Una extraña complicidad que Dios la bendiga

Concluye la octava edición de NNegra de Arona suscitando la misma pregunta de siempre. Esa gigantesca interrogación que me acompaña en el viaje de vuelta a casa, con la banda sonora del zumbido del motor de una guagua que atraviesa la autopista bajo un sol de justicia.

La pregunta que me asalta siempre que estoy de vuelta es cómo sobrevive un encuentro con la novela policíaca al que apenas se promociona y en el que, sin embargo, participan escritores de primera línea en el panorama narrativo que aborda lo criminal en español.

Entre otros, NNegra de Arona contó esta edición con Andreu Martín, un escritor que es referente del género y un tipo que ya lleva treinta años escribiendo historias negras, otras tantas infantiles y personajes del mundo del colorín como sir Tim O’Theo que dibujara Raf.

Para los que consumimos esta literatura, algo cansados ya de los protestones de siempre, Andreu Martín ha trascendido la frontera de sus cuentos y novelas para convertirse en una marca. Cuando escribo marca me refiero a que es normal buscar sus libros como los del Andreu Martín, con independencia del título que se trate. La marca Andreu Martín no suele fallar porque sus relatos implican entretenimiento y que los devores –en uno o dos días– mientras el libro tiembla entre tus nerviosas manos.

Andreu Martín es una leyenda del género dentro y fuera de España. Un compañero de viaje con el que pasar el tiempo. Así que conocerlo personalmente es dejar que las horas se evaporen como si nada y una lección de cómo hay que actuar ante la vida. Olvidas las primeras y desde entonces ya no últimas lágrimas que soltaste cuando saliste a trompicones del vientre de tu madre.

Andreu Martín habló y con él se habló en NNegra de Arona.

Es verdad que ante un auditorio pequeño, en el que casi siempre se veían las mismas caras, pero muy agradecido por el vitalismo y la sencillez que emana un escritor que lleva muy bien eso de ser un referente del género que cultiva y que tan bien conoce.

Un escritor que responde más o menos al imaginario que uno se hace de esta clase de marcianos que son los escritores. O que deberían ser los escritores. El 9 de mayo, que cayó viernes, celebraba además su aniversario. Así que hubo tarta y algo de vino y regalos.

Con Andreu Martín se habló, ya digo. Y Andreu Martín habló, digo también en un encuentro en que participaron otros narradores como Luis Gutiérrez Maluenda, para quien la novela policíaca nació y murió entre los años que van desde la década de los treinta a la de los sesenta y que sin embargo cultiva el género con un entusiasmo que desarma; Carlos Álvarez, que además de fina ironía es capaz de hacer entendible la historia de Canarias con relatos en los que tendríamos que reconocernos; y Alexis Ravelo, quien además de ser un excelente escritor es igual de excelente como persona.

Cuatro esquinas de un mismo cuadrilátero que hace que NNegra de Arona se haya convertido en uno de esos extraños milagros que aún se mantienen y que parecen conspiran para hacerme feliz.

Y es que algo tiene la literatura negra.

Cosa de buena gente.

O de una extraña complicidad que Dios la bendiga.

Saludos, tomando una cerveza negra en El Pájaro Turuta, desde este lado del ordenador.

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