Yo, un ‘perro judío’

- Estoy jarta, grita Belén Esteban. Un armario tatuado y con inquietante parecido a míster Proper llamado Kiko Matamoros exclama no, no, no… Otro Kiko se empeña en que están envenenando la relación entre compañeros (¿?)… Al final, ese mismo Kiko suelta la frase del día en un espacio de difícil digestión –como es Sálvame–  al escupir algo así como “eso es lo mismo que si tú me llamaras perro judío…”

Y cambio de canal para dejar de ver esa película en las que sus protagonistas se sienten el ombligo del mundo cuando el ombligo del mundo soy yo.

Yo, un perro judío.

Me pregunto, cuando sintonizo con otro canal, ¿por qué lo de perro judío?

¿Se siente molesto el tal Kiko que lo llamen perro?

El perro es un animalito de cuatro patas algo tontorrón por ser el mejor amigo del hombre.

¿Judío?

Bueno, los judíos como todo el mundo sabe no gozan en este país llamado Expaña de buena prensa.

La cosa viene de lejos. Habría que remontarnos a los perros de Isabel y Fernando, los Reyes Católicos. Ya saben. La idea de castellano viejo. Sangre pura. Raza… Esas tonterías que parece que se han grabado al rojo vivo en la memoria colectiva de este país de perros judíos, moros y cristianos desmemoriado.

Me pregunto entonces ¿si a ese tal Kiko lo hubieran llamado solo perro se hubiera sentido igual de insultado?

Es más, ¿qué es un perro judío?

¿Un perro criado en el seno de una familia que no come cerdo y que descansa los sábados?

¿Qué entiende el tal Kiko por judío?

¿Un señor de nariz curvada que solo piensa en enriquecerse a costa de los demás?

Resulta curioso, pero me duele escuchar tan gratuitamente en televisión y en horario de máxima audiencia lo de perro judío.

Debe ser, reflexiono, que ayer muy tarde en la noche vi otra vez Soah. Un documental dirigido por Claude Lanzmann y que considero de obligado visionado para todos los cretinos que continúan justificando lo de perro judío sin tener la más remota idea de lo que es ser un perro y un judío.

Y mucho menos lo de sentirse de verdad un perro judío.

Viendo Soah, ya digo que a altas horas de la noche, me atrapa la tristeza mientras escucho los recuerdos que un puñado de judíos y también un puñado de nazis desgranan sobre el Holocausto.

Pero me consta que quizá sea esta la única manera para que el tal Kiko, si ve ese largo testimonio sobre el horror, descubra que lo de perro judío sobra.

Su manera de masticar las dos palabras –perro judío– me parece que le saben a ese señor a sinónimo de ¡Me llamaste Judas!, ¡traidor!, un hijo de puta. Un insulto, hijo de puta, que tampoco entiendo.

Pero si entiendo que te manden al carajo, como mando al carajo al tal Kiko.

Y entiendo que lo mejor que puedo hacer por mi salud es a no jugar con el mando a distancia.

O sí.

Aunque alguno piense que perro judío salido de la boca de quien sale hay que tomárselo a guasa.

U a otra idiotez a la que nos acostumbran los contertulios de ese programa.

Así que puede ser que últimamente me tome demasiado en serio las cosas.

Debe ser.

Puede ser, digo.

Pero me pregunto, demonios, porque ese señor cree que perro judío suena bien y perro moro, perro cristiano, perro católico, perro budista, perro fascista, perro comunista, perro amarillo, perro piel roja, perro blanco, perro negro, perro marciano, perro heterosexual, perro maricón, perra tortillera, perra travestí, perro fumador, perro drogadicto, perro alcohólico, perro vegetariano, perro carnívoro, perro lector, perro pensador no.

¿Qué le habrán hecho los perros y los judíos al tal Kiko?

Comento lo de perro judío con una amiga en la barra de un bar en torno a dos tazas de café.

Me sorprende que mi amiga se ría.

Cuando me pongo serio, la amiga se pone seria y me dice que los perros judíos están haciendo lo mismo con los perros palestinos.

Saca a colación el poema Lo que hay que decir que hace unas semanas hizo público un contradictorio Günter Grass y tiemblo.

Intento entonces explicarle que los judíos y los perros no son lo mismo.

Tampoco los moros, los cristianos, los católicos, los budistas, los fascistas, los comunistas, los amarillos, los piel roja, los blancos, los negros, los marcianos, los heterosexuales, los maricones, las tortilleras, las travestís, los fumadores, los drogadictos, los alcohólicos, los vegetarianos, los carnívoros, los lectores, los pensadores, los palestinos…, válgame los dioses.

Creo, quiero entender, que ella misma se da cuenta.

Quiero entender, además, que sobra como insulto lo de perro judío.

Judío soy yo.

Judío somos todos.

Los perros, no sé si por fortuna, son eso: perros.

El mejor amigo del hombre…

Aunque yo sostenga que son las cucarachas.

Pero eso es otra historia. 

Saludos, ya no sé si ladrar, desde este lado del ordenador.

6 Responses to “Yo, un ‘perro judío’”

  1. Javier Hernández Velázquez Says:

    ¡Miauuuuuuuuuuuuuu!

  2. admin Says:

    Supongo que te refieres al Maus, de ese genio que es Art Spielgelman y su historia de ratones (judíos) y gatos (nazis)… Ahora bien, si no lo has leído, te recomiendo su lectura. Sí ya lo has hecho, a que vuelvas a releerlo. No es un tema para tomarse a guasa.

  3. javier hernandez velazquez Says:

    No, yo soy excesivamente simple. Me refería a un gato… simplemente a un gato (como Mourinho definió a Benzema). En esta vida la única manera de hacer recapacitar a la gente es con el humor (no frivolidad) y el cinismo… La vida es bella (Roberto Benigni),sin ir más lejos.
    Miauuu!… un gato, siempre un gato, esperando ser cazado por una gata (Halle Berry, for example).
    Pdata.- Usted disculpe.

  4. admin Says:

    Queda usted disculpado. También castigado a que se lea Maus… Y no se me queje del castigo, que más que castigo es una obligada recomendación… Respecto al apunte seriamente frívolo de Cat Woman me quedo con la Pfeiffer en la mejor película Batman de las dirigidas por el tío Burton, la segunda, of course.

  5. Arima Says:

    Un público acostumbrado a divertirse con el lamentable freak show con el que nos encontramos a diario por la televisión, ante el cual aplauden considerando como agudos comentarios que son simplemente estúpidos, dudo mucho que lo de “perro judío” le haya pasado desde sus oídos hasta sus cerebros, simplemente porque con mucha probabilidad esa vía esté saturada por el cretinismo.

    ¿Alguien con la sensibilidad mellada como quienes participan en esos programas crees que tan siquiera conozca el holocausto desde la voz de sus víctimas y ejecutores?

  6. cautivo y desarmado Says:

    A un grupo de estudiantes se les situó en torno a una mesa de juego que era grabada por cámaras. Junto a cada uno de ellos, formando pareja, se situó un colaborador.
    Se repartió dinero entre los estudiantes. El juego consistía en apostar como en un monopoly. Si ganaban, obtenían dinero, si perdían, debían integrar el dinero en la caja. Pero en ambos casos, los estudiantes debían usar a su colaborador como intermediario. Es decir, se daba o se recibía el dinero de la caja a través del colaborador que formaba pareja.
    Los colaboradores, en todos los casos, ejecutaron su labor sin cometer ninguna falta ni distracción, lo que era evidente para su pareja estudiante.

    Una vez terminado el juego, se adulteraron las grabaciones de video para simular que la pareja del estudiante había cometido una trampa, guardándose el dinero en la chaqueta y no depositándolo en la caja. Se llamó a los estudiantes por separado, y se les sometió a interrogatorio a cada uno de ellos, comunicándoles que su colaborador había cometido trampas y que confirmasen si habían presenciado los hechos. Los estudiantes fueron separados en tres grupos, sometidos a distintas formas de interrogatorio:

    1. Al primer grupo se le comunicó que su colaborador había cometido trampas, pues estas habían sido observadas por otros estudiantes. (Testimonio ajeno)
    2. Al segundo grupo se le comunicó que “había grabaciones” que demostraban que se habían cometido trampas. (Testimonio sobre la Existencia de un Registro Grafico).
    3. Al tercer grupo se le enseñaban las grabaciones de video donde el estudiante “veía” como el colaborador hacía trampas. (Visionado del Registro Gráfico).

    Los terroríficos resultados fueron los siguientes:

    1. 4% admitió haber sido testigo de cómo su acompañante cometía trampas, compartiendo la opinión de los denunciantes. Es decir, que sólo el 4% admitía la opinión de los otros sobre unos hechos que había observado personalmente.
    2. 11% admitía haber sido testigo de la falta de su compañero, dada la existencia de “pruebas objetivas”. Es decir, que la sola presunción de la existencia de una “prueba grafica”, ya era capaz de sumar un 7% el número de personas que admitía unos hechos falsos como percibidos.
    3. Del grupo al que se le enseñaron los videos manipulados, ¡el 53% admitía haber sido testigo visual de un delito QUE NO HABÍA EXISTIDO, reconstruyendo su propia percepción de los hechos! Es decir, que recordaban haber VISTO con sus propios ojos eso que la cámara había registrado.

    El experimento confirma que la imagen “registrada” –aparentemente objetiva, perceptible por todos- posee, para la psicología del individuo, mayor certeza que su propia imagen mental – “el recuerdo”- del que es capaz de dudar y asumir como algo subjetivo y erróneo. El potencial para la total manipulación de cualquier grupo humano mediante técnicas audiovisuales está absolutamente demostrado. La fuerza de esa manipulación, capaz de distorsionar incluso la propia realidad subjetiva, es aterradora.

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