El síndrome de Tarzán, una novela de Sinesio Domínguez Suria

“Tarzán emite su grito característico, se balancea en una liana, se lanza aferrado a ella y se agarra a la siguiente sin soltarse una milésima de segundo, de la primera. Es un salto seguro, Lo único que puede fallar es la liana, pero ésta es una mezcla de raíces, hojas y ramas que nacen en los brazos más altos de los árboles y, por tanto, parece muy improbable que no esté bien afianzada.”

(El síndrome de Tarzán, Sinesio Domínguez Suria. Colección: Narrativas, Ediciones Idea, 2015)

Sinesio Domínguez Suria es un escritor que propone una lectura tranquila y generosa en la palabra. Su literatura se preocupa más por las emociones que caracterizan a sus personajes, aunque los mismos, en el caso de esta novela, estén supeditados casi por una sola mirada y una sola voz, que es la del padre. La de un hombre al que le resulta bastante difícil romper con su condición de constructor y apoyo de la familia.

El síndrome de Tarzán, su última novela, es un relato sobre personas y sobre las maneras en que esas mismas personas viven. El título se refiere a un estado que intenta explicar las razones de que algunos prefieran saltar –como si de lianas se trataran– de relación en relación. Un síndrome con el que definir clínicamente a los hombres y mujeres poco o nada maduros. O todos aquellos que sienten un extremado miedo a sostener una relación estable.

La última novela de Domínguez Suria no se limita solo a retratar cómo padece este ¿mal? uno de sus protagonistas y cómo este ¿mal? afecta a los que lo rodean, sino que ahonda en otros planos como la psicología del resto de los sujetos de la novela como es la hija y el padre, a quienes presenta a través de una voz narrativa que es la primera persona del progenitor. Eso hace que las vivencias que se cuentan insistan en el abandono aunque no ofrece otros puntos de vista, en especial de quien sufre el latigazo del síndrome y de quien lo genera, lo que convierte en irregular uno de los tres lado del triángulo que propone la obra.

No obstante, que sea prácticamente una sola voz la que narre los distintitos acontecimientos que se desarrollan en la novela justifica que el autor haya apostado por eliminar la intervención de otras miradas, y si bien reduce su campo visual ya que, por lógica natural, el padre siempre va a estar del lado de la hija, el tercero en discordia, el compañero sentimental, se describe sin caer en la malicia y sí con cierto y agradecido distanciamiento.

Se intenta, además, justificar el errático carácter del que padece el síndrome, de quien sufre el síndrome de Tarzán, cuando se revela rasgos de su infancia y adolescencia.

Este nuevo título en la producción de Sinesio Domínguez  Suria contiene elementos que, a la postre, resultan más atractivos que la descripción psicológica que sugiere sobre el fin de la pareja. Y en este aspecto, resaltaríamos por interesante y porque está escrito con notable solidez, el proceso de transmutación del narrador –el padre– a lo largo del relato. Una metamorfosis dolorosa que Sinesio Domínguez cierra con un emotivo y conmovedor final.

Como otras novelas del escritor, El síndrome de Tarzán esconde cargas de profundidad existenciales en una escritura en la que a aprecia un exquisito cuidado con la palabra y un amor muy coherente hacia cada uno de sus personajes. Con ello consigue que el lector los haga próximos y que casi resulten de la familia y que, como pasa en cualquier familia que se precie, que vivan momentos felices y tristes.

Tiene sustancia El síndrome de Tarzán aunque, personalmente, uno hubiera agradecido algo de no sé si llamarlo humor pero sí ironía a medida que se avanza en el relato y comienzan a desarrollarse las situaciones que estructuran la novela. Novela en la que transitan otros personajes, como la madre y el hermano, pero a modo de secundarios; y un escenario que se nombra, Madrid y otro, se supone que Canarias, que se sugiere al informarse que está situado a miles de kilómetros de distancia y posee playas de arena rubia.

El síndrome de Tarzán con todos sus peros es una novela psicológica cuya densidad no ahoga al lector. De hecho, ya se ha dicho, termina por engancharlo. Logra, y no es un esfuerzo baladí, que se implique en lo que se cuenta y motiva que el lector tome partido, pese a que esté condicionado por la primera persona y que desee conocer cómo termina una historia de hombres poco maduros y padres que no quieren dejar de ser padres y mujeres muy prácticas y con coraje.

Ellas son, al fin y al cabo, las heroínas de un relato cuajado de protagonistas masculinos que basculan entre el orden y el desorden, hombres tremendamente egoístas y miedosos.

¿Quién dijo –parece que se plantea Sinesio Domínguez Suria– que las mujeres son el sexo débil?

Saludos, a leer que son dos días, desde este lado del ordenador.

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