Cuentos para ser leídos antes de dormir

Jesús Villanueva Jiménez irrumpió en el panorama de la narrativa escrita en y desde Canarias hace dos años con su novela El fuego de bronce, título en el que quiso rendir homenaje a los hombres y mujeres que combatieron en Santa Cruz de Tenerife para defender la plaza del ataque de una escuadra británica los últimos días de julio de 1797.

Novela histórica en la que el autor cuidó hasta el mínimo detalle, y ciñéndose siempre a las fuentes documentales, El fuego de bronce se vendió muy bien aunque no termina del todo de funcionar como vehículo narrativo debido quizá a las ambiciones con las que fue escrita.

De todas formas, el esfuerzo empleado hace loable la tarea por tratarse de un riguroso trabajo histórico que si por algo falla es, precisamente, por su riguroso carácter histórico, que pesa más que la  ficción –no la acción– que el autor describe en la novela.

Jesús Villanueva regresa ahora al territorio literario con otro volumen, Ahora. Poemas sin trampa y relatos para antes de dormir, en el que mezcla poemas e historias cortas que si bien no terminan por encontrar su equilibrio, sí que cuenta con algunos en los que el escritor se revela como un potentísimo narrador en el que encuentro ecos, incluso, de ese gran cuentista norteamericano que fue O’Henry.

Ahora. Poemas sin trampa y relato para antes de dormir resulta así un extraño experimento que da por resultado un híbrido en el que además de poesía y relato se añaden excelentes ilustraciones de Eduardo González, viñetas que recrean un momento de las historias cortas que salpican este volumen, editado por Idea y que su autor presentará próximamente en el Casino de Tenerife.

Al margen de los poemas, género en el que confieso un distanciamiento desde que tengo uso de razón, el potencial atractivo de este libro, a mi juicio, son sus cuentos, en los que el autor tantea muchos géneros, como el histórico, el humor, el suspense, con resultados francamente notables porque se leen muy bien y en la mayoría de los casos resultan incluso extremadamente cortos. Al modo de O’Henry, además, la mayoría de ellos termina con un final que atrapa y sugiere.

El apartado de relatos se inicia con Santa Cruz en Carnaval, tu belleza y simpatía…, título que sumo a esa lista de novelas y cuentos escritos en esta tierra sobre la fiesta de la que más se presume y promociona a este lado del Atlántico. No es Santa Cruz en Carnaval, tu belleza y simpatía… un relato redondo, pero sí que se deja leer con una sonrisa en los labios.

El volumen continúa con Un bofetón inesperado, que está teñido de nostalgia y el inquietante Maldita curiosidad, en el que Villanueva da una posible solución a uno de los asesinatos sin resolver de estas islas y que tuvo lugar en los años de la postguerra en la Matanza de Acentejo.

En esta narración se visualiza lo mejor que puede dar Villanueva como escritor, en especial cuando describe con creciente pulso narrativo el diálogo que cruza una anciana señora y un joven del arroyo que va subiendo la tensión y atención en el espíritu del lector.

Lamentablemente, el listón lo baja con el siguiente,  El último beso, así como Y sin embargo, quiero que seas feliz y Ya veré en el último momento, aunque lo recupera en Siempre le había gustado observar a su mujer, en especial por la atmósfera que consigue, así como su tinte negro y aroma resignado.

Las lágrimas de María Antonieta es un cuento de carácter histórico en el que lo mejor es que se nos informa que Jean Babtiste Drouet, el maestro de postas que descubrió y mandó a arrestar a Luis XVI en Varennes, el 22 de julio de 1792, fue uno de tantos franceses que, años más tarde, lucharían del lado de los españoles contra el ataque británico a las costas de Santa Cruz de Tenerife.

Un aperitivo que no termina de cuajar tras la lectura de Maldita despedida de soltera, un relato con una moralina en exceso cargante y el insólito El abrecartas. Insólito por su determinismo y El día más inspirado, que si sobresale es por su naturalismo presumo que involuntario.

El siguiente relato histórico es En la Nochebuena de 1797, en el que Villanueva retrata un imaginario cara y cruz sobre cómo debieron de celebrarlas el general Antonio Gutiérrez y Horacio Nelson, pero escrito de forma rutinaria, con poca chicha y limonada; y Eso es cosa de la Central, en el que Villanueva denuncia con contundencia un asunto hoy de extrema y lamentable actualidad como son los desahucios.

El escritor critica además con sentido del humor en Gracias a la Virgen de Candelaria, el despertar de un independentista en una Canarias presuntamente marroquí casi como si se trata de un episodio de En los límites de la realidad, aquella mítica serie de televisión creada por Rod Serling; y rinde homenaje a la literatura como fuente de evasión en La magia de los libros que no terminó de convencerme como no terminó de convencerme Los temblores de Lulú, pese a su final “inesperado” y el navideño Qué mal rato para la Noche de Reyes, aunque es briosa su descripción del Mercado Nuestra Señora de África y del rastro que se monta en sus alrededores.

El mejor cuento de esta antología que mezcla poema y relatos es el titulado Sucedió en Afganistán, y en el que Jesús Villanueva cuenta casi, como si hubiera estado allí, las  preocupaciones y temores que sienten los miembros de las tropas españolas acantonadas en ese país que, insisten unos, no vive en una situación de guerra.

Lástima, sin embargo, que a la postre resulte tan corto. Como corto se antoja El retrato, que brilla por su excelente e inquietante atmósfera aunque se frustre al final.

Son dieciocho relatos en total en los que su autor, Jesús Villanueva, presenta en este libro. Libro en el que se nos revela como un brillante cuentista, en especial cuando describe y recrea atmósferas, pero también un escritor que debe de encontrar su camino ya que da la sensación de que por el momento solo lo está tanteando.

Saludos, unos hablan y otros callan, desde este lado del ordenador.

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