El profesor chiflado cumple 50 años

El mismo Jerry Lewis confiesa en los extras de El profesor chiflado (The Nutty Professor, 1963) que el filme está inspirado más en la novela de Robert Louis Stevenson, El extraño caso del doctor Jekyll y Mr.Hyde, en la película del mismo título protagonizada por Spencer Tracy (Victor Fleming, 1941).

Yo me quedo, de entre las versiones que han adaptado el clásico de Stevenson con la que firmó Rouben Maoumolian en 1931 y la del mismo Jerry Lewis, ya que reinterpretó al desdoblado personaje stevensoniano muchísimo tiempo antes de que la Hammer hiciera lo mismo en su curiosa El doctor Jekyll y su hermana Hyde (Roy Ward Baker, 1971) porque la película de Lewis más que una comedia fantástica es una fantástica comedia que aún conserva el aroma de los clásicos y, lo que es mejor, el espíritu libertario de unos años, como fueron los sesenta, que ha quedado como una década que no le pertenece al tiempo, casi como si flotara en el limbo al menos en mi memoria como espectador cinematográfico.

El profesor chiflado, que cumple cincuenta años lo que se dice muy bien llevados, nos advierte nada más comenzar la cinta que se trata de una comedia adulta en el que “cada gesto es una imagen.”

En el filme, Lewis interpreta a un entrañable pero feo profesor universitario –Julius Kelp– enamorado de una de sus alumnas, Stella Purdy, papel que interpreta la actriz Stella Stevens, pero sabemos que es un amor imposible no ya por el estrafalario físico del profesor, tampoco por la suponemos diferencia de edad que separa al excéntrico científico de la chica, sino porque el profesor es un hombre aislado e incapaz de hacer amigos resultado, se sugiere en una de las escenas más tragicómicas del largometraje, de una familia en la que el papel del padre lo asumió la madre y el de la madre el padre.

Vista cincuenta años después, El profesor chiflado no deja de resultar una comedia políticamente incorrecta en los tiempos que corren, de ahí que sus despreciables remakes (1) prescindieran de los elementos altamente peligrosos de su discurso (que bien mirado puede ser una delirante reclamación de la masculinidad) para solo tantear en otro de los grandes temas que examina el clásico de Lewis: vivimos en un mundo donde lo único que importan son las apariencias.

El profesor chiflado versión Lewis es una inteligente sucesión de momentos tóxicamente divertidos.

La transformación del feo y resignado profesor en su álter ego, Buddy Love, un chulazo insoportable que solo se quiere así mismo, protagoniza uno de esos momentos que obligan a pensar qué grande es el cine.

Para Jean-Luc Godard y Françoise Truffaut esta película se convirtió en un título de cabecera, y la reivindicaron con tanto ardor intelectual que más que reforzar sus elementos de comedia, explotaron ese mensaje que medio siglo después de su estreno hoy se entiende de la misma manera: es una comedia subversiva.

Es decir, que con El profesor chiflado Jerry Lewis dio un paso más allá en su rica trayectoria artística no solo al reinterpretar las claves que alimenta una de las mejores novelas de Stevenson, sino por encontrar cómo darle la vuelta a ese título ya canónico de la literatura con originalidad.

A mi me parece por ésta y otras razones la obra maestra de su actor y director.

Hay muchos momentos cómicos en El profesor chiflado pero, a mi juicio, los mejores son los que se concentran en ese Buddy Love que se atreve a hacer todo aquello que, resultado de la represión familiar y del sistema en el que vive, es incapaz de realizar su álter ego.

El final de la película, que no voy a revelar, es un canto en este sentido a liberar los sentidos, a apostar por el lado equivocado de las cosas que aún me desconcierta. Su reivindicación del hedonismo sí que reclama el exceso.

El largometraje muestra además el desdoblamiento no ya del actor, sino del gran artista que fue Jerry Lewis, quien por un lado está frente a las cámaras y por el otro detrás de ellas.

El discurso de la película nos presenta la otra naturaleza del frustrado profesor en  Buddy Love, un tipo que mira por encima del hombro a todo el mundo que no sea él. Un narciso reconocido al que le entra por un oído y le sale por el otro la crítica que le hacen los demás.

BUDDY LOVE: Cuando uno es genial y lo sabe, como es mi caso, no hay que andarse con rodeos nena. ¿A que estás loca por mí?

STELLA PURDY: Siempre he dicho que amarse a sí mismo es el comienzo de un amor que dura toda la vida. Estoy segura de que serás muy feliz contigo mismo.

Otra de las grandes escenas del filme es como se mete en el bolsillo a su estirado decano, a quien deja literalmente en calzoncillos cuando explota su vena de actor shakesperiano y a quien momentos antes le ha soltado como quien no quiere la cosa este desternillante parlamento: “Una vez consulté a un psicoanalista y me dijo que tenía una personalidad desdoblada y esquizofrénica. Quiso cobrarme 82 dólares pero le di 41, que el resto se lo diera el otro.”

En la escena final, mientras dentro del profesor sus dos personalidades combaten para dirigir el rumbo de su personalidad, el profesor con esa voz atiplada de ratón de biblioteca admite sin embargo: “No me ha gustado ser otra persona, pero a la vez sí que me ha gustado”, lo que pone de manifiesto la gran contradicción que sentimos a veces cuando por necesidad –nunca necedad– notamos que estamos siendo otro.

Un otro no sé si más cabal pero sí seguro de sí mismo, capaz de abofetear al matón de turno, ridiculizar a nuestras jefes sin que lo sepan y de paso que la chica de tus sueños caiga rendido entre tus brazos.

El problema, viene a decir la película, es que esa transformación no dura demasiado a no ser que la alimentes con sustancias externas.

Se concluye, esa es más o menos mi interpretación, que a veces sí que nos gusta ser otra persona, por paródica y cruel que resulte.

Así que si lo que quieren de nosotros es imponernos apariencia, saquemos entonces al monstruo sin domesticar que llevamos dentro.

(1) Me refiero, obviamente, a las dos olvidables entregas protagonizadas por Eddie Murphy, El profeso chiflado (Tom Shadyac, 1996) y El profesor chiflado II: la familia Klump (Peter Segal, 2000).

Saludos, cantando Black Magic, desde este lado del ordenador.

Escribe una respuesta