Sampedro y sus estancias invernales en Tenerife

Abril va pasar a la historia como el mes en el que nunca tantos lloramos la ausencia de unos pocos que ya comienzan a ser sospechosamente demasiados.

No es voluntad además la de este blog la de ir redactando óbitos con carácter de urgencia cuando su editor tiene noticia del fallecimiento de un individuo que  contribuyó a hacerle este rato que tiene en el mundo un poquito más feliz, pero la actualidad apremia, así que no nos queda otro remedio que el de escribir unas cuantas líneas en memoria del escritor, humanista y economista José Luis Sampedro, muerto el domingo pasado aunque ha sido este martes, 9 de abril de 2013, cuando se ha hecho público su fallecimiento a la nada desdeñable edad de 96 años.

Como muchos ya conocerán, José Luis Sampedro fue un visitante habitual de la isla de Tenerife, así que en más de una ocasión resultaba natural tropezarse con aquel venerable anciano por las ramblas de la capital en la que vivo y territorio al que dedicó algunos de sus libros.

El Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife ha tenido, en este sentido, el acierto de lamentar su fallecimiento, aunque las palabras del alcalde de la capital tinerfeña, José Manuel Bermúdez, no dejen de resultarme un tanto extremas al calificarlo “como si de un chicharrero de más se tratase.”

Hijo adoptivo de la ciudad desde 2006, y vecino de la calle Robayna donde pasaba los meses de invierno hasta 2008, Sampedro es autor de La senda del drago, cuya segunda parte transcurre en el archipiélago. Otras novelas suyas son El río que nos lleva, La sonrisa etrusca, La vieja sirena, El amante lesbiano y Cuarteto para un solista, escrito en colaboración con su mujer, Olga Lucas.

Entrevisté en una ocasión al escritor en Tenerife.

La cita fue en el Hotel Mencey y Sampedro estaba harto de entrevistas, aunque actuó como un profesional y me concedió la última, preparado –creo yo– a repetir las mismas respuestas que le había facilitado previamente a otros compañeros en esa ronda de atender a los chicos de la prensa.

En este sentido, fue una conversación difícil porque el escritor no estaba ya para hablar mucho aunque creo que fue a raíz de una cuestión en la que le propuse que me dijera qué libros de una u otra manera le habían cambiado como persona cuando se le iluminaron los ojos tras las gafas y se meció la venerable barba para responderme sin pensarlo dos segundo que La guerra y la paz.

Recuerdo que me llamó la atención que me revelara ese título aportando los artículos que en las ediciones que conozco en español desaparecen como por arte de magia para reconocerla como Guerra y paz, pero bastó para que José Luis Sampedro se explayara tan a gusto sobre la novela de León Tolstói para que una vez finalizada la entrevista y tras dejarlo en la cafetería del Mencey, me diera cuenta que, de alguna manera, Sampedro tuvo mucha suerte cuando descubrió a pronta edad la obra maestra del gran escritor ruso.

Nunca he sido, sin embargo, un  lector regular de su trabajo.

Y conste que tengo un amigo que se hartó de repetirme durante varios días que no dejara de leer El amante lesbiano… Así que igual es el momento de recuperarlo ahora que no está entre nosotros. Que ya no pasea entre nosotros “como un chicharrero de más” como dice el alcalde de un Santa Cruz de Tenerife que necesita con tanta urgencia recuperarse de su tradicional letargo capitalino.

De ese aroma provinciano que, pienso también, tuvo que ser uno de los atractivos que encontró el escritor fallecido durante sus estancias invernales en esta tierra con seguro de sol.

Saludos, esto es todo, amigos, desde este lado del ordenador

One Response to “Sampedro y sus estancias invernales en Tenerife”

  1. iván cabrera Says:

    Yo tengo muy buen recuerdo de las lecturas de “Octubre, octubre” y “La vieja sirena”; pero nefasto de “La senda del drago”.

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