El día en que ya nada fue igual

Hay fechas en las que formas parte de la Historia, con H mayúscula aunque tú seas un protagonista minúsculo de esa misma Historia.

El 11 de septiembre de 2001, lo que prometía ser una prodigiosa odisea espacial acabó por transformarse en una odiosa pesadilla servida en riguroso directo por las pantallas de televisión.

Creo que deben ser pocas las personas que ese día no recuerden donde se enteró de la noticia de lo que pudo ser el fin de unos tiempos cuyas secuelas estamos viviendo en la actualidad aunque sin la trágica espectacularidad del desmoronamiento de las Torres Gemelas.

A mi me cogió el brutal atentado en casa, a punto de almorzar. El anuncio primero de que un avioneta se había estampado contra uno de los dos edificios me sorprendió pero cuando iba a tragarme el trozo de bistec empanado digamos que se me atragantó cuando el presentador del informativo anunció que un segundo avión, ya no era una avioneta, había chocado contra la otra Torre.

En ese instante tuve la sensación de que estaba viendo una película, que aquello no podía ser real. Intentaba encontrar algo de lógica a algo que no tenía lógica. El atentado, en definitiva, fue algo así como si ese mismo presentador nos advirtiera que los extraterrestres, por fin, habían aterrizado en la Tierra y que sus intenciones no eran nada amistosas.

Estaba asistiendo al comienzo abrupto de una nueva época y me preguntaba si volvería despertarme al día siguiente. Por la televisión, mientras tanto, se desmoronaban los históricos edificios a los que tantas veces había visto en el cine como parte del paisaje de Nueva York, y observaba estupefacto como aquella inmensa nube de polvo engullía a los ciudadanos de toda raza y condición que huían despavoridos de ella como si se tratara del tráiler de una nueva película de catástrofes…

La espectacularidad del atentado, que parecía escrito por un guionista habilidoso mezclando elementos de la serie Aeropuerto con los de la Jungla de cristal, me llenó de una congoja y un miedo que todavía me acompaña. Como me acompaña el timbre del móvil, que no dejaba de sonar.

La noticia del día, como es natural, fue el atentado. Y como muchos, imagino, permanecimos ese mismo día zapeando para averiguar quién demonios había sido capaz de organizarlo y cuál sería la reacción de la nación más poderosa la Tierra.

Once años después de la tragedia, continuamos igual de desinformados que entonces. Aunque al director del ataque, Osama Bin Laden, le volaron la cabeza en mayo de 2011 en su retiro paquistaní un grupo de militares estadounidenses en una de esas operaciones plagadas de misterio y que cuenta con una fotografía –la del presidente demócrata de Estados Unidos Barak Obama y su equipo viendo en directo la vendetta en un aparato de televisión– que volvió a dar la vuelta al mundo pero no puso fin, sino multiplicó, los numerosos interrogantes que aún planean en torno al 11-S.

Aún son escasas las producciones cinematográficas que se han preocupado en analizar con rigor y buenas historias aquel desgraciado día. El mismo día que, veintiocho años antes, un golpe perpetrado por militares chilenos arrebató por las fuerzas de las armas el poder a Salvador Allende.

El cineasta Michael Moore intentó tocar las teclas en su polémica Fahrenheit 9/11, documento que como todo lo que rueda Moore convence cuando se contempla pero que empieza a hacer aguas cuando analizas sus conclusiones en casa con el inútil fin de encontrarle objetividad.

Protagonizada por actores pero planteada como un testimonio veraz se encuentra la discutible Vuelo 93, del británico Paul Greengrass, en la que se cuenta –por y desde dentro– el secuestro de uno de los cuatro aviones que fueron secuestrados el 11 de septiembre y que contó con el respaldo de los familiares de las víctimas.

Ese mismo años, 2006, Oliver Stone dejaría de lado el discurso político de izquierdas para apostar por el drama humano y heroico en World Trade Center, basada en la experiencia real de dos bomberos que participaron en las tareas de salvamento de los supervivientes de los atentados terroristas y que fueron rescatados tras permanecer casi 24 horas atrapados bajo las toneladas de escombros de las Torres Gemelas.

El cine norteamericano también se ha preocupado en mostrar las secuelas que aquellos sucesos han dejado en los familiares de las víctimas. Entre otros títulos, Reign Over Me (Mike Binder, 2007) y Tan fuerte, tan cerca (Stephen Daldry, 2011), que a la postre resultan dramas excesivos que solo buscan tocar la fibra sensible del espectador.

A modo de curiosidad, está 11’09’01, filme integrado por varios cortos dirigidos por cineastas en distintos lugares del planeta con el fin de ofrecer una perspectiva distinta sobre lo que pasó ese día. Firman estos trabajos actores y cineastas como Sean Peen (Estados Unidos); Ken Loach (Reino Unido), Claude Lelouch (Francia); Danis Tanovic (Bosnia-Herzegovina); Shohei Imamura (Japón); Amos Gitaï (Israel); Samira Majmalbaf (Irán); Yusef Chahine (Egipto); Idrissa Uedraogo (Burkina Faso); Mira Nair (India) y Alejandro González Iñárritu (México).

Hay más películas sobre el 11-S, sobre todo documentales, aunque en el territorio de la ficción y por estar aún demasiado cerca el atentado, creo que los títulos aún se pueden contar con los dedos de la mano.

Once años después, la imagen de los aviones de la American Arilines y United Airlines vuelve a ocupar los espacios informativos. Y regresan las sensaciones que me asaltaron aquel 11 de septiembre de 2001 con renovada fuerza.

Casi las mismas que me golpearon un 11 de marzo de 2004.

Claro que esa es otra historia que forma parte de la misma Historia.

Saludos, ya nada fue igual, desde este lado del ordenador.

3 Responses to “El día en que ya nada fue igual”

  1. JAVIER HERNÁNDEZ VELÁZQUEZ Says:

    El 4 de agosto de 2000 estaba yo después de comer en el mirados de las Twin Tower. 13 € para disfrutar del Sueño Americano. El día anterior, paseando por la Quinta Avenida entramos en el Empire State y haciendo tiempo para subir al mirador nos metimos en un simulador que estaba en el sótano. Te monatabas en un helicóptero que te enseñaba Manhattan desde el aire… lo gracioso (maldita la gracia) es que el juego terminaba con el artefacto impactando contra las Torres Gemelas.
    Está claro que hay un antes y un después. Esos acontecimientos que marcan las épocas (Edad media, edad Moderna, edad… ) han marcado el inicio de una nueva era, con sus cosas buenas (comunicación, medios electrónicos, el Madrid de Mou, las nuevas bellezas de Victoria secret´s) y malas (la crisis financiera, las guerras que han venido y vendrán, la voladura de la sociedad del binestar, la perpetuación de Paulino…).

  2. admin Says:

    Efectivamente, Javier, ¡¡¡ya nada ha vuelto a ser los mismo desde aquel 11-S de 2001!!!

  3. Gil Says:

    Nada es casual, y esas imágenes simuladas que nombra Javier son parte del juego completo. Yo vi con asombro, no recuerdo en qué mala película americana, fechada unos años antes del 11-S, una escena donde un helicóptero o una avioneta revoloteaban cerca de las torres. Y creo que hay más de un film donde ocurre. A día de hoy yo no me creo para nada que eso lo hiciera un célula de moros llenos de odio. Para nada. Y en efecto, alguien en plural quería que las cosas cambiaran, para mal de muchos y bien de pocos.

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