Contra las cuerdas, una novela de Susana Hernández

“El simple hecho de trabajar en domingo, doce horas seguidas, ya era un suplicio. Si se le añadía la inquietante probabilidad de que Virginia aprovechase la ocasión para echar una de sus habituales canitas al aire, la pesadilla cobraba dimensiones demoníacas. No dejaría de hacerlo, la infidelidad formaba parte de su forma de ser y entender las relaciones, y Aina no podía luchar contra eso, era como golpearse la cabeza contra un frontón, un ejercicio doloroso, absurdo y agotador.”

(Contra las cuerdas, Susana Hernández, colección Serie Negra, Alrevés)

No conozco muchos casos en la novela negra escrita en España donde se de la voz a los que se encuentran al otro lado de la ley.

El género que se cultiva en este país, un país, que si de algo puede presumir es por su tremebundo individualismo, prefiere de momento escoger a parejas de policías nacionales y guardias civiles, también a detectives privados que bordean el lado salvaje de la vida antes que explorar otras rutas narrativas por la que sí anduvieron los grandes clásicos norteamericanos en ocasiones con resultados insólitamente líricos.

Pienso, cuando escribo estas líneas, en la ebria lucidez de David Goodis, en el arrollador canto crepuscular que caracteriza algunos de los títulos de William R. Burnett o en la crudeza, física y espiritual, que caracteriza todo el corpus literario de ese gigante del arroyo que fue Jim Thompson. Edward Bunker es un caso aparte en una lista que es muy larga y en la que sus miembros se preocuparon por reflejar en sus escritos la complejidad del perdedor. Una forma de entender la vida que no explora por el momento con demasiada fortuna la novela negra que se escribe en España, género que se ha acomodado en una serie de protagonistas vulnerables, sí, pero poco dados a torcerse.

Manteniéndose regular a los preceptos que en la actualidad definen el género en este país, la irrupción de la escritora Susana Hernández ha sido recibida con aplausos porque se trata de una mujer que explora con nervio las aguas de una novela, la negra, hasta el día de ayer mayoritariamente masculina, aunque cuente con ilustres precedentes; también porque las protagonistas de dos de sus títulos son subinspectoras, Miriam Vázquez y Rebeca Santana, y que la escritora dio a conocer en la primera entrega de lo que promete ser una serie, Curvas peligrosas.

La nueva aventura de Vázquez/Santana se titula Contra las cuerdas, título de la colección Serie Negra de la editorial Alrevés, una novela en la que su mayor virtud es el estilo directo, modelo sujeto-verbo-predicado, que caracteriza el estilo de su escritura, y que encaja a la perfección en una historia que va creciendo a medida que se devoran sus páginas y a medida que el lector va empapándose de las vidas de sus dos protagonistas, más de Rebeca Santana que de Miriam Vázquez, mientras persiguen a un violador y asesino serial que la prensa ha bautizado como El violador del cuchillo.

Si hay algo que me ha llamado poderosamente la atención de Contra las cuerdas, y ya estoy tardando en leer Curvas peligrosas, es la capacidad que tiene Hernández para que en ningún momento la trama estrictamente negrocriminal esté por encima de las relaciones privadas que mantienen sus dos protagonistas. Relaciones privadas que aportan mucha sustancia al retrato de unos personajes que saben a creíbles y que poseen –más una que la otra– una idea muy clara de qué es eso del amor. Logra, además, que como lector me implique emocionalmente con ellas. Tanto, que maldiga todavía entre dientes ese final abierto que deja la autora y que como es natural no voy a desvelar.

Contra las cuerdas es también más que una novela urbana y de escenarios, una novela de y sobre personajes. Personajes con sus contradicciones, pero que también han aprendido a endurecerse por desempeñar un oficio crudo y difícil como es el de ser policías. En este sentido, resulta muy llamativo la variedad de personajes que aparecen en esta novela que revela a una escritora que, afortunadamente, se aparta del sendero plagado de ilustres e ilustradas damas del crimen, para hundirse en las complejas aguas de la literatura negro criminal. Un género preocupado más por ser crónica social de su tiempo que en la solución de un asesinato.

En definitiva, Contra las cuerdas es una novela que no decepcionará, y un título en el que se muestra como se maneja, y muy bien, una escritora que tiene sentido del tiempo y que en ocasiones parece incluso que escribe como si de una ametralladora se tratara.

Esa capacidad y su preocupación por dotar de grasa a sus protagonistas son elementos más que suficientes para anotar con letras mayúsculas el nombre de Susana Hernández en la lista de escritores de cabecera de los negro criminal que hoy por hoy se prodigan en España.

Saludos, revólver en mano, desde este lado del ordenador.

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