Silence, una novela de Alba Sabina Pérez

Se hizo de madrugada entre besos y conversaciones sobre el paraíso en Indonesia, y el regreso al sur durante los meses de invierno. Ya tenían los dedos arrugados de llevar tanto tiempo en el agua. Salieron de allí a las seis de la mañana y se sentaron en una tumbona, abrazados, a ver el amanecer. Marcos señaló hacia el oeste. “Mira, va a salir el sol”, dijo. “El sol sale por el otro lado”, respondió Claudia riendo. “Perdona, yo llevo  toda la vida viviendo aquí  y el sol siempre ha salido por ese lado”. “Marcos, el sol lleva millones de años saliendo y siempre ha salido por el este”. “Pues nos quedamos aquí hasta que salga, y verás que tengo razón”, dijo Marcos convencido de sus palabras. Se quedaron allí, pero se perdieron la salida del sol besándose;  él sobre ella, tendidos en la hamaca.”

(Silence, Alba María Pérez. Neys Books Ediciones, 2014)

El año pasado irrumpió con ¿Quién cuidará de mis guardianes? Alba Sabina Pérez, una escritora de la que hasta ese momento apenas se sabía nada pero que se hizo un hueco en la caprichosa marea de las letras con un libro pequeño en el que diseminaba una serie de historias conmovedoras y que despertaban emociones escondidas en el lector.

Con ¿Quién cuidará de mis guardianes? me encontré con una escritora que sabía narrar y acariciarte a través de una serie de cuentos e instantes en los que se detectaba oficio y un agradecido mestizaje cultural –combinación airada si quieren de influencias literarias y cinematográficas varias– a los que hacía referencia sin ánimo doctrinario ni erudito. Aquellos títulos se mencionaban en sus relatos porque habían resultado determinantes y era una manera de expresar, quiero entender, su reconocimiento a todas esas fuentes genéricas y contradictorias que, de una manera u otra, contribuyeron a que fantaseara y creciera como persona.

Todos estos elementos y alguno más se dan cita ahora en Silence, su primera novela. Un libro que afortunadamente no ha traicionado las expectativas que había depositado en una narradora que ahora se atreve a jugar en otra pista. Pista en la que se mueve con la misma agilidad que en ¿Quién cuidará de mis guardianes?, aunque en esta ocasión pisando con más fuerza, como si hubiera dejado de lado los balbuceos y dudas anteriores para contar la misma historia: el adiós a esa primera y rebelde juventud que es la adolescencia.

Silence se lee y se devora con pasmosa rapidez y Silence se lee y se devora con pasmoso desconcierto. Dividida en cuatro partes, la novela tiene el aroma del final de un viaje y está narrada en una tercera persona para la que no existe, afortunadamente, el pudor.

Claudia, su protagonista, se aloja en un apartamento cedido por unos amigos de sus padres en Costa del Silencio, una geografía turística que se confunde con los descampados sureños de la isla de Tenerife y en la que residen una serie de personajes de numerosas nacionalidades que trabajan o pasan sus vacaciones en ese paraíso venido a menos con pinta del oeste salvaje.

Como en ¿Quién cuidará de mis guardianes? hay referencias literarias, en esta ocasión La Divina Comedia de Dante, y una presencia sutil pero insistente de la televisión. Artefacto que utiliza la protagonista para mirar una serie de documentales sobre asesinos. Asesinos servidos como entretenimiento y que pesan a lo largo de toda la narración como algo ominoso y siniestro.

Algo de que puede suceder cualquier cosa.

Que algo pasará…

Y son muchas las cosas que, efectivamente, pasan en Silence, aunque la novela no termina decantándose por el festín sanguinario sino que apuesta por la terapia. Una terapia narrada en tercera persona y en la que su protagonista –que toma notas que reproduce en el libro– no usa para ahuyentar sino asumir sus fantasmas y derrotas.

La única manera, entiendo que sugiere, de poner fin a los traumas que la despedazan.

Silence conmueve y emociona. Y se trata de uno de esos libros que tienen muchas más lecturas que la primera. Respira vida y también una nostalgia por las cosas que no duran. Sueños que se disuelven en una geografía donde se amontonan apartamentos y bares en una planicie yerma que terminan a orillas de la playa. Un territorio en el que se puede escuchar toda clase de idiomas y acentos y el sonido del viento y del mar: el silencio.

Toca la fibra esta novela y a veces incluso pone la piel de gallina. Y todo recurriendo a un estilo sencillo, sin exageraciones. De una aplastante sencillez en el que late sustratos y emociones que hacen que el ejercicio de la lectura resulte más atractivo.

Su único defecto es que se trata de una novela demasiado estructurada, pero tiene la virtud en muchos momentos de emocionar. De que el lector esté ahí dentro, en esa costa con parque de atracciones donde una vez quiso reinar el silencio.

Saludos, otra vez con The Kinks, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “Silence, una novela de Alba Sabina Pérez”

  1. Miguelina Says:

    Novela para olvidar. Pésima.

  2. admin Says:

    Para gustos colores…

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