botellita que tiene en las manos se desliza suavemente de entre sus dedos y cae al suelo donde se hace pedazos.

EL VIAJERO EN EL TIEMPO: ¡Coñoooo, aquí marca el año 3.000!

El hombre se quita la manta esperancera que lleva encima y hace comprobaciones en los controles para medir si el aire exterior es respirable.

EL VIAJERO EN EL TIEMPO (asintiendo con la cabeza): Ok, ok y ok.

Se pone unos pantalones cortos vaqueros y encima una camiseta que lleva un dibujo en el que se puede leer en letras desgastadas: Qué bueno es vivir aquí. Se calza unas cholas y abre la puerta de la nave.

EL VIAJERO EN EL TIEMPO (repitiéndose): Coñooo.

Sus ojos hacen una panorámica de lo que cree reconocer como la plaza de España. Solo que la torre está cubierta de vegetación y las dos colosales estatuas de bronce tiradas en el suelo. Por todos lados hay cascotes y ruinas.

La fachada del Casino derrumbada, la estatua de Nuestra Señora de La Candelaria inclinada sobre lo que fue la cafetería del Olympo.

Un silencio, solo roto por unos extraños pájaros gigantescos parecidos a canarios, rompe la quietud del inquietante paisaje.

El viajero en el tiempo chapotea en el agua de la fuente redonda y se introduce en lo que queda del antiguo palacio del Cabildo Insular de Tenerife para salir a una avenida donde descubre que el brazo de mar que separaba a la isla de Gran Canaria se ha desecado. Lo curioso del caso es que la silueta que se acostumbró a ver de pequeño en lo días claros y soleados ya no existe.

El viajero en el tiempo sacude la cabeza y se guía por un mapa que lleva entre las manos. Fuerza a sus atontadas piernas a dirigirse al búnker donde estaba ubicada la Presidencia de Gobierno.

El corazón le late salvaje dentro del pecho. Se pasa las manos por la boca reseca y da un trago de agua de la cantimplora.

A medida que se va acercando al edificio y sortea los obstáculos invadidos por cucarachas de diez centímetros, escucha con un brinco de esperanza voces que, si no se equivoca, deben salir de bocas humanas. El viajero en el tiempo recuerda cómo sonaba la voz humana… Antes de aletargarse como un lagarto se dejó dormir con el dulce y tristón Arroró.

Corre. O hace una parodia de correr mientras cae al suelo y se levanta jadeando. Con la lengua fuera se esconde en una pared mordida por la erosión.

Asoma la cabeza y  descubre una fila de hombres y mujeres vestidos con harapos que están delante de la puerta de la antigua sede de Presidencia.

El viajero en el tiempo apoya la cabeza en la pared mordida por la erosión para tomar aire. Cierra los ojos y da un largo y prolongado suspiro. Al abrir los ojos se encuentra con una chica con el rostro tiznado por la ceniza que le sonríe resignada.

CHICA: Mi niñooo, no nos mires, únete.

El viajero en el tiempo se encoge de hombros e intenta escupir algo coherente pero no le sale nada de la boca. Esa nada hace que coja automáticamente la mano de la chica que lo saca del refugio y lo guía ante la irregular fila de hombres y mujeres vestidos con harapos.

HOMBRES Y MUJERES DE LA FILA (cantando como si fuera una oración): Paulino, Paulino, queremos una reunión.

EL VIAJERO EN EL TIEMPO: ¿Paulino? ¿Acaso…?

La chica le cierra los labios con los sucios dedos de su mano derecha.

CHICA: Canta con nosotros, mi niñooo.

HOMBRES Y MUJERES DE LA FILA: Paulino, Paulino, queremos una reunión… No nos convencen los 4’6 millones de euros que en los presupuestos quieres dedicar a promoción cultural…

EL VIAJERO EN EL TIEMPO (asombrado): ¿Pero todavía… todavía con esa batalla?

CHICA: Shhhhh, mi niñooo, canta.

HOMBRES Y MUJERES DE LA FILA: Paulino, Paulino, queremos una reunión… No nos convencen los 4’6 millones de euros que en los presupuestos quieres dedicar a promoción cultural…

EL VIAJERO EN EL TIEMPO (dirigiéndose a la chica): ¿Pero cuánto tiempo llevan aquí esperando?

CHICA: Ya no me acuerdo. Paulino, Paulino, queremos una reunión… No nos convencen los 4’6 millones de euros que en los presupuestos quieres dedicar a promoción cultural…

El viajero en el tiempo retrocede saliéndose de la fila irregular.

HOMBRES Y MUJERES DE LA FILA: Fuimos débiles y desunidos, y nos dejamos  instrumentalizar, pero eso se ha acabado porque ahora es otro cantar: Paulino, Paulino, queremos una reunión… No nos convencen los 4’6 millones de euros que en los presupuestos quieres dedicar a promoción cultural…

El viajero en el tiempo se pone de rodillas en el suelo y se lleva las manos a la cabeza mientras se pregunta si lo que le pide el cuerpo es ponerse a reír o llorar.

EL VIAJERO EN EL TIEMPO (levantando los puños mientras las lágrimas empaña sus ojos): He vuelto…estoy en mi casa otra vez. ¡Durante todo este tiempo… ¡Maniáticos! ¡Os maldigo a todos! ¡Maldigo las guerras! ¡Os Maldigo! 

HOMBRES Y MUJERES DE LA FILA: Fuimos débiles y desunidos, y nos dejamos  instrumentalizar, pero eso se ha acabado porque ahora es otro cantar: Paulino, Paulino, queremos una reunión… No nos convencen los 4’6 millones de euros que en los presupuestos quieres dedicar a promoción cultural…

(*) La imagen es la del actor Rod Taylor en la versión cinematográfica de la novela de H. G. Wells La máquina del tiempo, El tiempo en sus manos (George Pal, 1960).  

Saludos, ¿continuará?, desde este lado del ordenador.

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