Con viento en las velas

INTRO

La afición viene de atrás y tiene su origen en La isla del tesoro que, si no recuerdo mal, fue la primera novela que leí hace ya mucho tiempo… Piratas, un tesoro, un niño que se esconde en un barril de manzanas y un barco que navega por los siete mares.

No, nunca volví a ser el mismo.

Y eso que uno, que no sabe de del arte de navegar, se enrola como marinero en cualquier tripulación que lo reclame y sin importarle demasiado como es el carácter de su capitán.

A veces, es verdad, la navegación resulta ociosa pero casi siempre se complica. Y no por el furor de la mar, que es muy caprichosa y se pone brava según le sople el viento, sino porque me contagio con esa sensación de peligro que no me deja pensar en otra cosa que ¿volveré a pisar tierra…?  

Mi nombre es Ismael… y las aventuras que presento son películas de barcos y sobre el mar pero también de marinos. Todas ellas transcurren durante las guerras napoleónicas y en todas ellas los hombres son hijos de la Gran Bretaña.

Es probable que falten títulos, pero sabed que mis compañeros y yo hemos acotado este trabajo –divertimento regado con ron– en todas esos largometrajes que me enseñaron, al menos cuando transité por sus aventuras, el arte de navegar cuando el pequeño corso amenazaba con hacerse amo de Europa.

Dicho esto… ¿están preparados para el abordaje?

 

Lady Hamilton (Alexander Korda, 1941).- Aunque el tema naval queda en un muy segundo plano al preocuparse más por la relación como amantes que mantuvieron el almirante Horatio Nelson y Lady Hamilton, el filme de Alexander Korda cuenta con excelentes escenas de acción en alta mar así como con dos actores que, casi siempre, estuvieron a la altura de las circunstancias: Laurence Oliver y Vivian Leigh, más tarde matrimonio en la vida real.

El hidalgo de los mares (Raoul Walsh, 1951).- El escritor C.S. Forester (sí, el mismo de La reina de África) dedicó una serie de novelas a Horatio Hornblower desde que entra como guardia marina en un buque de guerra hasta que llega a capitán de su propio navío. Ningún marinero de agua salada debería de perderse el gozo que proporciona su aleccionadora lectura mientras imagina a Hornblower con la presencia de Gregory Peck. Peck es El hidalgo de los mares. O al menos lo fue gracias a Raoul Walsh. En la película, acompañan a nuestro valeroso capitán Virginia Mayo y el recientemente fallecido Christopher Lee como oficial español. Un título rematadamente imprescindible.

Motín en el Desafiant (Lewis Gilbert, 1962).- Está dirigida por uno de esos cineastas a los que los pesados de siempre califican como artesano pero es que no quieren aprender. Al grumete que tengo a mi lado las escenas bélicas de esta película le recuerdan a las que vio más tarde en Master and Commander. “De tan bien hechas que están”, dice el grumete al que hay que recordarle que este motín fue más allá. Que el drama emerge en un estrecho universo masculino por un conflicto de gobierno entre su capitán y su primer oficial que no les hace reparar en el descontento que está a punto de estallar entre su tripulación. Fantásticos, y así fue siempre, Alec Guiness, Dirk Bogarde y Anthony Quayle.

La fragata infernal (Peter Ustinov, 1962).- Ni corto ni perezoso, el actor y director Peter Ustinov es el responsable de una notable y marinera adaptación de Billy Budd, de Herman Melville en un relato de iniciación en alta mar que protagonizan Terence Stamp y Robert Ryan, entre otros. El paso del tiempo apenas ha hecho mella a la película, un viejo pero sólido barco que aún proporciona lecturas muy ambiguas.

Master and Commander. Al otro lado del mundo (Peter Weir, 2003).- Cuando todo parecía haber confabulado para olvidarnos, la HMS Surprise, al mando de Peter Weir vino en nuestro rescate. La película se basa en las novelas que Patrick O’Brian dedicó a su capitán Jack Aubrey y continúa navegando por los siete mares porque forma parte de una tradición que a veces, solo a veces, hace tan grande al cine.

Saludos, a toda vela, desde este lado del ordenador.

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