Olvídalo, Jake, esto es Chinatown

Roman Polanski comenta en una entrevista que si tiene dos películas de las que se siente profundamente satisfecho son El pianista (2002), un proyecto muy personal; y Chinatown (1974) un trabajo de encargo y que sospechó iba a ser tedioso y sin sentido tras leer las primeras versiones del guión de Robert Towne.

La película podría ser entendida así como un prodigioso milagro. Aunque también la de un cuadrado perfecto porque reunió a lo más extravagante del Hollywood oficial de aquellos años:

Un cineasta polaco que había tanteado con éxito el mercado norteamericano con La semilla del diablo y cuya vida sentimental estaba marcada por la tragedia; un guionista que hizo famoso lo de ser guionista en el cine norteamericano de los años setenta; un productor, Robert Evans, conocido por sus excentricidades pero con una visión del cine que funde lo viejo y lo nuevo con glamurosa elegancia en una década prodigiosa castigada también por una crisis; y un actor, Jack Nicholson, que en aquellos años todavía era un tipo que intentaba hacerse un hueco en la industria y arrastraba fama de gamberro.

No sé si esto explica que cuarenta años después Chinatown continúe aturdiendo, pero algo debe de haber porque la misma fórmula pero con distintos ingredientes que emana Bonnye and Clyde (Arthur Penn, 1967) y las sucesivas imitaciones que se realizaron tras el éxito de Chinatown no funcionan. Todas ellas carecen de la perfección que aún caracteriza la película de Polanski.

Chinatown es, aparentemente, una clásica historia de detectives. Los ecos a Raymond Chandler ya lo sugiere la evocadora banda sonora de Jerry Goldsmith, pero es también, y ahí su grandeza, un estupendo retrato sobre las dobleces humanas y el abuso de poder. Una película que estudia las apariencias con elegante sobriedad.

Jake Gittes, el detective privado que interpreta Nicholson, es un perdedor al que parece que la vida le ha ido razonablemente bien tras dejar la policía por un caso sucedido en Chinatown, pero al que pronto se le nota que el nuevo que investiga le resulta demasiado grande.

Faye Dunaway interpreta a una aparente femme fatale que al final resulta muy femenina pero poco fatal. No reproduzco el diálogo cumbre de la cinta y en el que se descubre el pastel con la esperanza de que alguien que lea estas líneas todavía no haya visto la película…

John Huston asume el papel de un hombre de negocios, aparentemente amante de la familia y del orden. Su orden.

El mismo Roman Polanski interpreta a un gángster con el dedo fácil para la navaja, de hecho, llega a romperle la nariz a Gittes en otra de las memorables escenas que se reparten en este aparente policíaco que ha sabido perder con el paso del tiempo su aroma retro para convertirse en un clásico.

Y como clásico, su visionado todavía conmociona.

Conmociona porque explota nuevas interpretaciones y porque casi parece que la ves por primera vez.

O aparentas verla por primera vez porque sabes cómo se van a desarrollar los acontecimientos pero no a quedar desconcertado por las lecturas que sacas de una película que forma el cuadrado perfecto.

Y te deja noqueado.

Tirado en el suelo, mosquiado porque todavía te duele su contundente mensaje, ya sin apariencias, de una película que va más allá de estar construida como una matrioska.

Jack Nicholson recuperó a Gittes en The Two Jakes (1990) pero la cinta no funciona. No respira esa atmósfera inevitable, a lo callejón de las almas perdidas, de Chinatown.

No termina con un demoledor “Olvídalo, Jake, esto es Chinatown”.

Saludos, plano americano, desde este lado del ordenador.

3 Responses to “Olvídalo, Jake, esto es Chinatown”

  1. Iván Cabrera Cartaya Says:

    Tanto “El pianista” (2001) como “Chinatown” (1971) siguen siendo dos películas extraordinarias, quizá las mejores, o entre las cinco mejores, que dirigió Polanski. El tiempo lo va diciendo así.

  2. admin Says:

    Ojo con las fechas… Y repáseme lo último que ha firmado el director. Yo voy a sacrificarme.

  3. Iván Cabrera Cartaya Says:

    Ok.

Escribe una respuesta