Aún queda resplandor

“La vida era una rueda, su único objetivo era girar, y siempre retornaba al lugar de donde había partido”.

(Doctor Sueño, Stephen King. Plaza & Janés Editores, S.A., 2013. Traductor: José Óscar Hernández Sendín)

Stephen King ha publicado medio centenar de libros entre novelas, antología y ensayos. De hecho, es raro el año en el que no aparece en el mercado y casi siempre en las listas de los  más vendidos algún título suyo, en especial los que cultivan un género como es el fantástico que tiene en King señas de identidad muy personales aunque su esquema literario exige un urgente volantazo para que regrese a la autopista que lo lleva a ese infierno donde machaca sus demonios más oscuros.

El año pasado se publicó con gran respaldo publicitario Doctor Sueño, una continuación de una de sus novelas de más éxito, El Resplandor. Es verdad que la adaptación cinematográfica que realizó Stanley Kubrick le robó resplandor al original literario, sobre todo si tenemos en cuenta que Kubrick apenas recurrió a la novela para contarnos su peculiar y helada historia de fantasmas, lo que parece que no le perdona todavía el escritor y que justifica en parte, y así lo señala King en el epílogo de su colosal (por las seiscientas páginas) nueva entrega sobre el devenir existencial de Danny Torrance, el niño que veía muertos en El Resplandor y que en Doctor Sueño ya adulto arrastra un serio problema con el alcohol.

Doctor Sueño, como casi todas las novelas que escribe Stephen King, se lee de un tirón aunque el lector que conoce meridianamente su obra aprecie un discreto mecanicismo que recuerda vagamente al autor de Carrie, La hora del vampiro (Salem Lot), Cementerio de animales y Duma Key.

Parece que Stephen King más que estar agotado con el género que lo hizo rico y famoso apuesta por el piloto automático o continuar explotando la fórmula de siempre –la marca King– solo que ésta comienza ahora hacer aguas, a no sorprender como antaño.

El lector tiene la sensación mientras lee la novela que eso ya lo sabe, pero de otra forma, por otras novelas del escritor, y lo mismo pasa con los personajes… Tipos para lo bueno y lo malo. Pero siempre algo más que clones.

No provoca Doctor Sueño demasiada inquietud, pero creo que esto era lo de menos cuando King escribió la novela. Una novela que narra la redención de Torrance, su combate final contra los miedos que arrastra tras la experiencia vivida en el Hotel Overlook y su sacrificio no ya solo para abandonar el alcohol sino por una adolescente que se encuentra en el ojo del huracán. O circunstancias parecidas a las que él vivió siendo un niño.

Doctor Sueño es el relato de su titánico intento de reconciliación con todo lo que dejó atrás y lo más importante, consigo mismo.

El Danny Torrance adulto debe regresar al paisaje donde se originó todo: el Hotel Overlook, en la novela convertido ahora en un hogar de caravanas de lujo y espacio en el que hacen escala los malos de la historia.

Porque Doctor Sueño es una novela de buenos y malos, aunque los malos sean unos “vampiros vacíos” como los denomina King y que se hacen llamar así mismos el Nudo Verdadero que se alimentan en comunión de la esencia de niños con el don del Resplandor a los que luego asesinan ritualmente.

Doctor Sueño es una meridiana continuación en clave fantástica de El Resplandor, solo que donde antes había espectros, un tema por el que navega cómodamente el escritor, ahora propone otra mirada, aunque en tono menor, sobre la maldad.

Lo mejor de la novela se encuentra, y debe ser cosa de la edad, en que tiene más sustancia el relato de cómo Torrance intenta salir de la cloaca que la trama sobrenatural en sí.

Resulta más interesante seguir los pasos de Danny Torrance cuando intenta olvidar su pasado bebiéndose todo lo que llega a su garganta que la aventura fantástica con la que intenta arroparla el escritor.

Imagino que debe de haber algo de King en los días sin huella de Torrance. Stephen King no se cansa de contar que tuvo una vida bastante desordenada antes de que publicara Carrie, la novela que lo descubrió cuando aún era un don nadie.

Por eso, y a mi juicio, es un escritor que casi nunca termina por decepcionar. Es como si te reencontraras con un conocido del que estás harto pero también agradecido de que continúe siendo más o menos el mismo.

Saludos, el tiempo pasa…, desde este lado del ordenador.

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