M de Mezquino y C de ‘Carpanta’

Leo la entrevista con el director del Museo Néstor, Antonio Daniel Montesdeoca, que publica La Provincia con el titular de: “El canario ha sido mezquino con los propios que despuntan”. Y me pregunto, han de permitirme, si el señor Montesdeoca, como canario, forma parte de esos canarios que son mezquinos “con los propios que despuntan.”

Si esta afirmación fuera verdad, pienso en todo caso que es un mal no solo canario sino español. Por lo que si el canario y español que despunta es por encima de todas las cosas en el terreno del arte y la cultura, digamos que su futuro está sentenciado porque a su alrededor solo le crecerán los enanos que lo adoran y esos que Montesdeoca conoce como mezquinos.

Siniestra conclusión: nunca hay espacio para los que apuestan por una tercera vía. Ese grupo de indeseables que se posiciona en un término medio.

Habitamos una tierra que como cualquier tierra de España solo entiende de divisiones, de recelar del vecino. De darnos garrotazos con gusto.

Esto es resultado, decía mi padre, de una historia cuyos siglos han estado  marcados por el hambre y el miedo. Nos reímos de Carpanta precisamente porque aún no hemos olvidado lo que nos une al genial muerto de hambre creado por Josep Escobar.

País de pícaros y ladrones…  En este territorio en el que habito y en el que tanto se reclama ”la condición insular”  observo los idénticos males de una España al menos genial cuando se nos pone poeta.  

Lo otro, lo que cocina los que adoran y desprecian, me pone la piel de gallina. Así que observo que hasta al pobre de don Benito Pérez Galdós están intentando meterlo en ese saco de fantasías animadas de ayer y hoy por una caprichosa manía revisionista y reivindicativa que resulta tan de provincias.

Tan…, tan…, que al mismo don Benito le hubiera sacado los colores.

Galdós, o mejor, la marca Galdós, debe estar por encima del escritor y del hombre que todos los días, cuando gozaba de buena salud, iba a al baño por las mismas razones por las que todos los que nos somos Galdós nos sentamos en la taza del váter.

Por eso pienso que cuando el señor Montesdeoca habla de mezquinos –qué palabra– con una generalización, presumo que lastimosamente provocadora, debe de saber que cerca de ese 90 por ciento de canarios que “desconoce a Néstor”, incluido taxistas, no es por mezquindad sino por una cuestión de cómo se ha construido desde tiempos en los que es mejor perder la razón, las sociedades que en la actualidad vertebran este archipiélago sin cabeza en el que nací, vivo y mucho sospecho desapareceré. 

Recomiendo por ello el señor Montesdeoca que reflexione sobre lo que va a decir. Lamenta y asocia cultura en Canarias con cierto elitismo de cartón piedra que  “ni el museo ni el teatro deben de ser”, y exige por ello abrir un abanico en la cultura siempre y cuando “guarde calidad.”

 ¿Qué calidad?, pregunto.

 La que marca usted. O usté.

Reconozcamos los notables esfuerzos que hace el señor Montesdeoca para que no peligre el Museo Néstor pero también que alguien le sugiera medir sus palabras. Ese  “mezquino” dicho, a mí me apesta a elitista aunque no fuera o fuese esa su intención.

ABRE PARÉNTESIS

El lagarto, el animal que debería formar parte de nuestro escudo y no esos puñeteros y amaestrados perros, es un reptil al que le gusta tumbarse al sol y figurarse un príncipe de las mareas…

Pero ¿a qué viene lo del lagarto?

CIERRA PARÉNTESIS

La tarde de un ayer que fue viernes, mientras se charlaba en la calle al finaliza la presentación del libro No es la noche de Carlos Cruz, alguien lamentó que no haya crítica y mucho menos interés por parte de las dos universidades canarias de lo que se está escribiendo a este lado del Atlántico. 

Y solo pude encogerme de hombros mientras me preguntaba qué tipo de crítica reclamaba esa voz. 

¿Una crítica cautiva y ombliguista?

¿Una crítica feroz y jacobina?

¿Un ensayo cuyas claves herméticas solo es apta para iniciados?

Cuando me iba a casa, alguien me recomendó que no me mordiera la lengua si tengo que escribir sobre lo que otros hacen con todo el amor del mundo…

Me pregunté, en un día de preguntas sin respuestas, ¿por qué no lo haces tú?

A mi, y debo de ser un mezquino, por quedarme ya no me queda ni lengua.

Terminé por la noche con un amigo en una terraza donde el servicio resultó pésimo. Me cabreé. Me levanté de un golpe sin terminar de derrumbar la silla y me largué justo cuando el camarero, alarmado, se acercaba a nosotros para tomar nota.

- Mi nombre es Néstor. Y no me conocen ni los taxistas.- le dije al tipo mientra subía rumbo al García Sanabria.

- Y a mi qué coño me importa.- contestó el camareno.

- Pues entonces a callar y a pagar impuestos.- Respondí pensando en cuando llegaríamos a las manos.

La sangre no llegó al río, así que ya no debemos de ser tan mezquinos. 

Saludos, no, no fue la noche, desde este lado del ordenador.

Escribe una respuesta