El señor Stanley, supongo…

Un faraón o sacerdote egipcio hace que mira de frente mientras el mundo se mueve a su alrededor. Flota en el aire un aroma caprichoso, una mezcla de olores químicamente fuerte.

Observas que la gente se mueve arriba y abajo y que da un paso adelante y otro para detrás.

No puedes moverte y es inevitable que tropieces con uno o con una que te derrama medio vaso de whiskie.

Y quieres escapar de la marabunta como Charlton Heston, por lo que subes dándote de codazos exclamando ¡hagan sitio!, ¡hagan sitio!

Subes a casa con la cabeza dolorida pero te detienes para observar el final de la ciudad de la que has escapado y en la que resplandece una luz blanca y algo cadavérica y resuena una voz ensordecedora.

Imaginas que es la voz de un monstruo que devora a la gente a medida que sube hacia donde estás.

Un tipo que va de muerto viviente te detiene a varios metros de la casa e insiste en que bajes con él a la fiesta.

El grito del monstruo suena cada vez más cerca y prefieres ser masticado en tu casa. Declinas la invitación y dejas al tipo que va de muerto viviente caminando como si tuviera espasmos.

Imita, y bastante bien, el caminante no hay camino de los cadáveres de La noche de los muertos vivientes, el filme en blanco y negro de George C. Romero que dio origen a la pandemia por los tipos y tipas que recién han salido de la tumba.

Al llegar a tu  casa te enteras que hoy hace quince años que falleció Stanley Kubrick.

Y sientes como el monstruo se acerca poco a poco, arrastrándose como una babosa calles abajo…

Piensas en los de drugos que te derraman whiskie todos los días.

Y en los Barry Lyndon.

Entonces te llaman por teléfono. Y una voz ronca te recita como un mantra que solo se amanece en carnavales hasta “que por lo menos son las diez”.

Te recrimina que pongas cara de Jack Torrance pero ¿reconocería las caretas de Spartaco o del corononel Dax de Senderos de gloria?

- ¿Me estás hablando a mí?- murmuras por teléfono.

Y la voz  hace que tose.

- El resplandor fue descubrir al astronauta de 2001: una odisea del espacio… ¡Cómo me gustaba el puñetero traje y la escafandra!… Ahí estaba el Madelman cosmonauta… Un mito de mi adolescencia que solo llegué a conocer encerrado en cajas.

- Dísfrazate y amanece a las diez de la mañana.- Dice la voz.

Y cuelga.

Con el teléfono pegado a la oreja te asomas a la ventana vestido con el disfraz del emperador y contemplas a unas cincuenta personas meando en la calle.

Escondida en un coche se encuentra inclinada una chica que está rodeada de amiguitas que van de lolitas. Más allá, descubres a una caricatura del doctor Stragelove y, con los pantalones bajados y casi pegados a una esquina, un pelotón de Full Metal Jacket.

Cierras la ventana porque el grito del monstruo resuena ya a dos manzanas… Un grito atronador al que le acompaña una luz blanca y algo cadavérica.

Sientes calor. Oleadas de calor que se estampan en tu cara y que huelen como ¡a lavanda!

El caos lo rompe el timbre de la puerta como un secreto a voces. El pajarito del WhatsApp te avisa que tienes un mensaje pero lo dejas pasar mientras pones el ojo en la mirilla.

Dos parodias de Tom Cruise y Nicole Kidman hacen que se esconden detrás de dos espantosos y venecianos antifaces.

Cierras los ojos de par en par

Vuelve a sonar el timbre.

- ¡¡¡Respeten, respeten!!!.- gritas como el monstruo que ahora repta baboso por la fachada del edificio.

- ¡¡¡Respeten, respeten!!!- repites cerrando con doble fechillo la puerta de tu cartillo de cartón.

Saludos, corta, corta, desde este lado del ordenador.

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