El caso del paciente lector impaciente

La acción se desarrolla en un pequeño consultorio. La habitación apenas cuenta con mobiliario, salvo una mesa de despacho, un diván y una silla próxima a la cabecera del diván.

PACIENTE (tumbado en un diván): Con las películas que veo no me pasa tanto pero sí con las novelas. Debo pensar doctor que ¿es algo grave?

DOCTOR (sentado a su lado): Si se explica usted podré darle un diagnóstico.

PACIENTE (moviendo los brazos nervioso): Pues verá usted, como la cosa no están para gastos excesivos y porque lo que me mantiene con cordura son los libros…

DOCTOR (golpeándonse la barbilla perfectamente rasurada con una estilográfica): Eso se llama el síndrome de don Quijote, tómese usted dos aspirinas y sálgame a la calle…

PACIENTE (dubitativo): … Pues que releo libros que me entretuvieron en mi ya lejana adolescencia y, ¿sabe usted una cosa, doctor?

DOCTOR (resignado): No lo sé pero imagino que me lo va a contar…

PACIENTE (con los ojos muy abiertos mirando al techo): Es usted bueno, doctor, merece la pena hablar con alguien que tiene más de dos dedos de frente y…

DOCTOR (negando con la cabeza): No se me vaya por las ramas y céntrese. Me decía que ahora está releyendo los libros que más le entretuvieron en su infancia ¿y?

PACIENTE:  ¿Y? Pues que abro el libro y es como si lo leyera de nuevo. No me acuerdo de haberlo leído antes. ¿Es eso grave, doctor?

DOCTOR: Mmmmmm.

PACIENTE (cerrando los ojos): Lo que me está haciendo pensar si realmente merece la pena leer libros que desconozco porque pasados unos días ya ni me acuerdo de lo que contaban. Se disuelven en mi memoria con pasmosa rapidez.

DOCTOR (sorprendido): Oh, me deja usted patidifuso.

PACIENTE (dubitativo): ¿Patidifuso? Eso de patidifuso me suena a nombre de murga.

DOCTOR (al que se le escapa la estilográfica de los dedos): ¿Conoce la murga?

PACIENTE: ¿Los Patidifusos?

DOCTOR (babeando): Esa misma.

PACIENTE:  Pues no, doctor. Lo lamento. Digamos que detesto cordialmente los carnavales.

DOCTOR (otra vez resignado):  Ya decía yo… En fin, volvamos a su caso. Estaba hablando de que ahora que relee libros ha descubierto que, al iniciarse de nuevo en ellos, como que no sabe de qué van. Que no recuerda la trama, ni los personajes y esas cosas. ¿Me equivoco?

PACIENTE:  No se equivoca, es algo así.

DOCTOR:  Pues no debería de preocuparse. A mi me pasa lo mismo.

PACIENTE: ¿Lo mismo?

DOCTOR: La verdad es que no leo libros sino cosas, apuntes, relacionadas con mi carrera.

PACIENTE (asombrado):  ¿Y no recuerda nada de lo que aprende a través de esas cosas?

DOCTOR: Pues no.

PACIENTE: Pero entonces ¿qué hace usted atendiendo a enfermos como yo?

DOCTOR (estirando los músculos):  Cosas de la práctica. Digamos que todos mis pacientes padecen la misma enfermedad de distinta manera.

PACIENTE: Ahhhh.

DOCTOR:  Sí, así es. O creo que debe ser. ¿Qué libros ha estado usted releyendo, criatura?

PACIENTE (contando con los dedos de la mano): Ahora mismo me coge con Viaje al miedo, de Eric Ambler. Ayer fue La educación de un ladrón, de Bunker; La ventana siniestra, de Chandler, La isla del tesoro, de Stevenson, Imán, de Sénder y…

DOCTOR: Bonito nombre el de Ambler. ¿Es pariente suyo?

PACIENTE (haciendo ejercicio con los dedos de sus dos manos): Doctor, estoy pensando en estrangularlo.

DOCTOR (tocándose la nariz): Relájese y tómese un Prozac.

PACIENTE: No, si no me lo tomo a mal. Solo que me apetece estrangularlo.

DOCTOR: Continúe hablando mientras hago que tomo notas. Me decía que no recuerda absolutamente nada de los libros que leyó y que ahora relee como si fuera la primera vez, ¿verdad?

PACIENTE: Eso es.

DOCTOR: ¿Le pasa lo mismo con las películas que ha visto?

PACIENTE (cansado y frustrado): Ya le dije antes que no. Solo de algunas.

DOCTOR: Si no fuera un especialista como yo, otro doctor le diría que eso es un claro principio de Alzheimer.

PACIENTE (descolocado): No he leído nada del señor Alzheimer.

DOCTOR (tragando una pastilla de Prozac): Yo tampoco. Y cuénteme usted… esa novela del tal Ambler significó tanto…

PACIENTE (entrecortado): Significar, significar no… Pero es un título que me dio muy buenas vibraciones y me las está volviendo a dar ahora.

DOCTOR (que hace que escribe en el cuaderno de notas): Curioso. ¿Y dice que no se acuerda de nada?

PACIENTE (categórico): Por lo que llevo leído hasta ahora nada de nada.

DOCTOR: Vaya por Dios, vuelve usted a dejarme pati… sorprendido.

PACIENTE: Por eso estoy ahora tumbado en este incómodo diván, doctor.

DOCTOR: ¿Y le pasa este mismo fenómeno con todos los libros que se ha metido encima?

PACIENTE (con el rostro colorado): Ya le dije que sí. Bueno, miento, quizá algún fragmento me hace recordar que lo leí, pero no es habitual.

DOCTOR (poniendo cara seria): Un caso interesante.

PACIENTE (tontamente contento): ¿Usted cree?

DOCTOR (que deja la libreta de notas en una mesita): Por creer, creo que hay hasta perros verdes.

PACIENTE (inspirado): ¿Y en la capacidad de la mente humana?

DOCTOR: No tendrá usted un regaliz, ¿verdad?

PACIENTE (impaciente): ¿Pero entonces para que leo?

DOCTOR (haciendo chasquidos con la boca): Buena pregunta.

PACIENTE:

DOCTOR: No insista que es una buena pregunta.

PACIENTE (con voz estrangulada): Recéteme algo, por favor.

DOCTOR: ¿Un libro?

PACIENTE (levantándose del diván y cogiendo del cuello al doctor): ¡Ahgggg!

DOCTOR: Por el amor de Dios… Cálmese… Lea usted un libro…

PACIENTE: ¡Muere, muere!

Saludos, ¿qué me pasa, doctor?, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “El caso del paciente lector impaciente”

  1. bartolo Says:

    por lo menos no naciste el último minuto del año 1959. Hubiese sido una putada.

  2. admin Says:

    Bartolo, me temo que este comentario tenía que haberlo alojado en el post anterior… No obstante, cuídese…

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