Historia de un calambre: La fuga del Logan

Hay películas cuyo impacto no se olvidan. Me ha pasado con muchas en lo que ya es una confusa relación que me acompañará hasta el final de mis días.

La fuga de Logan llegó a los cines antes que La guerra de las galaxias. Así que me siento más loganiano que starwamaníaco por lo que supuso de pequeño acontecimiento para aquel adolescente de provincias con ganas de metralla.

La edad, que no perdona, me hizo ver recientemente la película que dirige Michael Anderson con otros ojos, una mirada más cansada, puede incluso que más sabia pero también más tonta. Con todo, el filme de Anderson me sigue pareciendo una atractiva cinta de ciencia ficción para desespero de modernos y esas cosas.

Y acaba bien, y cuenta con unos efectos especiales que, en aquellos tiempos ya lejanos, mediados de los setenta, nos parecía a los que la vimos en el cine como el no va más del no va más.

Pese a que haya envejecido, Logan’s Run tiene algo que la diferencia de películas de anticipación que vinieron después.

Su estética futurista setentera la viste de un estrafalario atractivo retro que sin llegar a clásico sí que la convierte en filme de culto.

El discurso que propone se adelanta a sus turbulentos tiempos, que lo fueron, y se ve en la actualidad con mueca de asombro. Al margen de sus escenas de acción, de su banda sonora y de esos fx que el paso de los años han anticuado.

No obstante, la vuelvo a ver y siento –aunque sea levemente– el calambre de la primera vez.

La primera vez…

- La fuga del Logan.

- No, no, La Fuga de Logan

- La fuga del Logan.

Cine Greco, grupo de amigos, todos despistados se hacen con su entrada y entran en la sala que se hace oscura.

La luz del proyector enciende la pantalla…

Y ohhhhh se escucha en el patio de butacas.

Un año antes de que repitiéramos el ohhhh al ver la nave imperial irrumper en el espacio mientras ataca a la pequeña embarcación donde se refugia y huye la princesa Leia…

Protagonizada por un actor que no dejó de trabajar en aquellos años, Michael York, y una belleza que no es de este mundo, Jenny Agutter, en Logan’s Run trabaja también Richard Jordan, que hizo carrera en teleseries tipo Capitanes y reyes, novela río traducida al español por Pedro Víctor Debrigode, maestro de la narración de bolsillo acrobática; y Peter Ustinov, actor y cineasta al que detesto y amo con confesa debilidad.

La historia se desarrolla en 2.275 en un planeta Tierra donde la gente vive cómoda y feliz en cúpulas que son vigiladas por un cuerpo de policías que viste de negro-gris y que dispara a quienes pretenden abandonar ese paraíso, ese mundo mágico y de colores que esconde una siniestra verdad.

No voy a desvelar nada más de la historia por si acaso alguien no haya visto la película pero merece la pena verse porque todavía late, logra evadirte de la gris realidad que te envuelve.

El otro día, mientras la digería en casa, tuvo la generosidad de hacerme retroceder al pasado y recuperar a aquel proyecto de persona que una vez fui. Resultó inevitable entonces y ahora que me planteara preguntas…

Por aquel entonces era un tipo al que los nervios le recorrían el espinazo cuándo se enteró que La fuga de Logan, o La fuga del Logan como decíamos, se iba a convertir en serie de televisión.

Pero no fue para tanto.

De la serie solo recuerdo a Richard Jordan. Lo mismo me pasa con la que hicieron de El planeta de los simios

¿Alguien que no esté herido por la melancolía se acuerda de ella?

Tras perseguirla, pude leer la novela que inspiró La fuga de Logan.  Es decir, otro libro al que llegué gracias al cine.

Escrita a cuatro manos por William F. Nolan y George Clayton Jones, los aficionados a la ciencia ficción donde lo que prima es más la ficción que la ciencia conocen a Nolan. El material literario tiene, sin embargo, poco que ver con la película. Pero esas cosas, afortunadamente, pasan a veces. Lean ¡Hagan sitio!, ¡hagan sitio! (Harry Hausen, 1966) y compárenla con Cuando el destino nos alcance (Soylent Green, Richard Fleischer, 1973).

Si no recuerdo mal, en la novela de Nolan y Jones no aparecían cúpulas y sí una trepidante escena de acción en el campo de batalla de Gettysburg donde unos robots recrean la famosa batalla que mandó a paseo los sueños de la confederación…

No, el filme apenas tomó elementos prestado del original literario salvo algunos personajes y situaciones. Mi memoria, que es traicionera, no recuerda ahora si hay un capítulo en el que aparece el personaje que Farah Fawcett interpreta en el filme. Farah Fawcett fue una actriz que mereció mejor suerte que la que tuvo en vida.

Pero no va por ahí la cosa…

Si no del impacto emocional que supuso ver La fuga de Logan la primera vez.

Durante un tiempo no dejé de mirarme la mano para descubrir si tenía mi reloj de vida activado.

La otra noche, mientras disfrutaba de la película, contemplé la palma para descubrir si por algún capricho del destino tenía impreso el puñetero reloj de vida.

En la película se volvía negro cuando tocaba el turno de la falsa renovación. Logan 5 lo descubre e intenta salir de la cúpula para llegar al Santuario.

¿Lo consigue?

Vean la película y hagan juego.

Tras La fuga de Logan vino Scanners, de David Cronenberg y, naturalmente, La guerra de las galaxias, dos títulos que son una especie de ying y el yang, pero nada resultó lo mismo aunque lo que aún me sorprende de ambas películas es que recuerdo donde las vi, con quién las vi y la agitación que se nos metió a todos por dentro.

Un calambrazo.

La fuga de Logan.

La fuga del Logan.

La fuga...

Saludos, la vida es una tómbola, desde este lado del ordenador.

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