Crimen, una novela de Irvine Welsh

Su chulería impertinente comienza a derrumbarse ante la presión de esta compulsión, las correspondientes dificultades respiratorias, los dolores en pecho y brazos y los demoledores ataques de depresión y ansiedad que padece por las noches. Pero, ante todo, lo que la socava es la incesante avalancha de datos que le llegan por todos lados contándole en tono inequívoco que la basura con la que se mantiene le está matando. No puede encender un televisor sin que algún presuntuoso nutricionista progre le señale con el dedo como artífice de su propia destrucción“.

(Crimen, Irvine Welsh. Traducciön: Federico Corriente. Colección Compactos, Editorial Anagrama, 2012)

A Irvine Welsh lo conocí a raíz de la película Trainspotting (Danny Boyle, 1996), un filme de culto entre sus iniciados aunque no aguante un segundo visionado que es lo que suele pasa con las películas de culto, más cuando ese espectador termina por convertirse al ateísmo más recalcitrante y salvaje. Ese abrazo a la soledad extrema gracias a Dios.

Así que es natural que la producción literaria del autor me resultara indiferente pese a estar publicado en España por una editorial de referencia como es Anagrama, editorial que con puntualidad germana presenta las nuevas historias de este escritor escocés que ha hecho de las drogas consideradas como duras, la heroína y la cocaína, señas de identidad, y de Escocia el escenario de la mayoría de sus relatos.

Por casualidad, dichosa casualidad, llega a mis manos Crimen, que no es su última novela pero sí la mejor a tenor de lo que he leído que cuentan otros sobre el autor de Trainspotting. Y sin levantarme del sofá, sí que me he dejado arrastrar por ella, aunque resulte demasiado extensa (casi cuatrocientas páginas).

Lector de novelas policiales en todas sus vertientes, el atractivo que me sedujo de Crimen fue adentrarme en una historia escrita por un señor al que, aparentemente, se la trae floja el género.

Me seducía comprobar cómo manejaba sus claves un tipo que provoca tantos entusiasmos como odios desatados, y para mi sorpresa me quedo en término medio, en tierra de nadie porque admitiendo algunas de las virtudes de Crimen, no aguanto sus  defectos, como es alargar un relato al que podando unas doscientas páginas y dejando de lado tantos conflictos emocionales hubiera resultado mucho más contundente de lo que, presuntamente, quiere ser.

Crimen cuenta la historia de un politoxicómano policía escocés que pasa unas vacaciones junto a su novia en Miami. El policía, Johnny Lenox, se ha especializado en casos de pederastia, un territorio hostil y perverso que le ha dejado profundas huellas y que justifica su carácter explosivo. En la ciudad donde Sonny Croquett y Rico Tubbs se manejaban como pez en el agua vuleve a tropezarse con una oscura red de pedófilos y comienza su largo y penoso camino hacia la redención.

Con todos sus peros, Crimen tiene momentos de auténtica fuerza, de esos en los que resulta imposible abandonar la lectura, pero cuenta también con otros que son de una lentitud arrolladora. La dificultad en equilibrar ambos extremos es lo que hace que el libro no sea lo redondo que uno hubiera esperado y casi llega a desmoronarse en sus capítulos finales donde se percibe a un escritor con ánimo radical y polemista pero fondo claramente moral y maniqueo, por mucho que se esfuerce en demostrar lo contrario.

Sin embargo, y al margen de esta catastrófica circunstancia, y solo por capítulos como el de la fiesta en la que su protagonista termina en entrar en erupción, se atisba el talento como narrador de un escritor que si se centra más en lo que quiere contar podría llegar a ser una de las grandes voces del arroyo de la literatura británica de nuestros caprichosos tiempos, pero no cumple a mi juicio en Crimen con estas rebeldes y nihilistas expectativas. Aunque si que deja un regusto, pero solo un regusto, amargo una vez se cierra las tapas del libro.

Como en otras historias de Welsh se hace referencia al universo peculiar de personajes que ha sabido vertebrar en sus libros, pero incluso desconociendo una obra que, aseguran, también explota pero a su manera la de adaptarse al género negrocriminal como es Escoria, no acabo por animarme a leer más trabajos del señor Welsh. De hecho, me pregunto si Crimen será el primer y último libro que consuma de un escritor que genera tanto entusiasmo como desprecio.

Yo, ya se ha dicho antes, me quedo en tierra de nadie.

Saludos, a leer que son dos días, desde este lado del ordenador.

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