¡Que vienen los rusos!

Pese a que los tiempos hayan desplazado la amenaza comunista del que se conocía como mundo libre (los villanos son hoy narcotraficantes latinoamericanos, norcoreanos y terroristas musulmanes) todavía se ruedan películas e incluso series de televisión donde se recuerda aquella paranoia que, dicen los expertos en estas cosas, ya se preocupó por mostrar el cine de serie b estadounidense en los años cincuenta. Uno se encuentra así ante numerosos títulos del pasado en los que se refleja la invasión silenciosa del virus rojo en un puñado de inteligentes y turbias reflexiones cinematográficas como Manos peligrosas (Samuel Fuller, 1953), aunque no es éste sino otro –el miedo al triunfo del presunto igualitarismo soviético– el objeto de este post para nostálgicos de la Guerra Fría.

Hace años leí en un periódico de tirada nacional un faldón publicitario donde se anunciaba con grandes letras blancas sobre fondo negro La URSS invade Estados Unidos. En televisión, mientras tanto, se exhibía una serie marciana, Amerika, que discurría en unos Estados Unidos divididos tras ser ocupados por los soviéticos y Rocky se liaba a castañazo –metáfora en dolby etéreo de la III Guerra Mundial– enfrentándose en el ring contra Ivan Drago, un coloso hermoso y rubio como la cerveza con pantalón corto rojo con hoz y martillo en brillante dorado.

¿Sería entonces verdad que la URSS podía invadir Norteamérica?

¿Que el mundo libre quedara noqueado por unos tipos, los rusos, con tan poco sentido del humor?

Estas y otras preguntas se resolvieron con el estreno de Amanecer rojo (1984) de John Milius. La madre de todas las películas paranoicas sobre invasiones rojas.

John Milius era un cineasta que no solía dejar indiferente. Conservo grato recuerdo de Dillinger y Adiós al rey. También de El viento y el león, Conan, el bárbaro y alguna otra más. Como guionista recuerdo dos interesantes western: La aventura de Jeremiah Johnson y El juez de la horca, así como la parte de Apocalypse Now! que todo el mundo recuerda. La del teniente coronel Kilgore y su me encanta el olor del napalm por la mañana

Amanecer rojo es un disparate ultra en la carrera del cineasta. Tan ultra, que causa desconcierto que cuente con una nueva versión estrenada en 2012 que no dirige Milius y que ni siquiera se estrenó en los cines del imperio aunque, se cuenta, respeta la idea original: una invasión.

Pero… y siempre hay un pero…

si en la primera la América profunda, esa que parece que está armada hasta los dientes, era ocupada por soldados soviéticos, cubanos y nicaragüenses, ahora es el ejército de Corea del Norte el que hace lo mismo con fría mentalidad oriental.

Chuck Norris también se apuntó a la moda en la década de los ochenta con la delirante y aburrida Invasión USA (Joseph Zito, 1985), en la que un agente comunista dirige un desembarco masivo de terroristas contra unos cebados Estados Unidos.

Pero… y siempre hay un pero…

ni vista como una comedia involuntaria aguanta un pase.

El cine norteamericano sobre una invasión comunista se ha transformado en el siglo XXI en un cine que fantasea con la amenaza terrorista. Un fantasma que recorre el mundo tras los brutales atentados de Nueva York, Madrid, Londres, Islamabad, Boston…

Se ruedan y se estrenan películas que son la misma.

Dos gemelas:

Si Objetivo: La Casa Blanca (Antoine Fuqua, 2013) es un comando norcoreano el que ataca la Casa Blanca, en White House Down (Roland Emmerich, 2013) es un grupo de mercenarios el que hace lo mismo.

La idea recuerda, inevitablemente, a Air Force One (Wolfgang Petersen, 1997), pero ésta funciona mejor que las otras dos.

Somos conscientes que hay más películas donde se plantea este mismo escenario, pero ahora no recuerdo otros que mostrasen la posibilidad de que la Guerra Fría la pudo haber ganado soviéticos y satélites… Se agradece por lo tanto información sobre películas que no hayan sido reseñada en este post de urgencia y fin de semana.

Porque, ya lo saben, siempre hay más de un pero…

Saludos, que vienen los rusos, desde este lado del ordenador.    

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